Después de 110 años, el Estado Mexicano acepta su responsabilidad por la matanza de 303 personas chinas en Coahuila, a manos de revolucionarios maderistas y por otros abusos cometidos por la población mexicana.
Escucha el especial con producción de Gema Hernández.
Carolina López Hidalgo
La peor masacre en contra de una población extranjera en México ocurrió en Torreón, Coahuila, en 1911. La noche del 13 de mayo de ese año, un grito popular se levantó desde la plaza principal, llamando a la sublevación en contra de las fuerzas federales del dictador Porfirio Díaz.
Revolucionarios maderistas y pobladores aprovecharon el momento para perpetrar la matanza de 303 personas chinas que vivían en aquella próspera ciudad de la Comarca Lagunera. A este vergonzoso episodio de la Revolución, el historiador Carlos Castañón lo etiqueta como una especie de “pogrom mexicano”. Sólo que la víctimas en este caso fueron chinos y no judíos.
Hoy, después de 110 años, el Estado mexicano acepta su responsabilidad y ofrece una disculpa al pueblo chino. Un hecho de relevante significado, dice Castañón, si se toma en cuenta que una sola vez, en 2005, hubo una modesta y simbólica ceremonia de desagravio, que encabezaron el embajador de México en China, el gobierno local de Torreón y un grupo de ciudadanos, entre ellos, el propio Castañón como historiador.
“Me parece muy relevante que por primera vez el Estado mexicano asuma un suceso histórico, lo reconozca y lo resignifique desde el presente; un terrible suceso del pasado que queda como una advertencia, dura por supuesto, pero relevante en términos generales. El suceso de la matanza es poco conocido, incluso es hasta tergiversado, muchos historiadores consagrados a nivel nacional ni siquiera lo mencionan; un suceso tan relevante que junto con la toma de Ciudad Juárez, la toma de Torreón, a los 10 días Porfirio Díaz renuncia del poder”.
A la ciudad de Torreón, los chinos comenzaron a llegar hacia finales del siglo XIX, atraídos por la prosperidad de una joven ciudad algodonera y bien comunicada por el ferrocarril. Por su intensa actividad económica, se convirtió en una de las cinco ciudades más importantes del país, lo que atrajo a migrantes de distintos países, entre ellos, China.
Uno de los más prósperos habitantes de Torreón, de origen chino, era un comerciante llamado Foon Chuck, quien adquirió una gran huerta en donde ofrecía trabajo exclusivamente a sus paisanos. Más tarde también fundó un banco y una compañía de tranvías que llevaban por nombre Wah Yick.
Para 1901, la prosperidad de la colonia china crecía tanto como el resentimiento de los laguneros, que por todos lados se topaban con sus tiendas de abarrotes y ropa, sus restaurantes, hortalizas y, sobre todo, lavanderías.
El recelo además engendró rumores y la gente comenzó a decir que los chinos envenenaban la comida y la bebida, como escribió el investigador Marco Antonio Pérez en su artículo “El relato de la matanza de chinos en Torreón, Coahuila”.
Sobre sus espaldas, los chinos cargaron con todos los estigmas, dice Castañón.
“Se decía que los chinos robaban el trabajo los mexicanos, también el trabajo de mujeres como lavar ropa en la lavandería o cocinar en los restaurantes; también se acusaba que los chinos trabajan por menos salario que los mexicanos; que eran sucios, una raza inferior, que tenía enfermedades que se la pegaban a los mexicanos, que al mezclarse con los mexicanos degrada la raza, son algunas de las motivaciones que se afirmaron en términos económicos y raciales”.
Así llegamos a esa “Noche de los Cristales Rotos” a la mexicana, que estalló el 13 de mayo de 1911, cuando en la Plaza 2 de Abril de Torreón, hoy Plaza de Armas, se escuchó aquel grito de: ¡Viva Madero… y mueran los chinos!
La matanza y los saqueos siguieron en los días posteriores, a manos de los rebeldes maderistas apoyados por la misma gente de la ciudad. Acusaban a los chinos de haber apoyado a las fuerzas federales y la orden fue “maten a todos”.
Uno por uno los acribillaron y sus cadáveres fueron tirados en la calle para que la gente los descalzara y buscara dinero, porque habían descubierto que llevaban sus ahorros escondido en sus zapatos.
El coronel maderista al frente de esta masacre fue Benjamín Argumedo, quien reconoció después, ante un juez militar, que él mismo había dado la orden de la matanza y en su defensa alegó que lo hizo porque los chinos lo habían recibido a tiros. Pero las investigaciones posteriores demostraron que estaban desarmados.
El ataque, que terminó el 15 de mayo, dejó entre la comunidad china 303 muertos. Y pudieron ser más si no hubieran llegado altos mandos mederistas que ordenaron impedir más asesinatos.
