Muralistas de Tijuana, Silvia Mostaza e Iván Arévalo, convierten los muros en espacios de identidad, memoria y diálogo en la frontera.
Escucha nuestra conversación con los muralistas Silvia Mostaza e Iván Arévalo y Adriana Esthela Flores, con una producción especial de Alberto Palomino.
Adriana Esthela Flores
“Tijuana se ha convertido en un gran lienzo donde la ciudad se cuenta a sí misma”, dice la muralista Silvia Mostaza al describir cómo el arte urbano ha transformado la frontera norte.
En cada muro, los artistas reflejan identidad, memoria y comunidad: “El mural no solo embellece, también provoca y transforma el espacio público”.
A través de colores y figuras, las calles de Tijuana se han convertido en un museo al aire libre que rescata espacios y crea pertenencia.
“Tijuana debería ser un museo para la sociedad; cada muro cuenta una historia y crea identidad”, afirma Mostaza.
Arte con propósito y comunidad
La artista comparte que el muralismo fronterizo tiene una dimensión social y humana:
“Mientras pintas, la gente se detiene, pregunta, reflexiona. Hay un diálogo entre el espectador y la obra, y eso es lo más gratificante.”
Para ella, el arte público es un espacio de encuentro. Cada intervención busca conectar con la comunidad, involucrar a los vecinos y a las nuevas generaciones.
“Incluir a estudiantes y vecinos en los murales genera un aprendizaje que va más allá del arte”, comenta.
Visibilizar las raíces y la historia
Por su parte, el muralista Iván Arévalo ha centrado su trabajo en la representación de los pueblos originarios de Baja California.
“Nuestros murales visibilizan a los pueblos originarios; son parte de la historia de Tijuana y deben estar presentes en el paisaje urbano”, explica.
Su obra ha retratado a líderes como Norma Mesa, de la comunidad kumiai, para rescatar la memoria de los pueblos y su papel en la historia tijuanense.
“El muralismo es un ejercicio social que comunica, conecta y rescata la memoria colectiva”, señala Arévalo.
El mural como herramienta de cambio
Para ambos artistas, el mural no es un adorno: es una herramienta de transformación.
“El mural debe tener contenido, provocar algo, transmitir. No es solo color; es conocimiento y reflexión en el espacio público”, enfatiza Mostaza.
Arévalo coincide: “El mural no es un anuncio, es una herramienta para transformar. Desde lejos ya transmite un mensaje.”
El arte mural, aseguran, sigue siendo una forma de comunicación que mantiene viva la voz del pueblo, que denuncia injusticias, celebra la diversidad y crea puentes entre quienes habitan la frontera.
Mujeres que pintan la frontera
Silvia Mostaza, una de las pocas mujeres muralistas en Tijuana, impulsa la participación femenina en el arte urbano.
“Como mujer muralista quiero dejar huella e invitar a otras mujeres a atreverse. También nosotras tenemos algo que decir”, asegura.
Cada mural suyo es una declaración de fuerza y visibilidad en un campo tradicionalmente dominado por hombres.
“Cuando una mujer pinta un mural, no solo deja color: deja un mensaje de presencia y comunidad.”
Un arte que permanece
Los temas que aborda Mostaza, como la naturaleza, la identidad y la colectividad, buscan trascender el tiempo:
“Me gustan los temas de naturaleza porque son atemporales; quiero que mis murales los vean las futuras generaciones.”
Ambos artistas coinciden en que el muralismo fronterizo es un movimiento vivo, donde el arte se convierte en memoria, resistencia y esperanza.
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