Jóvenes indígenas en México luchan contra la discriminación social y sistémica para preservar y formalizar sus idiomas, en un esfuerzo por mantener viva la diversidad lingüística del país.
Escucha este trabajo especial con producción de Adria Aceves.
Julián Vásquez
Desde Tlahuitoltepec, Oaxaca, Micaelina Gómez es una chica de 20 años que se aventuró a estudiar la licenciatura en enseñanza de lenguas indígenas en la capital del país, la primera de su tipo en México.
Ella habla ayuuk, un idioma en peligro de desaparecer, toda vez que sólo el 6.1 por ciento de la población lo habla, es por eso que su meta es lograr que su comunidad la preserve a través de la educación. Hoy, en el Día Internacional de la Lengua Materna, conoceremos su historia y la lucha por mantener vivo su idioma a pesar de los obstáculos como la discriminación.
“Si la lengua se aprende, pues todo lo demás le va a hacer más fácil, al que lo estudie, al que yo le enseñe”, comentó Micaelina Gómez.
Frente a la extinción no sólo de su idioma, sino de toda una forma de ver el mundo, Érika Pérez, de 18 años, es una de las 60 estudiantes de la primera generación de la ULIM, Universidad de las Lenguas Indígenas de México.
“Yo vine aquí a estudiar a ULIM porque mi lengua está a punto de desaparecer. Los niños hoy en día ya no quieren hablar la lengua tsotsil y entonces yo vine acá para cuando vayan con mi edad los enseñe a los niños a como poder revitalizar de nuevo mi lengua”, comentó Érika Elizabeth Pérez López.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cultura y la Ciencia, UNESCO, México tiene 364 lenguas originarias, lo que nos ubica dentro de los ocho países donde se concentran la mitad de los idiomas del mundo.
Sin tomar en cuenta las variantes dialectales ni el español, existen 68 lenguas indígenas de las cuales 23 están en riesgo de desaparecer por completo, como el tsotsil que habla Érika.
El propósito de la ULIM, de acuerdo a Miguel Castellanos Cruz, profesor, lingüista y hablante del chinanteco, es formar profesionales, desde licenciatura hasta doctorado, que ayuden a preservar, enseñar y formalizar sus lenguas en sus respectivas comunidades.
“Yo creo que es esa parte que puede ayudar mucho para que esta lengua o la lengua que se habla específicamente en este espacio, los alumnos, pues no se pierda, ellos sean los principales promotores y sea algo que sí llegue a impactar, no tanto aquí, sino en las comunidades.
“Y esperan que ellos regresen con una formación propia de la lengua para que ellos con su conocimiento puedan elaborar materiales muy aterrizados desde la cosmovisión, desde la cultura”, señaló Castellanos Cruz.
Si el hablante muere, también una parte del idioma
Al igual que Érika, Micaelina y sus compañeros se enfrentan diversos problemas que dificultan su camino en la enseñanza y re-enseñanza de sus lenguas: El primero es la falta de un sistema escrito, ya que por siglos idiomas como ayuuk, tsotsil o chinanteco han sobrevivido a través de la palabra oral. Si el hablante muere, también una parte del idioma, así lo dice Érika:
“Pero es que los números en la lengua tsotsil ya lo olvidaron, ya no saben contar, el problema de ahí es que no saben escribir todos se olvidaron de escribir la lengua tsotsil y tiene que otra vez que rehabilitar para poderla escribir”.
Otro de los retos es perfilar la enseñanza para cada lengua. Los alumnos y alumnas vienen de diferentes regiones de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Hidalgo, Jalisco, Durango y la capital del país.
Cada lengua tiene sus particularidades lo que hace que trasladarlas a un sistema escrito sea lento, como el chinanteco, que actualmente cuenta con 144 mil hablantes y se basa en palabras nasales y con vocales como palabras con múltiples significados.
“Son muy tonales, son lenguas muy nasales y son lenguas que usan palabras muy cortas, como no lo es el náhuatl o el totonaco. En este caso el chinanteco nosotros tenemos una sola consonante, podemos decir una palabra, es decir, no necesitamos de una vocal para decir agua, solamente con pronunciar la pura “m” es “mmm” y para decir jitomate “j’m”, y para decir cesto “mmm”, porque así es la lengua, no es de que tengamos que agregar o quitar, sino tenemos que entender la estructura de la lengua”, explicó.
Pero sin duda, el mayor enemigo de la enseñanza y supervivencia de lenguas indígenas es el racismo no sólo de grupos sociales, sino del mismo sistema educativo con políticas monolingües que orillan a las infancias a no hablar su lengua materna. Érika y Micaelina nos cuentan su experiencia.
“Sufren discriminación, te prohíben hablar la lengua. Hasta dicen los profesores no hablen la lengua tsotsil, hablen solo el español porque, dicen tienen miedo a sus alumnos y que tal si les critican”, señaló Érika.
“Ellas dicen que ella no sabe hablar el español, que ella debe de hablarlo. Mi hermana sigue hablando la lengua, entre ellas mismas se discriminan, se hacen bullying”, refirió Micaelina.
Una de las metas que Érika, Micaelina y Miguel buscan es lograr una educación indígena, intercultural y plurilingüe. Esto implica que haya alfabetización formal basada en educación comunitaria, algo que la ULIM está logrando en su primer semestre de existencia.
“Si el compañero habla otra lengua no le entiende, pues se analiza su lengua. Todas las lenguas tienen algunas similitudes y algunas diferencias de cómo se escriben, algunas son glotalizadas, nasalizadas y a través de la fonología también lo estamos analizando”, dijo Micaelina Gómez.
Por décadas, la cultura y la lengua indígena ha sido discriminada en una lógica de racismo. Sin embargo, Micaelina confía en que dentro de cinco años, cuando termine su formación académica, el ayuujk, su lengua materna, deje de estar en peligro de extinción.
“Pues enseñando mi lengua a los niños de mi comunidad y concientizándolos sobre la importancia de la lengua y también a la comunidad por supuesto”, finalizó.
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