Ante las deportaciones en masa, los refugios sufren una crisis de saturación que dificulta la estancia y atención de los migrantes.
Escucha el especial con la producción de Gabriel Ortíz.
Natalia Matamoros
La migración hacia el norte no cesa, y cada vez son más los albergues en México que deben lidiar con la sobrepoblación. Muchos centros que anteriormente acogían a 100 personas ahora tienen que acomodar hasta 700 o más, lo que ha generado condiciones precarias de higiene, alimento y servicios médicos.
La falta de recursos, sumada a la presión por atender a una población cada vez más diversa —con migrantes de Haití, Venezuela, Colombia, Afganistán, Ucrania, China— hizo que los albergues operen en un constante estado de emergencia.
Esta saturación también generó una sobrecarga emocional y psicológica en los migrantes. En la búsqueda de una vida mejor, muchas personas se ven obligadas a permanecer más tiempo del previsto en estos albergues, a menudo enfrentando inseguridad, enfermedades y la ansiedad de no saber cuándo podrán continuar su viaje.
De acuerdo con cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), en el territorio mexicano operan 298 albergues:
- Sur: Chiapas, Oaxaca, Tabasco.
- Centro: Ciudad de México, Puebla, Querétaro, Guanajuato.
- Bajío y norte: Chihuahua, Nuevo León, Durango, Tijuana, Tamaulipas y Zacatecas.
El 90% de los refugios son administrados por organizaciones religiosas y de la sociedad civil, sólo el 10% están a cargo de los gobiernos estatales y municipales.
Refugios al límite tras deportaciones
Los nueve albergues que operan en la Ciudad de México fueron golpeados por la sobrepoblación. En especial, por familias que esperan la aprobación de la cita por la plataforma CBP One y otros trámites.
De acuerdo con Mario Ulises Berzosa, coordinador de Integración Local del refugio Cafemín, la crisis se acentuó desde el 2022 con la expulsión de migrantes de Estados Unidos hacia México.
Recordó cómo llegaban hasta dos camiones abarrotados de personas que intentaron cruzar, pero fueron regresadas. Ellas no sólo ocuparon los espacios de los refugios, sino también la Plaza Giordano Bruno de la Ciudad de México, los alrededores de la Terminal Central del Norte, la colonia Vallejo y las adyacencias de la Iglesia La Soledad:
“Esos campamentos son de espera, las personas están esperando sus trámites. Así empezaron a formarse estos campamentos porque Migración los dejaba en la esquina de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) en la plaza Giordano Bruno. Ahí bajaban las personas que iban llegado del norte, que Estados Unidos expulsaba y ahí las dejaban para que hicieran su trámite en la ciudad.
El Instituto Nacional de Migración nos dejó dos camiones. Bajó a las personas en la esquina de Cafemín, sin aviso previo, y no les daban documentos de que habían sido trasladadas por migración. No había registro de que las personas eran abandonadas ahí. No fue sólo Cafemín, hubo otros albergues a los que les pasó lo mismo. Llegaban los camiones de migración con las personas expulsadas de Estados Unidos y las dejaban en las puertas de los albergues”.
Cafemín: ejemplo de necesidad de espacios
Cafemín ha llegado a tener una población superior a las 800 personas cuando su capacidad es de apenas 100 lugares. Esto obligó a la directiva a usar colchonetas que fueron ubicadas en patios y oficinas administrativas, así como a invertir en reparaciones de infraestructura.
También tuvo que adecuar las instalaciones para recibir a personas de otros continentes y que en un mismo ambiente pudieran converger diversas culturas y religiones.
Sin embargo, el hacinamiento afectó la salud mental de los migrantes, advirtió Berzosa:
“Tenemos 100 camas, no alcanzan para 800 personas. Teníamos personas en colchonetas durmiendo en el patio techado, en los pasillos, en la sala de juntas, en las oficinas porque no teníamos más espacios para proveerles y eso traía un montón de problemas.
Entre ellas, dormir a la intemperie, enfermedades, estar todo el día en un espacio conviviendo con 600, 700 personas. Eso hacía que las personas entraran en estado de neurosis, depresivos, detonantes que ya venían desde el camino”.
Los gastos operativos y de infraestructura pudieron costearse con la ayuda de organizaciones civiles que financiaron los proyectos educativos de la institución. También recibió apoyo económico por parte de la ACNUR.
Aún así, hay refugios que sólo funcionan con el respaldo de algunos gobiernos municipales y las donaciones de alimentos o ropa que hacen organizaciones caritativas.
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Albergues independientes
Hay otros albergues donde el personal trabaja sin cobrar un peso, movidos por la vocación de servicio. Estos centros de ayuda no sólo han tenido que enfrentar dificultades por las limitaciones de espacio físico. También deben lidiar con el crimen organizado y la xenofobia que proviene de las comunidades vecinas.
Ignacio Martínez, quien está a cargo del albergue Aba, ubicado en Celaya, Guanajuato, relató a IMER Noticias que él y su equipo fueron blanco de amenazas. Lo anterior por su negativa de entregar a migrantes a las organizaciones delictivas que lucran con la movilidad humana:
“Querían que yo pasara personas, diera personas a la delincuencia organizada, de lo cual me resistí completamente y, bueno, recibí una amenaza muy fuerte. Ahorita estoy con protección federal, tenemos protocolos muy establecidos y rondines por parte de Seguridad que nos han brindado”.
