Presas, ríos, mares y lagos son sitios de búsqueda de personas desaparecidas desde hace una década
Escucha las voces de quienes protagonizan la búsqueda subacuática de personas desaparecidas.
Adriana Esthela Flores
En la profundidad de la presa Vicente Guerrero, en Tamaulipas, la oscuridad es casi total. La capa de arcilla, arena, troncos y ramas, impiden ver en el fondo del agua. Hay que avanzar a ciegas.
“Uno tenía que ir agarrando a su compañero con la mano derecha y con la izquierda ibas tocando el lodo, yo iba tocando la varilla de prospección y llegó un momento en que metí todo mi brazo y no alcancé el fondo del sedimento”
Ni siquiera una lámpara es útil para ver lo que hay a la mano. Los buzos solo se tienen a sí mismos y a sus compañeros. Se guían entre ellos. Deben tener paciencia para no desesperarse en el agua que, a pesar del calor, está fría.
“Alguien se enredó con las ramas entonces tenías que estar esperando sin ver nada, sintiendo como el compañero se había enredado y no podía zafarse y tampoco lo podías ayudar porque no veías nada”
Ante la enorme extensión de la presa, el equipo aplicará la técnica del buceo por líneas paralelas: colocar una línea de 50 metros como guía, el jefe avanza sujeto a ella mientras sus compañeros utilizan una mano para buscar y otra, para no perder contacto con su colega.
“Tú le tienes que dar un apretón al hombro para decirle que se espere y él se tiene que quedar parado, en ese momento te ubicas, te acomodas, lo agarras y le toca al siguiente compañero hacer el mismo proceso y así es como se avanza”
Son las voces de la arqueóloga Pamela Lara y el antropólogo Salvador Estrada, quienes en octubre de 2019 se sumergieron en las aguas de la presa Vicente Guerrero, ubicada en el municipio de Padilla. Ahí, aún se ven restos de la antigua escuela y otras estructuras del lugar donde hace casi 200 años fue fusilado el emperador Agustín de Iturbide.
Pero el equipo de seis integrantes no viene por esa historia: buscarán pistas que los lleven a Gabriel Aguilera Castañón, una de las más de 20 personas que, según denuncias, fueron víctimas de desaparición en esta presa.
“Hacíamos el recorrido en una dirección y regresábamos por el otro lado, llegábamos al final y girábamos y hacíamos el recorrido inmerso por la misma línea, los buceos duraban 20 minutos ida y vuelta”
“Estando abajo, yo me preguntaba, y qué pasa si lo encontramos, si vemos huesos, parte del cuerpo, nosotros nos enfrentamos a restos arqueológicos, los ves desde visión científica pero en este caso es un ser humano, alguien que conoces cómo se ve, entonces me hacía cuestionarme mucho qué pasaría si lo encontrábamos”
La subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia nunca había hecho una expedición de este tipo. Lo hicieron de manera voluntaria, le dedicaron sus tiempos libres. La solicitud había llegado a sus oficinas tres meses antes, pero no era la primera. En 2017, colectivos de Chihuahua les habían pedido realizar una jornada de búsqueda en cuerpos de agua del estado, pero no hubo eco de las autoridades para permitirlo.
“Cuando googlé el nombre de la persona que se está buscando, vi su cara, supe que teníamos que hacer algo al respecto”
Es la voz de Roberto Junco, quien encabezó la expedición pionera en la historia de la búsqueda de personas desaparecidas en el país. Era la primera vez que un equipo especializado en arqueología subacuática se sumergía en un cuerpo de agua con ese objetivo.
Las búsquedas
“La búsqueda en agua la empezamos a hacer por desesperación porque créeme que si estuvieran en la luna, también haríamos un ejercicio para hacerlo, pregúntale a cualquiera y si tiene información de que les dijeron que lo dejaron en Marte o en la luna, haríamos todo lo posible por ir”
Habla Josefina de León, directora de la Red de Desaparecidos en Tamaulipas y madre de Cynthia Mabel, una de las más de 11 mil 500 personas víctimas de desaparición en Tamaulipas.
Antes de la llegada de los expertos del INAH, las madres también habían realizado tres jornadas de búsqueda en la presa, con cámara de pozo profundo, un lugar que antes era conocido porque era escenario de campeonatos internacionales de pesca. Aunque el gobierno construyó, en 2018, una base naval en la zona, el crimen organizado la usaba como escondite.
