Actualmente, las minorías de la ultraderecha están asaltando, a través de medios legales, el poder político en muchos sistemas democráticos.
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IMER Noticias
Este viernes en su “Biblioteca mínima del buen ciudadano”, en analista político Isidro Cisneros trae a cuenta La dictadura de la minoría. Un estudio en el que sus autores, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, plantean la subversión de las instituciones democráticas.
Aquí, los políticos sostienen que estamos atravesando una época convulsa en la que la gobernanza neoliberal, el ascenso generalizado de la extrema derecha, la política de bloques, así como el desarrollo de distintas formas de autocracia se están imponiendo en diferentes latitudes del planeta.
Los autores exponen en esta obra cómo los partidos políticos se vuelven contra la democracia, la crisis de ésta, los procesos de degradación institucional, así como el ascenso de los autócratas “competitivos”.
Y para ilustrar ello, se remiten a asalto al Capitolio incitado por el expresidente Donald Trump en 2021.
“Fueron cuatro años de retroceso para la democracia que culminaban en un intento de golpe de Estado. Estados Unidos sufrió una reacción autoritaria tan feroz, que sacudió los cimientos de la República y llegó a suscitar preocupación entre los aliados internacionales sobre el porvenir democrático de ese país”.
Asimismo, esta obra refiere que actualmente son las minorías las que atentan contra la democracia, de “esas minorías de la ultraderecha que están asaltando por medios legales, el poder político en muchos sistemas democráticos”.
Los autores plantean que actualmente cuando un partido representa a un grupo que percibe de sí mismo que pierde terreno, a menudo se radicaliza, pues los líderes se sienten presionados para ganar cueste lo que cueste, por lo que perder deja de ser una opción aceptable.
“En ese caso, los políticos convencionales pueden matar a la democracia, socavando, cuando dan alas al extremismo antidemocrático”.
En el caso de la democracia húngara que se ha venido rompiendo sistemáticamente, Viktor Orbán la consumó de manera legal, sin baño de sangre, tensiones masivas ni presos políticos ni exiliados.
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