El personal tuvo que recibir capacitación en temas de seguridad y establecer protocolos para protegerse y resguardar a la comunidad migrante que allí se hospeda:
“El migrante o la persona en movilidad se vuelve un blanco o una mercancía en un momento dado para estas organizaciones. Ya sea para secuestrarlos o reclutarlos y, en un momento dado, empiezan las amenazas y hostigamientos para nosotros.
Y, bueno, tenemos que ir buscando de alguna manera protocolos para poder continuar con nuestra labor, no solamente humanitaria, sino hasta profesionalizada en apoyo médico, jurídico legal y de seguridad”.
Dada las condiciones de vulnerabilidad de los albergues ubicados en zonas rojas y en el norte del país, representantes de Scalabrinianas Misión con Migrantes y Refugiados (SMR) diseñaron un manual de buenas prácticas para los encargados de los albergues y defensores de los derechos humanos de las personas en movilidad.
Les permite analizar los riesgos, crear un plan y una estrategia de seguridad y poner en marcha protocolos acordes con el contexto en que laboran.
Colaborar permite dar servicios
El refugio Aba no es tan amplio, pero ante la cantidad de accidentes de personas que perdieron sus extremidades al resbalarse del tren conocido como “La Bestia“, Martínez tuvo que habilitar un área para terapias. La sostenibilidad de este servicio fue otro reto para la organización, aunque con ayuda de La Cruz Roja pudo asumirlo:
“Un cuarto de hospital que tenga uso de rampas porque ellos no pueden subir una escalera, que tenga los espacios para que quepa una silla de ruedas, baños con manerales o adecuados para personas con discapacidad.
Y aparte de eso, debemos tener una dieta rica en proteína para que sus muñones estén adecuadamente para cuando ellos puedan reciban el socket o la prótesis. El socket viene siendo el lugar donde el muñón va a entrar para que puedan recibir el socket en una óptima condición”.
En 2024, Casa del Migrante Chihuahua fue objeto de un recorte de personal debido a que su presupuesto sufrió una caída del 20%. La causa fue porque dejó de percibir la ayuda económica que recibía de parte del gobierno municipal.
Su director, Jorge Alberto Pérez, apeló a voluntarios para atender al flujo de personas que crecía a medida que avanzaban los días:
“Más que en número, el tema fue como cinco o seis personas que se financiaban de ese proyecto y que dejamos de tener. Nos llegó una voluntaria y logramos resistir con otra persona y en realidad nos quedamos con la mitad de las personas para atender un flujo que cada vez era mayor.
Y además con niños que venían siendo víctimas de muchos delitos. Casi todos manifestaban haber sido víctimas de delitos”.
Reducción a migración
La reducción del presupuesto destinado a la atención migratoria en México de cara a 2025 fue de mil 700 millones de pesos, lo que representa una disminución del 10% en comparación con el año anterior. Según Pérez, hace aún más precaria la labor de asistencia humanitaria destinada a estos grupos vulnerables.
Con este recorte, en su opinión, complicará las labores de atención en caso de que ocurran deportaciones masivas de connacionales y migrantes de otras nacionalidades debido al retorno de Donald Trump a la Casa Blanca en Estados Unidos.
Aún así, realizan reuniones y los refugios buscan fuentes de financiamiento para hacerle frente a una eventual crisis por regresos masivos.
“Estamos tratando de proyectar para el 2025 algún recurso, algún apoyo para tener más personal. En nuestro caso, en las instalaciones de la Casa del Migrante Chihuahua, están bastante adecuadas, están muy bien. Por muchos años batallamos con eso, de no tener las instalaciones adecuadas, pero ahora nuestro problema está siendo más del personal, del recurso humano. Estamos buscando financiamiento, quién quiere ser socio de nosotros, donantes o colaborar de manera voluntaria, para estar preparados”.
Por su parte, Eugenio Martín del Campo, asociado Senior de Albergues para la ACNUR, indicó que ante la posible llegada masiva de migrantes destinaron fondos para apoyar a un número significativo de albergues:
“Lo que hemos hecho desde ACNUR es poder identificar algunos fondos para apoyar espacios de alojamiento ante la llegada de personas para que al menos puedan estar un poco más preparadas de poder recibir.
Durante el 2024, y preparándonos para el inicio de 2025, logramos identificar fondos para apoyar a 113 albergues donando artículos de higiene personal, productos de limpieza, toallas sanitarias, sábanas, literas, cobijas, paquetes de comida, entre otros”.
La situación de los albergues para migrantes en México es compleja y refleja la crisis humanitaria que atraviesa la región. Si bien las organizaciones de la sociedad civil y algunas autoridades locales han hecho un esfuerzo significativo por brindar ayuda, la saturación, las amenazas del crimen organizado y la xenofobia siguen siendo grandes obstáculos.
Es urgente que generar políticas públicas que no sólo amplíen la capacidad de los albergues, sino que también fortalezcan la seguridad de los migrantes y promuevan una mayor integración social.
La humanidad y la dignidad de los migrantes deben prevalecer, y sólo mediante un esfuerzo conjunto entre autoridades, organizaciones sociales y comunidades locales, podrán garantizar que los albergues sean lugares seguros y dignos para quienes buscan un futuro mejor.
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