La posibilidad de hallar una pista de sus familiares impulsó a los colectivos de madres, quienes organizaron las búsquedas con sus propios recursos
“Yo al principio veía cuevitas y como tengo la idea de que buscas árboles para poder meterte y localizar sitios pues dije, aquí también pudiera estar, hasta que los lancheros me dijeron tenga cuidado señora porque ahí se acomodan los cocodrilos a descansar, entonces a partir de ahí ya no confío tanto”
La experiencia acumulada de sus jornadas de búsqueda está plasmada en una guía elaborada por la Red de Desaparecidos. En ella incluyeron un apartado para las acciones que realizan en agua.
Considerar la ubicación del lugar, delimitar un perímetro de exploración y contar con equipo como una lancha, pizarras acuáticas, linternas impermeables, cámaras GoPRO y bolsas forenses son recursos indispensables, según la guía.
Sus acciones no distan mucho del protocolo que aplicaron los buzos del INAH. No obstante, Josefina León señala como una necesidad el apoyo de personal especializado en las labores de búsqueda.
“Si no, volvemos a caer en lo mismo: instituciones insensibles, personal que no le interesa más que ir a cobrar, personal con muchos títulos pero que no los pone a disposición de una sociedad que lo necesita y eso no viene en ningún libro, viene de otra parte”
La falta de un protocolo y de expertos en búsqueda subacuática es un desafío que enfrentan los familiares y las autoridades desde las comisiones de búsqueda locales y la federal. Habla Sofía Vianey Abelino, subdirectora Búsqueda y Procesamiento de Información de la Comisión Nacional de Búsqueda.
“Los contextos acuáticos requieren por la naturaleza de la desaparición que se haga en cierto tipo de inmersiones ya directamente en los cuerpos de agua y una de las problemáticas es que el personal necesita un curso de certificación en buceo, contar con el equipo necesario y al mismo tiempo, una preparación ya enfocada en técnica de búsqueda”
Las voces
Las voces de Patricia Bobadilla y Dora Ramón se confunden a la hora de tomar el reporte de personas desaparecidas, en la oficina de atención telefónica de la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de México.
Trabajan una al lado de la otra, separadas por solo un metro de distancia, nada más. Frente a sus computadoras, hay otras dos, del personal que llegará para el próximo turno. Las cuatro máquinas están sobre una misma mesa.
Vamos a otro piso, donde está el archivo. Dentro de cajas de cartón, con rótulos con nombres y números pegados en hojas en blanco, están los expedientes con las historias de más de 9 mil personas que han sido desaparecidas en la entidad en solo dos años: 6 mil 65 en 2020 y 3 mil 734 en lo que va de 2021. Aquí están, por ejemplo, los de las desapariciones en el Río Lerma.
Los perpetradores de crímenes han convertido el lugar en una fosa clandestina acuática. Las autoridades presumen que puede haber decenas de cuerpos de personas desaparecidas. Una de ellas es Edgar Villalba Ceballos, de 40 años de edad. Casi un año y medio después de su desaparición, sus restos fueron encontrados dentro de un tambo, el 17 de septiembre de 2020.
“El recipiente es de color azul, tenia los restos humanos de una persona, por lo que se realizó esta búsqueda, como parte de una investigación”
El hallazgo ocurrió después de tres días de operativos que comenzaban a las ocho de la mañana y concluían a las cinco de la tarde. El plan de las autoridades consistió en recrear el tambo metálico donde los perpetradores habrían metido el cuerpo de Edgar. Daniel Cepeda, agente de la Cobaem, relata cómo se hizo la búsqueda.
“A nosotros nos amarraron de la barra de contención y nos metían, porque se venia mucha maleza, entonces lo que hacíamos era moverla para buscar en las orillas, incluso se hizo una reconstrucción, se arrojó un tambo con concreto y peso similar para ver qué era lo que hacia, y a los diez, quince minutos, se localizó donde estaba esta persona”
“Se hizo recorrido en lancha y en otro, nomás te amarraba de la parte de aquí e ibas empujando la maleza para abrir el pasillo donde iban a pasar los buzos”
Búsqueda a profundidad
Para realizar las búsquedas en agua, la comisión tiene una cámara de pozo profundo, un dron aéreo, trajes especiales para quienes participan en las búsquedas y una lancha cubierta con lonas que tienen los rostros de algunas de las personas desaparecidas.
En el buceo les ha apoyado el Servicio de Urgencias, Seguridad Pública y la Comisión del Agua estatales, y la Guardia Nacional. La comisionada María Sol Salgado dice que se requiere un protocolo para búsquedas en agua, una calendarización nacional que permita acciones coordinadas entre varios estados y colocar cámaras en las zonas de riesgo.
