La activista argentina Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, participó en una charla de derechos humanos.
Kayleigh Bistrain
A sus 92 años, la voz de Estela de Carlotto resuena con fuerza para las personas que buscan a sus familiares desaparecidos en Latinoamérica. Ven en ella un ejemplo incansable de lucha por la memoria, verdad y justicia.
Preside desde hace más de 30 años la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, dedicada a la localización y reunificación de las familias de los bebés apropiados por la última dictadura militar.
Para Carlos Alfonso Tomada, embajador de Argentina en México, su país le debe a estas mujeres la vuelta a la democracia hace 40 años.
Así lo reconoció durante una charla de la cátedra de derechos humanos “Abuelas de Plaza de Mayo” del Claustro de Sor Juana, en México.
“Nosotros tenemos 40 años de democracia porque hubo muchas mujeres, y muchos hombres, que lucharon para que eso fuera posible. Lo más importante era que de una vez por todas hubiera memoria, verdad y justicia”.
Creación de instancias
Estela se involucró en esta lucha hace 45 años, cuando inició la búsqueda de su hija Laura, víctima de desaparición forzada durante la dictadura, así como de su nieto, quien nació cuando su madre estaba retenida en una de las cárceles clandestinas que operó en el país.
Para saber si una muestra de sangre que no fuera de los padres podría servir para establecer el parentesco entre dos personas recurrieron a la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia de Estados Unidos.
Esto dio origen al Banco Nacional de Datos Genéticos, al Equipo Argentino de Médicos Forenses y al Centro por el Derecho a la Identidad, tres instancias que consideran necesarias en cualquier país que haya vivido contextos de desapariciones forzadas.
La legisladora argentina Victoria Montenegro, hija de desaparecidos y nieta recuperada, afirmó que frente a los obstáculos, las Abuelas de Plaza de Mayo solo abrieron caminos.
“Estas mujeres fueron a Estados Unidos y encontraron un grupo de científicos. Puedo obtener mi historia y tener los restos de mi papá que fue arrojado desde un avión porque estas mujeres entendieron que la dictadura y la impunidad iban a ser para siempre y que en algún lado estaban esos cuerpos. Lograron que personas comprometidas se sumen a esa búsqueda. También pensaron que cuando los encontráramos iba a haber un proceso de reconstruir la identidad”.
“No tengo miedo”
En septiembre de 2014, Estela se encontraba en México cuando ocurrió uno de los episodios de violaciones a los derechos humanos más significativos de la historia reciente de nuestro país: la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Recuerda haberse reunido con algunos padres de los jóvenes y aconsejarles permanecer unidos para luchar desde el amor, no desde el rencor.
“No tengo miedo, tengo ganas de seguir luchando; hay mucho para contar y vamos a seguir trabajando en el mundo, en Latinoamérica, sobre todo”.
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