Durante la contingencia sanitaria, Alicia, Niza y Abril se transformaron para dejarlo todo y comenzar una nueva vida lejos de lo que siempre fueron.
Escucha las historias de tres mujeres que decidieron empezar desde cero.
Aura García y Perla Miranda, con producción de Jorge Jaramillo
Una ciudad al otro lado de la frontera, desconocida, pero llena de oportunidades; un camino montañoso por descubrir cada semana y un emprendimiento con olor a cítrico, junto a la bondad del campo. Esos son los escenarios que la pandemia terminó por ofrecer a Alicia, Niza y Abril.
La decisión, que todas tomaron, de dejar atrás una vida no fue tan sencilla, aunque sí muy espontánea. Así lo recuerdan ellas:
“‘Vente pa acá, me dijeron. Y yo de ‘no, cómo crees’. Fue un transcurso de dos semanas. Y yo dije ‘bueno, mis hijos ya están grandecitos. ¿Por qué no? Pues total. ¿Qué puedo perder? Un empleo, mmm, sí lo pensé mucho, pero bueno igual y sí’. Y me entraron ganas de venirme. Y al final dije ‘bueno, pues me voy. Me voy y me voy”. Alicia
“Lo que cambió, fue el pensar que en realidad cualquiera nos podíamos morir, que ni en casa estabas seguro en términos de la pandemia, entonces cuando empiezo a hacer esta reflexión: qué pasa si yo me muero, qué cuentas me voy a entregar a mí, entonces dije no puede ser posible que solo me diga que fue mi trabajo”. Niza
“Sentía mucha angustia, por no saber qué iba a pasar, y hace mucho tenía las ganas de emprender algo, pero con todo lo que estaba pasando en la pandemia pensé que si no era en ese momento, me iba a sentir mucho más mal de lo que ya estaba. Lo mejor era ocupar mi mente.” Abril
Contra todo pronóstico de éxito, las tres mujeres abandonaron su hogar en la zona metropolitana, sus amistades y la “nueva normalidad”, a la que apenas se estaban acostumbrando por el paso de la Covid-19.
Todas sufrieron pérdidas en la contingencia sanitaria y quedaron, sin quererlo, en un callejón sin salida, pero esta situación las hizo cuestionarse y replantear su existencia. El resultado fue tomar riesgos para transformar su realidad.
Una pérdida familiar, detonante para el cambio
Alicia tiene 42 años, pero durante al menos siete invirtió 4 horas diarias en transporte público para ir de Chimalhuacán a Lomas de Chapultepec, y de regreso. En esa colonia lujosa, al sur de la Ciudad de México, trabajaba como auxiliar educativo, donde sus labores eran diversas: asistir en el transporte escolar a los estudiantes, apoyar a la profesora en el salón, entregar material y alistar a los menores a la hora de salida, así como hacer el aseo.
Después, por las tardes y las noches, tenía lo que podemos llamar un “segundo turno” y hacía arreglos y costuras en un pequeño taller familiar. Todo por un sueño: terminar de construir su casa y concretar un patrimonio.
La pandemia modificó su rutina y en la escuela se redujo su carga laboral, pero en el taller empezó a recibir pedidos de miles de cubrebocas y sus jornadas se extendieron hasta la una o dos de la mañana. En general, todo transcurría con calma, pero una tragedia alcanzó a la familia.
“Desafortunadamente yo perdí un hermano por el Covid. Fue difícil la situación porque no hubo para comprar dos tanques. Solamente teníamos uno y al momento en que lo retiramos para ir a llenarlo… Para mi hermano, ya era vital el oxígeno y no lo tuvo, y pues se fue en ese momento, porque le faltó la respiración. ¡Y qué triste es decirlo!, porque no pudimos hacer nada. En México vives al día, con lo que ganas diario, y que la comida, que los pasajes, que los estudios y pues es muy limitado en ese sentido”.
A catorce días de la pérdida, e impulsada por sus tíos, Alicia tomó la decisión de “cruzarse” a Estados Unidos, con la idea de contrarrestar su precariedad y hallar opciones de crecimiento personal.
De acuerdo con Carlos Trujillo, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, es normal que el fallecimiento de una persona cimbre la vida de quienes lo rodean y lo quieren; incluso, este suceso puede desatar planes e ideas que de otra manera habría costado mucho trabajo concretar. Es así como la ciencia explica la reacción de Alicia, quien prefiere que la llamen ‘Alice’.
“Claro que los eventos fuertes de la vida te permiten reflexionar qué hiciste y que no hiciste, es el famoso antes y después dentro de tu experiencia, que permite pensar si lo que hiciste fue útil o no. Es decir, las experiencias de vida o de muerte generalmente nos hacen el recordatorio de que somos mortales, que nos vamos a morir. Y esta cercanía a la muerte, entonces es lo que de repente hace que replanteemos la vida ante el recordatorio de que se acaba el tiempo y de que en cualquier momento podemos hacer algo que nos lleve a este camino definitivo, ya sea acelerarlo o retrasarlo”.