“De muchas plataformas que ya existe, con solo permitir a la comisión de búsqueda el realizar un rastreo, revisión y un cruce con lo que tenemos, sin necesidad de girar oficios, vamos a abrevar muchísimo a que baje la cifra”
“Tendremos que sentarnos a construir juntos partiendo de que es algo real, es algo que está sucediendo y lo único cierto que puede haber es la posibilidad de que siga ocurriendo. Los delincuentes, al darse cuenta de que es un medio idóneo para que retrase a las autoridades localizar a alguien, lo van a seguir haciendo….
Mar y Tierra
El mar de Guaymas, Sonora, tambien ha sido utilizado por el crimen para desaparecer cuerpos. El pasado 2 de junio, en la Bahía de Catalina, un grupo de pescadores encontró en su ruta un tambo metálico de 200 litros. En su interior estaban los restos de por lo menos tres personas. Al día siguiente, entre los muelles El Mero y el Parque Industrial Pesquero Sánchez Taboada, el mar expulsó otro tambo, sellado con alambres. Llevaba el cuerpo de Adela Romero Landa, una madre de familia de 55 años, desaparecida en Empalme.
La Comisión de Búsqueda del gobierno federal decidió realizar un operativo generalizado en busca de otros cuerpos desaparecidos después de esos hallazgos.
Sofía Vianey Abelino, subdirectora de Búsqueda y Procesamiento de Información, participó en la expedición y detalla el trabajo que realizaron en coordinación con otras instituciones:
Los puntos de exploración fueron definidos con la comisión estatal, la Marina y familiares. Se hizo en mar y con dron aéreo. El litoral fue dividido en cinco franjas para que las recorrieran un equipo de dos a tres buzos, quienes aplicaron técnicas de buceo submarino. ¿Los retos? El clima y la visibilidad.
“Tuvimos una reunión previa donde el capitán encargado del cuerpo de rescate, de la Marina, nos comentó que el sol era muy fuerte entre las doce y las tres de la tarde, entonces en ese horario, estar en el mar era complicado porque se reflejaban los rayos del sol y te impedían observar la superficie”
Entre las más de 91 mil personas desaparecidas en México, no hay un número estimado de cuántas fueron desaparecidas en cuerpos de agua.
“No hay un antecedente porque las personas que cometen estas desapariciones están empleando técnicas que no son las tradicionales. Los perpetradores están implementando técnicas que dificultan y tienen toda una estrategia con el objetivo de ocultar”
Camilo Vicente Ovalle, historiador de la UNAM especializado en violencia política y represión del Estado, advierte que el espacio de agua, al no ser propio para la vida humana, lo convierte en un escenario ideal para la desaparición de personas.
“Lo que hacen algunos colectivos es, una vez que encuentran la fosa y sacan los cuerpos, convierten ese lugar en un lugar de duelo, como una tumba, aunque haya sido clandestina e ilegal e injusta, el mar ni siquiera permite eso”
En la historia reciente, la denuncia más antigua sobre una desaparición forzada en cuerpos de agua data de 2009. Se trata de tres integrantes de la familia Alvarado, quienes presuntamente desaparecieron a manos del Ejército, en la Laguna de Fierro, municipio de Nuevo Casas Grandes, en Chihuahua.
En los últimos dos años, de las mil 758 búsquedas que ha realizado la Comisión del gobierno federa l, 17 fueron en agua. Algunos de los sitios en los que se han desarrollado los operativos son la Laguna de Lerma, en el Estado de México, las Lagunas de Zempoala, en Morelos; la Laguna Real del Valle, en Sinaloa; la Laguna Fierro, en Chihuahua y el mar de Guaymas, en Sonora.
Sueños y esperanzas
Las 22 inmersiones que el equipo del INAH realizó en la presa Vicente Guerrero, no arrojaron ningún indicio pero dejaron una metodología de reconocimiento, delimitación de áreas y documentación que pueden servir como punto de partida para próximas búsquedas, explicó el arqueólogo Roberto Junco.
“Ojalá un día lo encuentren….”
La comisión de Búsqueda de Tamaulipas bautizó la embarcación con el nombre de “Gabriel”. Para Josefina León, directora de la Red de Desaparecidos en Tamaulipas, el ideal sería que en estás expediciones cuenten con el acompañamiento de personas expertas, un dron, acuático, otra cámara de pozo profundo, un perro para búsqueda en agua y un scanner de alta tecnología.
“¿Sabes qué quisiera? Tener un aparato que pudiera absorber toda el agua de la presa, depositarla en otra parte y hacer búsqueda como buscamos en tierra y ya que acabemos, volver a depositarla, así he soñado eso”
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