El Ajusco, escenario de diversas búsquedas por parte de familias de personas desaparecidas; familiares denuncian alta inseguridad del lugar.
Escucha el especial con la producción de Hazel Zamora.
Hazel Zamora
A las 7 de la mañana, varios camiones escolares se reúnen en el metro Chabacano. No llevan estudiantes de paseo, sino voluntarios y voluntarias que se preparan para buscar personas desaparecidas en la tercera área natural más grande de la Ciudad de México: el Ajusco.
El lunes 27 de enero, y durante los tres días posteriores, intentaron encontrar más restos de Jael Monserrat Uribe Palmeros, una joven de 21 años que desapareció después de acudir a una entrevista de trabajo en Iztapalapa, en 2020.
Hace tres meses, su madre, Jacqueline Palmeros, encontró algunos de sus restos óseos en una zona conocida como el Llano de Vidrio. Su caso llamó la atención mediática porque fue ella, y no las autoridades, quien encontró a su hija.
“Tengo muchos sentimientos encontrados. Me llena de rabia, de enojo, de dolor, de tristeza. Pero a la vez, como mamá, cuando encuentras a tu hijo, llega un sentimiento de paz al saber que no está sufriendo”
Una Luz en el Camino
Desde 2021, Jacqueline recorrió el Ajusco y siguió las pistas que indicaban que el cuerpo de su hija pudo haber sido abandonado en ese lugar, a 15 kilómetros del centro capitalino. Otras madres en la misma situación se unieron a ella y crearon el colectivo de buscadoras “Una Luz en el Camino“.
Juntas, encontraron varios restos humanos en este bosque que hoy llaman “cementerio clandestino“:
“Se ha convertido en una zona de muerte, de terror, de hallazgos constantes y parece que las autoridades no nos escuchan”.
El viaje hacia el Llano de Vidrio tomó dos horas debido al tráfico de la ciudad. A medida que avanzaron, dejaron atrás las cabañas vacacionales y los parques recreativos. Los pinos se alzaron a su alrededor y la temperatura bajó. Apenas pasaban algunos coches y camionetas.
Fuera de eso, no había señales de actividad humana. Todo es bosque. Un paisaje solitario que extendido hasta donde alcanzó la vista.
Las madres buscadoras y personas voluntarias descendieron en una barranca, justo en la curva del kilómetro 32 de la carretera Picacho-Ajusco. Removieron tierra y basura acumulada por los años.
Las acompañaron bomberos, personal de la Fiscalía de Justicia capitalina, la Comisión de Búsqueda local y nacional, así como la Guardia Nacional y la Secretaría de Marina.
Sin embargo, el personal no fue suficiente para cubrir el terreno. Además, la mayoría estuvo arriba, esperando.
Ajusco, cementerio clandestino
En la Ciudad de México hay 5 mil 948 personas desaparecidas y no localizadas, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO). De ellas, 313 siguen sin ser encontradas en Tlalpan, la alcaldía donde está ubicado el Ajusco.
Hace 35 años, Inés Enrique llegó a vivir al Ajusco. Su esposo le dijo que la traía al “balcón de la Ciudad de México” porque desde ahí podían apreciar todo el Valle. En este territorio formó su familia. Aquí también desapareció su hijo, Francisco Sandoval Santiago Reyes, en abril de 2018:
“Antes era un lugar tal vez seguro, o por lo menos eso decíamos. En el Ajusco íbamos con nuestros hijos libremente, lo sentíamos así, como una zona tranquila. Donde la naturaleza, todo era bonito, y es triste pensar y saber que se ha convertido en esto”.
A sus 67 años, Inés es una de las madres buscadoras que descendió la barranca con ayuda de una soga. Escarbó durante seis horas bajo el sol abrasador. No sólo busca a Jael, también a su hijo. Francisco desapareció en la carretera Picacho, en el Paraje 38.
Hasta ahora, no hay rastro de su paradero.
“Yo creo que el deseo de saber, de encontrar, es lo que nos da fuerzas. Y créame que para esto no hay cansancio como mamá, así una tenga que subir, bajar, hacer. Esas fuerzas nos las dan nuestros propios hijos o los familiares que nosotros buscamos”.
Daniela González Ramos es otra de las habitantes de esta zona ecológica que vio cómo se convirtió en un lugar inseguro, sobre todo, después de la desaparición de su hijo, Axel Daniel González, de 16 años, en 2022:
“De hecho aquí en el Ajusco son seis casos, todos de jóvenes, hombres, en diferentes tiempos y creo que aquí hay un contexto grandísimo. Uno de ellos es el crimen organizado, ya que, aquí en el Ajusco se cometen varios delitos como la tala clandestina, el narcomenudeo, el cobro de piso, extorsión y diferentes delitos”.
La buscadora e integrante de “Una Luz en el Camino” explicó que el Ajusco es un “sitio ideal para abandonar cuerpos“. Esto, porque colinda con Morelos y el Estado de México.