Los cuerpos de las víctimas terminaron en un socavón a las afueras del panteón, porque las autoridades no permitieron que los chinos fueran enterrados “dentro del camposanto”.
Antonio Lee Chairez es hijo de un sobreviviente de la matanza. Su padre logró salvarse gracias a Don Manuel Chairez Santa Cruz, quien posteriormente se convirtió en su suegro.
“Mi padre se estableció en el ramo de abarrotes, tenía bastantes amigos; el carácter de mi padre era alegre, jovial. Cuando se dieron los acontecimientos fuertes mi padre tuvo la suerte de que le apoyarán vecinos amigos ocultándolo y escondiendo de un lado para otro, aún con el riesgo de su vida. Especialmente Manuel Chairez Santa Cruz, este señor tenía una hija única, mi padre se hizo novio de su hija después se fue de aquí a finales del 1911 estuvo dos años en china y regreso, se estableció, se casaron en Torreón el 12 de diciembre de 1915 tuvieron ocho hijos Yo soy el último yo nací el 7 de julio de 1930”.
Los ataques contra la comunidad asiática se agravaron en los años 20 del siglo pasado, con discursos xenófobos cada vez más violentos motivados por ideas racistas. Los chinos fueron ofendidos y ridiculizados, se crearon en diversos puntos del país “comités” y “ligas” anti-chinas, apoyados por las cámaras de comercio locales y tolerados por el gobierno.
En 1921, durante el mandato de Álvaro Obregón, se impulsó la modificación del Tratado de Comercio y Navegación, con el objetivo de restringir la entrada a México de trabajadores provenientes de China, “salvo intelectuales y hombres de negocios, todos con garantía económica”.
Pero no bastó con evitar su entrada, también había que expulsar a aquellos que eran considerados “extranjeros indeseables”, todo bajo el amparo del artículo 33 de la Constitución.
Indeseables también se volvieron quienes se relacionaban con la comunidad china, recuerda Mónica Georgina Cinco, cuya familia vivió en carne propia la discriminación.
“Porque yo soy hija de una de las mexicanas que fueron llamadas Chineras mi abuela salió del país en 1932 sus documentos de identidad de salida decían lugar de nacimiento Culiacán Sinaloa nacionalidad China por matrimonio ella fue desconocida por su familia platicaba como la apedreaban en la calle por estar casada con un chino. Mi papá nace allá y él es repatriado en 1960, por el presidente López Mateos quien trajo a estas familias, porque ellos iniciaron desde muchos años atrás, una campaña pidiendo apoyo al gobierno mexicano para que lo regresarán al país”.
Hay que recordar que china estaba viviendo la caída de la dinastía cuando estás familias llegan a China no solamente les toca la Segunda Guerra chino-japonesa sino también el inicio del comunismo estas familias cuando llegaron allá no fueron reconocidas como chinas no tenían documento de identidad.
Para regresar al país no había ninguna autoridad que quisiera tomar el caso y repatriarlos eso significa que estuvieron 30 años perdidos en el sur de China.
Los archivos históricos hablan de que muchas de estas mujeres se quedaron viudas o concubinas e incluso Macao que por aquel entonces era protectorado portugués protegió a muchas mujeres mexicanas
En aquellos momentos se hablaba de la “la condición de estar como mexicano” y estar como mexicano significaba ser apátrida y pordiosero mi abuela regresó a México en el 78.
La importancia de que el Estado mexicano reconozca estos errores cometidos en el pasado radica en que hoy, todavía se siguen repitiendo, dice Mónica Georgina, sobre todo contra los migrantes que atraviesan el país en busca de llegar a territorio estadounidense.
“No debe repetirse ni con los chinos ni con ningún grupo migrante, porque México sigue siendo un país receptor de migrantes, no sólo asiáticos en el caso de los centroamericanos y de otros países Me parece que la línea es muy frágil. Esta animadversión que se hace a las poblaciones migrantes por creer que son diferentes, que son inferiores; culparlos de los problemas sociales que afectan al país y me parece que esta conmemoración y ese acto de perdón y justicia”.
La disculpa que hoy se ofrece llega con el tiempo para reconocer las aportaciones que México ha recibido de la migración china, de una comunidad próspera y laboriosa que hizo crecer las ciudades a las que llegaron, dice el doctor Castañón.
Es sobre todo una disculpa que logra sanar heridas que han estado abiertas por 110 años, dice don Antonio Lee, titular de la comunidad Chino Mexicana de Torreón.
“Esta disculpa es un evento que nos debe dar gusto, lo sentimos necesario; es un símbolo de Justicia porque sí había algún dolor, alguna pena, con esto se restauran todas las heridas. Y a partir de hoy espero se olviden esos sentimientos y realmente podamos sentirnos más integrados a una comunidad cosmopolita”.