Para frenar los efectos se requieren acciones colectivas globales y el tiempo no se detiene, ¿podrá el mundo entero revertir el impacto en una década?
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José Andrés Velázquez
Ansiedad, estrés y desesperanza. Esas son las sensaciones que experimenta Amara Santiago cuando escucha noticias relacionadas con algún desastre natural. La joven de 23 años vive en la Ciudad de México, donde los impactos del cambio climático ya tienen consecuencias: inundaciones, deslaves y deterioro de la calidad del aire.
“Aunque no pueda percibir el calentamiento global y sus efectos en mi día a día, sí tiene un efecto en mí y en mi salud mental cada vez que veo o escucho una noticia o alguna persona afectada. Cada que escucho acerca de un incendio, cada que escucho acerca de animales o de personas de bajos recursos afectados por el calentamiento global, me preocupa el futuro y me preocupan las personas que están siendo afectadas y que no vemos”.
Una de las situaciones más preocupantes para los expertos es la crisis hídrica que se agudizará con el paso de los años y afectará no sólo a las personas, también a los ecosistemas urbanos que se enfrentarán a la pérdida de especies, la aparición de plagas y brotes de enfermedades.
Es un escenario poco alentador que impacta directamente en la vida de las personas. Las situaciones de emergencia, derivadas de las variaciones climáticas, provocan alteraciones psicológicas relacionadas con la expectativa y el propósito de vida de las personas. Generan estrés y angustia, pero también conciencia sobre la relación con la naturaleza, dice un estudio publicado en la revista Humanidades Médicas.
También alteran los planes de vida de las personas. Bruno Rosales, un joven de 24 años, sabe que lo que viene para él y las nuevas generaciones es incierto.
“La incertidumbre que me genera el cambio climático repercute directamente en el proyecto de vida. En mis planificaciones a mediano y largo plazo, por ejemplo en la cuestión reproductiva, es una variable que vuelve todavía más compleja la decisión de tener o no tener hijos o hijas”.
No sólo se trata de una cuestión biológica. Un trabajo publicado en la revista científica Environmental Research Letters señala que los cambios socioeconómicos derivados de las alteraciones climáticas influyen en la decisión de tener descendencia o no y cuántos recursos destinarles.
Un aviso del cambio climático
Las pérdidas económicas asociadas a los efectos del cambio climático las conoce Froy Martínez, quien habita en una comunidad que se dedica a la producción de chile, en el estado de Zacatecas. Este año, una serie de tormentas ocurridas entre los meses de agosto y septiembre provocaron inundaciones sin precedentes en esa entidad. Las áreas más afectadas fueron los campos de cultivo. En julio, las fuertes lluvias desbordaron ríos y provocaron inundaciones en los municipios de Pinos, Sombrerete y Guadalupe, lo que derivó en afectaciones en varias viviendas y daños materiales.
“Este año, por ejemplo, llovió mucho en mi rancho; es en el que más ha llovido desde que estoy vivo. Para la gente que tiene árboles frutales estuvo bien, nomás se adelantó la cosecha, pero la mayor parte de mi comunidad siembra y planta chile. Este año mucha gente no alcanzó a sembrar y el chile se pudre antes de madurar si tiene mucha agua”.
Las tormentas registradas en Zacatecas son solo un pequeño aviso de lo que el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) dio a conocer en el mes de agosto: el cambio climático es rápido, afecta a todas las regiones del planeta y se está intensificando.
Consecuencias sin precedentes
Lluvias que contrastan con sequías intensas, olas de calor, aumento del nivel del mar, derretimiento de los glaciares, calentamiento y la acidificación de los océanos son algunas de las consecuencias que advierte el informe, pero que este año ya mostraron sus primeros estragos.
China, Alemania, Estados Unidos, África, Rusia, Grecia, Australia, Tailandia, México… ningún país queda exento de los efectos del cambio climático. Gabriela Jiménez Casas, académica del Instituto de Ecología de la UNAM, advierte que son fenómenos extremos con consecuencias sin precedentes para todas las regiones. Así ocurrió en nuestro país este año.
“Se nos presentan sequías muy fuertes, principalmente en el norte del país. El exceso de lluvias, malo; el exceso de sequía, malo, y esto afecta de maneras diferentes a los ecosistemas. A principios de la época de lluvias de este año hubo muchos problemas, por ejemplo en Chiapas se desbordaron los ríos, hubo inundaciones muy fuertes y eso no debería de presentarse”.
Lo que ocurrió en Chiapas evidencia algo que la ONU advirtió en el Reporte del Estado del Clima en América Latina y el Caribe 2020. Esta región del mundo será una de las más afectadas por los fenómenos meteorológicos extremos: disminuirá el rendimiento de los cultivos, habrá más incendios forestales y se agotarán los arrecifes de coral.
También se profundizará la pobreza y la desigualdad. De acuerdo con datos del Banco Interamericano de Desarrollo, las catástrofes naturales eliminarán décadas de avances en la erradicación de la pobreza y la pobreza extrema.
No obstante que la población más pobre enfrentará los mayores estragos, son las personas con mayores ingresos las que producen y producirán el mayor número de emisiones en los próximos años.
En 2030, la huella de carbono del uno por ciento de las personas más ricas será 30 veces superior a lo establecido en el Acuerdo de París.
Acciones colectivas
Frenar el avance del cambio climático requiere acciones globales. Niklas Hagelberg, coordinador del Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas, señala que la disminución de las emisiones requiere de cambios de hábitos a nivel personal y también de ejercer presión hacia empresas y gobiernos para implementar políticas públicas que tengan un impacto real en las emisiones.
Para las personas jóvenes la respuesta está en acciones colectivas a nivel local. La cumbre de Glasgow lo demostró. Allí miles de jóvenes de todo el mundo reprochaban la falta de efectividad de los acuerdos tomados por sus gobernantes.
Eugenia Islas, quien forma parte de diversos colectivos en defensa del medio ambiente en la Ciudad de México, asegura que la organización en comunidad es una de las respuestas que ella ha encontrado.
“¿Qué hago para mitigar el cambio climático? Organizarme barrialmente con mis vecinas y vecinos de una forma local actuando lo pequeño para trastocar todo lo macro. Creo que la autosostenibilidad es posible, siempre y cuando la sostengamos en comunidad. La comunalidad nos salvará. El mundo será una aldea o no será”.
Fernanda Vargas, de 18 años, creó la página de Instagram “Ecoloterra”, donde comparte los cambios que ella impulsa en su vida cotidiana y con los que espera fomentar una mayor conciencia sobre el planeta.
“Para mitigar el cambio climático, he cambiado mi forma de utilizar mi ropa, de ser más consciente en lo que consumo pensando si lo necesito o sólo es por moda, cuidar el tiempo en el que me baño, tratar de siempre utilizar termo y productos reutilizables, y tengo una página que informa sobre estos cambios, además de algunos talleres que he dado con acciones buenas para el ambiente”.
Estas acciones corren contra el reloj, pues el 2030 es la fecha que definirá si el calentamiento global persiste o si el mundo logró frenarlo.
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