Incluso, señaló que no hay vigilancia, ni cámaras de seguridad o señal telefónica, y además tiene parajes donde pueden estacionarse vehículos sin ser vistos.
Por ello, las madres exigieron la instalación de arcos de seguridad a lo largo del bosque con el objetivo de registrar quiénes transitan por el área:
“Tenemos tesoros que desaparecieron en otras alcaldías pero con indicios aquí, ya que, es una zona de fácil acceso. Hay retenes, pero no son lo suficientemente aptos para detectar que están cometiendo un delito”.
A pesar de los esfuerzos de las madres y las personas solidarias, en los tres días de la búsqueda no encontraron más restos de Jael Monserrat, pero sí casquillos de balas.
Al final de la jornada, Jacqueline Palmeros lucía abatida. Sus compañeras buscadoras la abrazaron. La fortaleza que mantuvo esos días se desvaneció, pero tomó un segundo aliento. Así, recordó a las autoridades la deuda que tienen con sus hijas e hijos desaparecidos:
“Nos queda a deber muchísimo el Estado porque se están acostumbrando a que nosotras hagamos su trabajo. Como siempre lo he repetido, porque si ustedes pudieron observar quiénes se están rompiendo, eran las madres y los voluntarios.
El día que yo vea a un Fiscal o un Comisionado ensuciándose las botas voy a decir, mientras no. Mientras, nos siguen quedando a deber”.
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Una aguja en un pajar
Pese a los riesgos, las familias continuaron internándose en el Ajusco. La semana que le siguió, del 4 al 7 de febrero, fue el turno de María del Carmen Volante y sus dos hijos, José y Esteban.
Desde 2017 buscaban a Pamela Gallardo Volante, la hija menor de la familia, que desapareció a los 23 años tras asistir a un concierto en la zona:
“Para mí, hasta la desaparición de Pame es cuando nosotros empezamos a descubrir la inmensidad del Ajusco, pero aparte nos venimos enterando en estos siete años por la misma policía, pues es una zona de delincuencia organizada”.
María del Carmen sufrió los impactos físicos y psicológicos de buscar en este terreno volcánico. Cada vez le cuesta más caminar, por lo que trata de coordinar las búsquedas, exigiendo materiales y personal suficiente a las autoridades.
También brinda comida y agua a cada persona que, como dice, le presta sus manos y ojos para encontrar a su hija:
“Ya no soy tan joven, ya me canso. El dolor no es fácil. El ver que tus hijos no despegan por seguir con una madre buscadora y seguir apoyándome para encontrar a su hermana y saber a dónde está su hermana”.
En otra ocasión, la búsqueda de Pamela fue en un parque recreativo del kilómetro 12 de la carretera Picacho. El frío era más intenso así que la vegetación estaba cubierta de rocío.
No es el primer sitio donde la buscaron. En siete años, Esteban Gallardo, su hermano, afirmó que han recorrido distintos puntos a lo largo de 10 kilómetros de la carretera Picacho-Ajusco:
“La verdad es que prácticamente desde el kilómetro 7, por así decirlo, del 7 al 20 y tantas son las búsquedas que hemos tenido. Nos hemos integrado en otras búsquedas con otros familiares y a otras brigadas de búsqueda”.
El sitio que inspeccionaron era un vertedero de desechos de construcción. Para removerlos necesitaron maquinaria pesada. Luego, las personas voluntarias tamizaron la tierra con las manos, buscando lo impensable: algún resto humano.
“Ya llevamos bastante tiempo haciendo estas búsquedas aquí en el Ajusco y aún así pues desconocemos todo lo que puede llegar a suceder aquí. Y nos damos cuenta de que es como buscar una aguja en un pajar”.
En este lugar encontraron 18 restos óseos. Las autoridades sólo dijeron que no eran de Pamela. No investigaron a quién pertenecían ni cómo llegaron ahí. Incluso si son de otra persona desaparecida.
Un gabinete de búsqueda
Durante las jornadas de búsqueda de Pamela y Monserrat, el gobierno de la Ciudad de México anunció la conformación de un Gabinete de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Entre sus primeros recorridos estuvo la zona del Ajusco.
El 31 de enero, la jefa de Gobierno Clara Brugada presentó el gabinete como uno de los compromisos con los colectivos de búsqueda de personas, y precisó el objetivo del equipo:
“Este gabinete de búsqueda de personas desaparecidas justamente tiene la gran tarea de la coordinación interinstitucional. Esto es lo primero: todas las mañanas se reunirá este gabinete para alinear las estrategias, protocolos y acciones operativas de todas las instituciones que trabajan en la búsqueda de personas desaparecidas en la Ciudad de México”.
Para este reportaje, buscamos a la Comisión de Búsqueda de Personas de la Ciudad de México, dependencia de la Secretaría de Gobierno y parte de dicho Gabinete. Queríamos conocer las acciones que emprenderían en apoyo a las familias y sus demandas para crear un entorno más seguro en la zona.
Hasta ahora, no hemos recibido respuesta.
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