Niños y adolescentes fueron también protagonistas en la Revolución Mexicana, así lo documentan historiadores que señalan que su participación fue en tareas de trabajo que fueron vitales para el desarrollo del movimiento revolucionario.
Voz: Amelia Rojas / Producción: Adria Aceves
Carolina López Hidalgo
“La Revolución bramaba siempre. Entre balazos o cuentos de balazos se desenvolvía nuestra infancia”.
Desde el balcón de su casa en el centro de la Ciudad de México, el escritor y director de cine, Juan Bustillo Oro, coleccionó de su niñez recuerdos como este.
Él fue uno de los millones de niños y niñas que acumularon esos recuerdos, pero de los pocos que pudieron plasmarlos para la memoria colectiva. Otros tantos -testigos o protagonistas del conflicto armado- se diluyeron en la historia.
“Ahí estaban en el campo de batalla o viendo pasar a la Revolución por los balcones. Ellos estaban desde muy diversas perspectivas, observando y analizando políticamente los acontecimientos, eso nos ha faltado reconocer en las infancias, que son capaces de elaborar interpretaciones políticas sobre los sucesos que están viviendo.
Ellos llevan al plano del juego infantil los temas que les preocupan: los fusilamientos que ven, la hambruna, las enfermedades, el paso de la bola y el rapto de las niñas”. Susana Sosenski, doctora en Historia por El Colegio de México.
Las infancias y adolescencias no fueron ajenas al movimiento revolucionario
El número exacto de niñas, niños y adolescentes que participaron en la Revolución Mexicana es incierto, pero las estadísticas poblacionales de la época hacen difícil creer que fueron ajenos al movimiento. Cuatro de cada 10 personas en el país tenían entre 0 y 15 años.
David Guerrero, doctor en Historia por la UNAM, explica la diversidad de tareas que asumieron las y los menores.
“Estos muchachos se incorporan en las tropas, no necesariamente en el frente de batalla, algunos de ellos fueron soldados de línea, cornetas. Pero muchos prestaron apoyos a los ejércitos revolucionarios desarrollando las tareas menudas del sostenimiento de las tropas: cargando leña, trayendo agua del pozo, limpiando el armamento, llevando a pasar a los animales. Podría decirse que uno de cada 100 elementos del ejército era un menor de edad”. David Guerrero, historiador.
En los ejércitos se enlistaron adolescentes, quienes ante el paso de la tropa se unieron para seguir a sus amigos y familia o simplemente con la idea de vivir una nueva aventura o recibir dinero.
Así lo dice la historiadora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revoluciones de México, Aurea Ávila.
“Siguiendo a la bola y a los amigos, los que logran sobrevivir van a crecer; van a ser los hombres mexicanos que dan formación a estos ideales revolucionarios y al México contemporáneo.
Recordemos que la educación para todos es una de las cosas más importantes por las que luchó la Revolución Mexicana, cómo se vio desde sus inicios con los hermanos Flores Magón, quienes pugnaron porque hubiera educación para todos los mexicanos.
Si bien los niños fueron más visibles estando en el campo de batalla y siendo parte de las tropas, padeciendo la guerra por lo que se empezó a pugnar por sus derechos”. Aurea Ávila, historiadora
Historias de la Revolución Mexicana
Uno de esos adolescentes que se sumaron a la bola fue el teniente coronel Gilberto Nava Presa, nacido en Durango el 6 de marzo de 1897.
Esta es su historia, contada en sus propias palabras a Jaime Alexis Arroyo y Daniel Cazés, el 19 de enero de 1961, en la Ciudad de México.
“[…] lo que me hizo de plano entrar a la Revolución fue que yo era amigo de unos muchachos, muchachos igual que yo, que se alistaron en las filas del general Calixto Contreras. Entonces ellos me invitaron, yo, haciendo caso omiso de mi padre y de mi madre, especialmente, pues dije: “Yo me voy a la Revolución, y me voy, y me voy; y me fui a la Revolución, en las filas de don Calixto Contreras. […]
Los ideales que teníamos era de que nos gustaba echar muchos balazos. Y que a mí me gustaba mucho el rifle, y era yo muy bueno para tirar desde chiquillo. Pero ya le digo, sí tenía noción de por qué era la Revolución. Y siempre gritábamos ¡Viva Madero! y ¡Viva Madero! y ¡Viva Madero!”
En esa época, 7 de cada 10 niñas, niños y adolescentes radicaban en el campo. Aquellos que nunca se enlistaron, quedaron a cargo de sus casas, animales y tierras.
Así lo narró Miguel Camargo, quien nació en 1900 y a sus 14 años vio el paso de la tropas, desde la hacienda de Tacambarillo, Guanajuato, donde cuidaba su yunta:
“[…] yo miraba que pasan tropas y tropas; y que voy en la tarde a encerrar mis animales, creyendo que ya no había tropa, y entonces voy llegando […] estaba llena la cuadrilla de gente todavía, de tropas villistas.
La misma noche se fueron, para que otro día llegaran los carrancistas en seguimiento de ellos, ¡pero por cantidad de tropas! […] ¡No!, pues hacían barbaridad: mataban vacas, mataban guajolotes, gallinas […] no había para la gente pobre y para ellos había bastante”.
Para las niñas y mujeres, “la bola era el miedo”. Ese es uno de los recuerdos que guardó de la Revolución, Celedonia, quien vivía con su familia en un rancho próximo a Guadalupe, Zacatecas.
“Hay muchos testimonios de cómo al paso de las tropas por algún pueblo o ciudad los familiares escondían a las niñas donde se podía. Había una concepción del cuerpo femenino infantil en esa época, como si fuera un objeto que se puede utilizar; que se puede desechar, que Incluso se puede regalar entre generales.
Entonces las niñas son escondidas en los pozos de agua, en los armarios. Esta no es una participación infantil que deba valorarse. Es una historia de las violencias, de la cultura de la violación que existe en nuestro país desde hace mucho tiempo”. Susana Sosenski, doctora en Historia por El Colegio de México.
Rastrear las huellas que niños, niñas y adolescentes dejaron en el pasado es una ardua labor para los historiadores. De hecho, no fue hasta 1970 que se comenzó a recuperar la participación de menores en la Revolución Mexicana.
En la construcción de esta nueva narrativa, los testimonios orales y las memorias son una fuente importante de este estudio, pero debe de ser analizada con la advertencia de que la memoria se mezcla con la fantasía y se nubla con el tiempo, dice Susana Sosenski.
“Cuando trabajamos con las memorias de adultos que cuentan cómo era su vida en la Revolución Mexicana tenemos que tomarlos con mucho cuidado, porque son memorias de una infancia que a veces se engrandece o se subrayan con ciertas emociones que no necesariamente son las que predominan en aquella época.
Siempre el trabajo con la memoria tiene su dificultad en términos analíticos, pero estos hombres y mujeres que vivieron la revolución han dejado documentos de gran valía”. Susana Sosenski, historiadora
El reconocimiento de la participación infantil y juvenil
Reconocer la participación de las infancias y adolescencias en la Revolución Mexicana es apenas un primer paso hacia la construcción de una nueva memoria colectiva.
Lo importante es que las nuevas generaciones conozcan el pasado de sus iguales anónimos, que generen empatía y conciencia sobre su papel activo en las transformaciones de la sociedad.