Como Alicia, en México, al menos 300 mil personas sufrieron la muerte de un ser querido que enfermó de SARS-CoV-2, y pese a que en muchos casos hubo consecuencias devastadoras, ella lo usó como un detonante de cambio. El Maestro Trujillo abona a esta idea de que la pandemia, como cualquier crisis, desencadenó ajustes radicales en los hábitos y provocó lo que en la psicología se denomina en “descongelamiento de su estructura de vida”.
Para Alice, instalarse en otro país y separarse de sus hijos fue lo más duro, y lo más difícil de asimilar, pero ahora considera que ha valido la pena. Con el mismo empeño diario, pero en tan sólo un año, ha conseguido generar ahorros, comprar un auto y dar continuidad a la obra negra de su casa en el Estado de México. Ah, y por si fuera poco, también encontró el amor.
“Me ha ido bien la verdad. He encontrado mucha gente buena, digamos que hay mucho trabajo. Esfuerzos creo que son los mismos, pero con más ganancias, por así decirlo. Tenía mi terreno, mi casa empezada, pero nunca le pude avanzar porque yo me separé hace como diez años y los hijos forman parte de los gastos y demás. Y pues aquí a un año, en Estados Unidos, he avanzado muchísimo. Un cuarto con loza, con aplanado, baño, pintado y todo, sólo me falta amueblarla y un carrito, un Uber. Aparte, conocí un novio y probablemente hasta me case. ¡Imagínate!”.
De la rutina de la ciudad al contacto con la naturaleza
Pero en esta pandemia seguramente también escuchaste de personas que quisieron mejorar su bienestar físico y social y que encontraron que renunciar a su empleo era la única vía para lograrlo.
Está documentado que en Estados Unidos, durante 2021 al menos 46 millones de personas dejaron sus trabajos. De acuerdo con la revista MIT Sloan, contrario a lo que se creería, los motivos que detonaron las renuncias fueron una cultura tóxica, inseguridad laboral, el contagio de Covid-19 y la falta de reconocimiento a su trabajo, pero no la demanda de un mejor sueldo. Niza fue una de ellas.
“Cuando cierra los ojos, se deja envolver por el silbido de las aves, suspira y cree que está en un sueño. En Tepic, vive sin prisa, no extraña correr para entrar al metro de la Ciudad de México, saltarse la hora de la comida por tener mucho trabajo, ni encomendarse a todos los santos para que no la asalten de regreso a casa.”
Por más de diez años centró su vida en ejercer como periodista, estudiar una segunda carrera en Lingüística y una maestría en Periodismo Político. A pesar de que sus actividades cambiaban, su rutina era la misma: pararse de madrugada, salir de casa antes de la hora pico, trabajar, regresar y alistarse para otro día. Y no le desagradaba, hasta que llegó la pandemia.
El aumento de contagios y defunciones por el virus la hicieron reflexionar: ¿Qué pasa si muero? ¿Estaré feliz con la vida que viví? ¿Qué pude haber hecho diferente? Cada noche, antes de dejar su sala convertida en oficina pensaba si trabajar en pijama como parte de la “nueva normalidad” era lo que realmente quería.
“Me motivó la pandemia, pero también la situación de la ciudad, lo que me hicieron decir: necesito un cambio. Cuando la gente empezó a morir mucho, me tocó que se me murieran cuatro parientes en menos de una semana, y a mí eso generó un impacto muy fuerte, porque me dí cuenta que aunque yo hubiera tenido esas ganas de abrazar a mi familia sin pandemia, de todas formas no hubiera ido a abrazarlos porque hubiera estado trabajando. Yo ya estaba muy cansada del estrés, muy cansada de la violencia, yo dije ya, es que esto no puede ser, me dije: esto tiene que cambiar”.
Aunque en México las condiciones laborales son distintas que en Estados Unidos y no han ocurrido renuncias masivas, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación de Empleo, la población desocupada hasta diciembre de 2021 era de 2 millones de personas.
Carlos Trujillo, investigador y docente, descarta que de un momento a otro ocurran revelaciones que impulsan a las personas a dejar un empleo o saltar de una profesión a un oficio y considera que estos hechos merecen estudiarse a profundidad y a la luz de los años.
“Muchos de esos trabajos que se cambiaron o que se perdieron, estas renuncias, tienen que ver con trabajos precarizados, no muy bien pagados, no de muy alta calificación o no tan codiciados. Probablemente, esto responde a establecer ciertas prioridades en el momento, como decir ‘para qué me estoy matando si me estoy poniendo en riesgo’. Es decir, estamos encontrando aquí un fenómeno mucho más complejo y mucho más multicausal que únicamente las epifanías”.
Niza fue parte de este grupo, presentó su renuncia y buscó en internet cuáles eran los lugares más seguros para vivir en México. Aunque su precariedad no era económica, e invirtió casi 12 años en profesionalizarse, lo que ella buscaba era calidad de vida.
Por encontrarse entre las ciudades más seguras, eligió mudarse a Tepic, en quince días vendió lo que tenía en su departamento de Ciudad de México, empacó lo básico y con el apoyo de su papá, ella y sus mascotas llegaron a su nuevo hogar.
