Susanna Buchan se ha dedicado por años a escuchar el canto de las ballenas que habitan los mares de Chile, lo que le llevó a estudiar más sobre la conservación de los cetáceos.
IMER Noticias, con información de Michelle Carrere (Mongabay Latyam)
«Eran muchas horas de estar a la deriva con el hidrófono en el agua y con el motor apagado escuchando las olas, el viento, las historias de Dani y de don Carmelo, aprendiendo castellano. Fueron veranos muy bonitos con estas salidas muy meditativas donde había que estar ahí escuchando, grabando, conversando, tomando mate con la estufita que había en el barco. Así trabajé hasta el 2011».
Susannah Buchan, oceanógrafa
Susanna Buchan es oceanógrafa. Llegó en un viaje directo de Londres al archipiélago de las Guaitecas, en Chile, a los 24 años. Era 2007 y en su mente solo había una idea: escuchar a las ballenas azules.
Sin conocer América Latina ni hablar español, se instaló en la Patagonia, un lugar frío, desconocido y difícil de explorar.
«Trabajar en Patagonia es súper difícil. Después del 2007, que es el año en que llegué, volví todos los veranos hasta el 2011 a trabajar a Melinka porque seguí haciendo trabajos ahí con la universidad de Concepción. […] Uno está ahí cuatro meses pero a lo mejor tienes 20 días realmente buenos para trabajar, tal vez un poco más, pero entre el clima que te limita y los fondos que te limitan, porque yo trabajaba con fondos de una pequeña ONG en Inglaterra más el apoyo en logística y alojamiento que me daba el Centro Ballena Azul, es difícil. A veces tampoco es tan seguro porque estás en una zona donde no hay señal de celular. A veces ni siquiera hay contacto por radio. Si cambia el clima rápidamente puedes estar expuesta a situaciones peligrosas».
Susannah Buchan, oceanógrafa
En medio del mar chileno, escuchaba las historias de Daniel, mientras tomaban mate caliente. Todos los veranos —si sus ingresos y el clima lo permitían— los dos se internaban en el mar para grabar el canto de las ballenas con un hidrófono, una especie de micrófono sumergible.
«La modalidad de mi trabajo era salir todos los días que podía, en términos de plata y clima para grabar las ballenas azules con una familia particularmente, el lonco -es decir, el líder- de la comunidad indígena, Daniel Canullan, que es un gran amigo, un gran partner. Salía entonces con Dani y su suegro a grabar ballenas azules en su lancha chica de madera de siete metros. Había que elegir bien los días porque tampoco es un barco grande. Todas las experiencias con Dani y con don Carmelo, su suegro, fueron super bonitas porque aprendí mucho de ellos. Aprendí del mar, a leer el clima, el cielo, todo eso».
Susannah Buchan, oceanógrafa
Después de años de recopilar grabaciones bajo el cielo chileno, Susanna concluyó que las ballenas azules que habitan en esos mares tienen un canto propio, diferente al de todas las demás ballenas azules del mundo. Son únicas.
«Esa primera caracterización del dialecto chileno. Fue muy importante para decir que se trata de una población de ballenas azules única. […] Pudimos decir sí, hemos descubierto un dialecto regional único de las ballenas azules chilenas y hoy en día ese dialecto es lo que nos permite a todos los investigadores interesados rastrear acústicamente esta población de ballenas al largo del Pacífico Sur Oriental».
Susannah Buchan, oceanógrafa
Después de ese descubrimiento, Susanna comenzó a rastrearlas. Encontró que el principal lugar de alimentación de estas ballenas es la Patagonia, pero no es el único, porque también se podían encontrar en la caleta Chañaral de Aceituno, al norte de Chile, y en el archipiélago de Juan Fernández.
«Una vez localizadas las ballenas azules, parábamos el motor, nos deteníamos al lado del animal y echábamos el hidrófono al agua. Grabábamos todas las horas que nos permitía el animal y si este se desplaza subíamos el hidrófono, echábamos a andar el motor, seguíamos al animal, volvíamos a grabar y así».
Susanna Buchan, oceanógrafa
Con toda esa información, Susanna empezó a estudiar más sobre la conservación de los cetáceos. En el Centro Ballena Azul se sumergió en las ciencias del mar. Aprendió que se puede hacer ciencia a partir de las conversaciones y de las comunidades a partir de su conocimiento ecológico. Consiguió fondos para un proyecto de conservación que arrancó en 2011 y con el que pudieron acceder a tecnología que permite escuchar a las ballenas en tiempo real.
Pero para Susanna, lo más importante es lo que se puede hacer con todo lo obtenido.
«Ha sido importante que toda la información oceanográfica que estamos recopilando sirva para poder describir la dinámica ecológica de las zonas de alimentación en Chile. Así podemos tener argumentos para apoyar la toma de decisiones y explicar por qué estos ambientes son tan importantes para las ballenas y por lo tanto es necesario que se protejan».
Susanna Buchan, oceanógrafa
Trece años después, Susanna va y viene entre Chile y Canarias, donde vive su pareja, un fotógrafo submarino. La mayor parte del tiempo la pasa al norte del país sudamericano, donde tiene un proyecto con el centro CEAZA, en la Patagonia, donde desarrolla un proyecto científico con la universidad de Concepción y en Santiago. Pero siempre tendrá tiempo para las ballenas.
«Cada vez que estoy al lado de una ballena me mueve como si fuera la primera vez. Me emociona, me maravilla y me siento tremendamente afortunada de tener esa experiencia, de poder hacer algo para entenderlas mejor y protegerlas de mejor manera».
Susanna Buchan, oceanógrafa
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