Victor Ramírez
Este martes se cumplió un año del homicidio de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, ocurrido en la población de Cerocahui, en Chihuahua, a manos de José Noriel Portillo, alias “El Chueco”.
Al respecto, el sacerdote jesuita Francisco José de Roux recordó la profunda herida que dejó el asesinato de los padres jesuitas Javier y Joaquín.
“Pero la pregunta no es por los números, la pregunta es por cada persona asesinada, desaparecida, herida, secuestrada, destruida emocionalmente; que tiene esperanzas, amores, sueños. La pregunta es por nuestros compañeros del alma jesuitas asesinados porque compartían la incertidumbre de los pobres y salvaron a muchos de ellos. Sergio Restrepo y hoy Javier Campos y Joaquín Mora”.
Al recibir el reconocimiento Doctor Honoris Causa por parte de la Universidad Iberoamericana, el sacerdote afirmó que la guerra no soluciona nada y que los conflictos armados empiezan por problemas que pueden solucionarse con la política y el diálogo.
“En más de medio siglo de barbarie en Colombia aprendimos que la guerra no soluciona nada. Los conflictos armados comienzan con problemas que pueden solucionarse con política y diálogo y una vez que empiezan no sabemos cuándo terminan. La guerra se degrada siempre en brutalidades y siempre los más afectados son los ciudadanos que no estaban en ella”.
Entrega de reconocimiento Doctor Honoris Causa
Cabe señalar que la Universidad Iberoamericana entregó al sacerdote Francisco de Roux el reconocimiento Doctor Honoris Causa por su labor a favor de la paz en Colombia, así como por su ayuda a las poblaciones desplazadas por la guerra.
A las tres de la tarde de este martes doblaron las campanas por un minuto en todos los templos y capillas, en memoria de las víctimas de la violencia en México.
Y a las seis de la tarde se ofreció una misa en la Parroquia de la Sagrada Familia de la Ciudad de México en memoria de los padres Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar.
Durante la ceremonia se destacó la labor de ambos sacerdotes para promover la paz y mejorar la vida de los habitantes de Cerocahui, Chihuahua. Además, se hizo un homenaje a todas las personas que han dado su vida por los demás y que les tocó la mala suerte de morir a manos del crimen.