Curiosa por saber que hacer para distraerse, descubrió grupos de senderismo y el primer fin de semana lo dedicó a esta actividad en la que encontró una nueva pasión.
Semanas después, la mujer de 37 años fue contratada por una agencia de marketing, pero sus empleadores trataron de incluirla en una dinámica similar a la que tenía en su empleo anterior, por lo que renunció y abrió su propia agencia, además inició un podcast sobre senderismo, con el que resuelve dudas y brinda consejos a quienes inician en ese mundo.
“Cuando descubrí lo que era el senderismo, el contacto con la naturaleza, subir cerros, ver paisajes preciosos, descubrir los aromas de un lugar no contaminado, ver un cielo sin contaminación lumínica, descubrí una nueva pasión. Luego empecé a trabajar en una agencia, pero me contrataron porque pensaron que los chilangos saben trabajar mucho y renuncié, abrí mi propia agencia, tengo un podcast, la verdad estoy bien contenta. Suena muy poético, pero quiero disfrutar mis sentidos, quiero disfrutar estar viva, sentir que valió la pena”.
De la ciudad al campo
Según los especialistas, no sólo el miedo a la muerte o las malas condiciones de trabajo fueron factores que encendieron un deseo de renovación o cambio en las personas, sino también la meta de preservar la salud mental tras meses de confinamiento.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó en el contexto del brote de Covid-19 que la ansiedad y el estrés son respuestas normales frente a lo desconocido; por ello, recomendó a quienes las padecían llevar a cabo actividades que distrajeran la mente y provocaran alegría.
Precisamente Abril se hallaba en un momento de crisis a finales del 2020. Sus planes a mediano plazo se habían transformado en pedazos de un rompecabezas incompleto y sentía miedo, a causa del desempleo y los gastos corrientes.
A diferencia del año previo, cuando vivía sola y desbordaba estabilidad, había vuelto a casa de sus padres, el encierro le provocaba desasosiego y la urgencia por conseguir un empleo la consumía. La suma de todos estos hechos y emociones, la orillaron a considerar una opción que jamás había tenido en mente: irse a Michoacán y construir un negocio en el campo.
“Mi novio tenía esos mismos problemas. También habían bajado sus ingresos. No tenía otra fuente y empezamos a buscar otras opciones. Meses antes de toda la pandemia, habíamos conocido un proyecto de agricultura, que era la siembra de blueberry. Visitamos algunos huertos, aprendimos un poco de ellos y cuando vino la crisis decidimos echarle ojo a eso. Nos interesamos, empezamos a investigar, a informarnos y a ver qué podíamos hacer, así que nos asociamos con otra personas más y fue como decidimos emprender”.
Manuel González Oscoy, experto en psicología clínica, explica que la transformación que las personas enfrentaron por la contingencia impactó todas las áreas de su vida y su forma de relacionarse. Todo esto produjo la necesidad de “convertirse en alguien más” frente a la depresión y otros trastornos.
“Este fenómeno de la pandemia nos ha traído una serie de cambios en distintos niveles, si consideramos la cuestión psicológica, bueno, pues podemos decir que ha habido cambios en conductas, pensamientos, sentimientos en los diferentes ámbitos de las personas, desde la cuestión interna individual, de pareja, de familia, laborales, claro esto sí trajo en muchas ocasiones un replanteamiento”.
Abril, a sus 28 años, asumió muy en serio este papel para no desmoronarse y abandonó la comunicación organizacional en oficinas del Gobierno y para consultorías, llegó a la vida en el campo a trabajar con las manos, sembrar, escoger fertilizantes, instalar estructuras de riego, hablar con los frutos, despertar de madrugada y volver a casa cuando caía la noche. Además, tuvo que asumir responsabilidades administrativas y de negociación con distribuidores y proveedores.
Como citadina quedó impactada porque en (Aporo), Michoacán, no había aglomeraciones, cifras exorbitantes de enfermos, ni terror en los medios, sino mucho distanciamiento social y hectáreas de aire puro de por medio, que le ayudaron a sentirse ella otra vez.
A más de 360 kilómetros de distancia de su casa, maduró, halló compañía y conoció la solidaridad en el trabajo.
“El trato con las personas es diferente, la mayoría de la gente de aquí se conoce, son más cercanas y eso hace que puedas tener buenas relaciones de trabajo. Cuando empezamos nuestro proyecto la gente estaba muy abierta a compartir lo que sabía del campo y eso es muy bonito. Uno, que llega sin saber nada, no siente que la gente sea celosa con sus conocimientos; al contrario, te abren la puerta y te dan la oportunidad de aprender. Además, de que no desconfían tanto de ti.”
Para Niza, Alicia y Abril estar lejos de los que aman ha significado el mayor reto en medio de su nueva vida. Están conscientes de que sacrificaron cariño, bienestar y confort, pero lo volverían a hacer todo igual porque saben que ese camino les trajo paz y satisfacción consigo mismas.
Estas mujeres ya no son las de antes; la pandemia las transformó, ellas se transformaron. Y tú, ¿qué harías si decidieras hacer algo diferente? ¿qué harías si quisieras ser alguien diferente?
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