Para estas niñas y niños la cumbia, el baile, los discos, cables, bocinas, luces y calles cerradas, son parte de su identidad.
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Hazel Zamora
Los ritmos de una cumbia ponen a bailar a unas parejas, otros quedan asombrados de lo que observan: unos niños y niñas poniendo el ambiente de un baile sonidero.
“El Tepiteño”, como se presenta Derek, está rodeado por sus amigos en el escenario. Todos vienen del barrio bravo de Tepito con la intención de transformar esta cancha deportiva en una pista de baile.
Estamos en Iztapalapa, o mejor dicho Iztapasalsa, como la cultura sonidera ha bautizado a esta alcaldía, cuna de los bailes populares.
Los padres conectan los cables, computadoras y revisan los niveles de audio de las gigantescas bocinas, mientras las madres graban a sus hijos e hijas desde abajo del templete.
Este no es un festival escolar, es la tradición sonidera que han continuado las infancias de las periferias y barrios populares de la Ciudad de México.
“¡Saludo especial para el Instituto Mexicano de la Radio! Vamos a presentarles una cumbia que dice más o menos así”.
Sonidero, una tradición heredada
Para estas niñas y niños la cumbia, el baile, los discos, los cables, las bocinas, las luces y las calles cerradas, son parte de su identidad, refuerzan sus lazos comunitarios; les brinda alegría y sentido de pertenencia.
Una de ellas es Yizhellitha Mix. Nacida en Iztapalapa y de tradición sonidera, Gisel siguió los pasos de su padre Miguel Alonso, conocido en el ambiente como “Sonido Puerto Colombiano”.
“Pues es que luego prende los aparatos y veo cómo habla y digo, pues yo quiero hacer como él. La música, cómo pone la música, luego pone los viniles y veo como le pone la aguja.
Yo empecé a los tres años, pero en realidad empecé desde que mi mamá estaba embarazada de mí. Le quitaba el micrófono a mi papá desde los tres años. Un día le moví todo a sus aparatos a mi papá y tenían evento y se oyó bien feo”.
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Durante la entrevista, Yizhellitha se encuentra sumamente nerviosa pero una vez que comienza su presentación se transforma. Toma el micrófono con fuerza, mueve los controles con seguridad, manda saludos con soltura y sus pies siguen el ritmo de una salsa.
“Cuando no tengo el micrófono estoy nerviosa y tiemblo. Luego, cuando agarró el micrófono y ya hablo, pienso ‘pues ya estoy hablando, ya voy a seguirle’.
Me genera emoción y felicidad porque digo, ‘ya estoy ahí, qué bueno’, y pues me emociona que esté ahí, que ya soy famosa”.
Yizhellitha tiene su propio disco, un compilado de sus cumbias favoritas que solo se puede encontrar en el puesto de “Discos Aries” en Tepito. Quiere darme una copia, pero ya regaló todos a sus amigas de la escuela, aún así pone su canción preferida, una cumbia colombiana de los años noventas que remueve algo ella, “El llanto de los niños pobres”.
“Se trata de unos niños pobres y tienen que trabajar. Si ponen mucha atención en la letra está bonita. Luego que sí es en realidad la vida real.
Sube la canción Nuestra verdad de los Vallenatos de Guyas. ‘Cuántas veces he visto llorar a toda esa gente que reclama por un pan. Niños que tienen que trabajar por un centavo, muchas veces por un pan”'”
La sensibilidad de Gisel no solo la transmite con la música que selecciona cuidadosamente para su público, también desea convertirse en veterinaria.
“Quiero ayudar a las personas y a los animales, porque luego cuando voy a la escuela, estoy en la calle y veo unos animalitos que están lastimados, pobrecitos digo, pues quiero ayudarlos”.
Cultura sonidera
En 2023, el gobierno de la Ciudad de México y la UNESCO declararon patrimonio cultural inmaterial al sonidero, una acción para reconocer esta manifestación artística surgida en los años 50 en las colonias populares de la capital.
Pero más allá del reconocimiento institucional, la cultura sonidera es difundida y preservada por quienes la conforman: grupos de baile, locutores, vendedores de discos, comerciantes, promotores culturales y cada vez más por la presencia de las infancias.
“Ahora sí, vámonos sabroso desde la Dinastía Duende, el conjunto, la Princesa Duende “El remix femenino”. ¡Porque abuelito soy tu nieta! Ricardo Mendoza García, hasta el cielo”.
Arlett, de 16 años, es la más pequeña de “La Dinastía Duende”, fundada por su abuelo Ricardo Mendoza, de quien aprendió el oficio y amor por el sonidero.
“Mi abuelo siempre salía y mínimo compraba un disco cada salida. Entonces, era “traje este disco nuevo, vamos a escucharlo” y lo ponía. Mientras mi abuelo se bañaba y luego me decía “súbete, tengo un disco ahí en la puerta”, se sabía hasta las portadas de memoria. Sabía muy bien que tenía y en dónde lo tenía. Entonces me decía “mira, cuentas los discos del 1 al 20 y pones ese la portada es así, lo vas a poner de tal lado, tiene tal canción” y ya me enseñó a poner las canciones y regresarlas.
Luego me contaba “muchos dicen que los discos piratas apenas salieron, pero este disco es pirata y lo tengo en cinco versiones diferentes” porque mi abuelo tenía hasta los discos repetidos 10 veces”.
En raras ocasiones la Princesa Duende toma el micrófono, prefiere estar detrás del escenario, en la ingeniería de audio. Sabe desde “pelar un cable” hasta conectar el equipo de audio, habilidades que le enseñó su abuelo.
“Lo que más disfruto es conectar el audio, ver la ingeniería de audio y disfrutar de toda la colocación de luces, de todo el sistema, porque a muchos se les hace muy pesado, porque los ingenieros son los primeros en llegar y los últimos en irse.
Te diría que ese amor estoy muy segura que nació de mi familia, porque toda mi familia ama la música, ama este mundo y ha dado mucho por este mundo”.
“La Dinastía Duende” es un sonido que ha perdurado por casi cincuenta años, pero también se ha transformado al romper con el modelo de lo que es “ser un sonidero”.
Hoy es una de las pocas dinastías conformadas en su mayoría por mujeres. Arlett camina al lado de su abuela Elfega Gómez, “Mamá Duende”, y su madre Marisol Mendoza, “La Musa Mayor”.
Sonideros grandes ya les están empezando a aprender a dar su espacio también a los niños, porque muchas veces los sonideros eran como de solo sonideros, no disidencias, no infancias, no mujeres, pero ahora ya están aprendiendo a que sí mujeres, sí disidencias y sí infancias; y enseñarle a las infancias y a decirles este también es su espacio. Esto va a ser con lo que se van a quedar.
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Nuevas generaciones
En el caso de Giovanni, la cultura sonidera es la vía con la que mantiene la memoria de su padre Gerardo Ríos, “Sonido Terremoto”, quien falleció por COVID-19. Cada que lo invitan a un evento se pregunta qué música pondría él?.
“Siempre me siento con mi hermana en la computadora y nos ponemos a recordar las veces que hemos llegado a pisar esos lugares o yo con mi papá.
Si es un lugar nuevo buscamos vídeos en Youtube, hay miles de videos de mi papá en muchísimos lugares. Por ejemplo, hoy venimos aquí a la Utopía Meyehualco, nos ponemos a buscar videos de mi papá que haya trabajado aquí cerca de la zona y qué música trabajaba, qué música le gusta a la gente de esta zona, entonces ya que sabemos más o menos el estilo, que si les gusta bailar salsa, que si les gusta la guaracha, que si le gusta La Matancera”.
Giovanni, conocido como Terremoto Jr., tomó el micrófono al lado de su padre cuando tenía ochos años de edad y desde entonces no se ha despegado del sonido.
“Es importante mantener viva esta cultura para seguir gozando, bailando, disfrutando de todo y cada uno de los eventos. Es importante que haya nuevas generaciones con nuevos estilos, ritmos, ideas, nuevos giros en este mundo del ambiente sonidero. Eso es lo bueno, que estamos entrando una nueva generación de sonideros”.
Las nuevas generaciones no sólo preservan la cultura sonidera, también la nutren al incorporar géneros como el reggaetón, el pop y hasta el k-pop.
“El Tigrillo”, por ejemplo, tiene el sello de abrir su presentación bailando como su ídolo, Michael Jackson, para luego iniciar con “Corazón Andino”, una salsa clásica.
“Tiene una habilidad para el baile súper legendaria y su canto. De hecho, estoy vestido de su vestuario en Smooth Criminal. Es de un traje blanco así con rayas, camisa azul, un poco más así como, para bailar. Un poco así de pachuco”.
Fernando es un sonidero de 10 años de edad, vive en Ecatepec, Estado de México. Su alias en este mundo es “El Tigrillo” y desde pequeño su madre, Maribel Ballesteros “Sonido Gatubela”, lo llevaba a sus presentaciones porque no había quién lo cuidara.
La mancuerna madre sonidera e hijo sonidero los ha llevado a presentarse en diversos escenarios y enseñar a otras infancias este oficio a través de talleres.
“Mi primer taller que abrí fue en “Martes de arte” en Tepito. Me acuerdo que yo empecé a tocar ahí y empezamos a hacer como actividades de colorear, dibujar para que una pueda desestresarse y ver cómo sería uno tocando en el sonido y a muchos les gustó que hasta se volvieron sonideros.
Me siento como si fuera un maestro para enseñarles a tocar. No es que quiera obligarlos a que les guste el sonido, simplemente para ver si les llama la atención”.
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Aunque algunos abandonan el sonidero, otros se aferran a sus raíces como “Las Chicas Super Sonideras”.
Al igual que la caricatura infantil, eran tres hermanas de Tultepec, Estado de México, que comenzaron imitando a “El Señor Bucanero”, su padre. Finalmente, el juego se hizo realidad, se convirtieron en sonideras.
La mayor de ellas ha dejado este ambiente, pero Daniela y Renata, de 14 y 11 años de edad respectivamente, quisieron continuar.
“-¿Ustedes por qué decidieron seguir siendo sonideras?
Porque a mí en lo personal me gustó este género y este ambiente. Ver a las personas bailar con la música que pongo o por las cosas que digo, me pone feliz.
Por el motivo de que me gustó estar aquí, también ver a la gente bailar y pues eso me animó a subir al máximo. Gracias a eso nos han invitado a varios eventos y nos has dado varios recuerdos”.
Frente al público Renata es la más introvertida, esa es su fortaleza, pues ha encontrado su espacio en este ambiente. Se encarga de poner la música mientras su hermana, con una voz potente, manda saludos y anima al público a bailar.
“Siento que ahorita que me están dando mayor reconocimiento por estar en este género y estar chiquita, también me gustaría que cuando esté grande me pase lo mismo
Pues me imagino al lado de mi hermana, siguiendo esto hasta muchos años, con mi propio equipo y mucha gente bailando”.
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