En comunidades atravesadas por diversos sistemas de justicia, las mujeres ven limitado su acceso a la propiedad de la tierra. Frente al patriarcado, la discriminación histórica y la violencia sistemática, las mujeres entienden la defensa del territorio como la defensa de la vida. Es un problema estructural que atraviesa todas las áreas: económica, laboral, social, educativa y laboral.
Producción: José Luis Plascencia
Juan Carlos Valdés
“Las mujeres en este momento estamos perdiendo la identidad, la cultura y la espiritualidad debido a la no tenencia de la tierra. La mujer que pierde su tierra, pierde todo, pierde su espíritu, no puede transmitir educación a sus hijos, no pueden transmitir educación al mundo, es ahí donde están nuestras raíces, en nuestra madre tierra”. Lourdes Rojas
En muchas comunidades de nuestro país, ser mujer y ser propietaria de tierra es algo poco frecuente y esta falta de seguridad en materia de tenencia de la tierra, es uno de los mayores obstáculos para que tengan acceso a otros derechos como la toma de decisiones que atañen a la comunidad o recibir apoyos públicos.
Según cifras del Instituto Nacional de las Mujeres del 2020, en México viven 61.5 millones de mujeres, de ellas, 23% habitan en localidades rurales, representan 34% de la fuerza laboral y se estima que son responsables de más de la mitad de la producción de alimentos en México.
La lucha por el territorio es también por la vida
Las comunidades indígenas han sido entendidas desde la dominación colonial como sujetos despojables, para la antropóloga maya Aura Cumes, la persecución es para exterminar y en este contexto la lucha por el territorio es la lucha por la vida.
“No son sólo los hombres de las comunidades los que estarían sufriendo estos procesos de etnocidio y genocidio sino toda la comunidad y nosotras somos gran parte de la comunidad. La lucha por la vida está vinculada al territorio porque la persecución entre los pueblos indígenas y su aniquilamiento se hace justamente para exterminar a su vida no solamente algunos aspectos sino para dañar su vida en general”. Aura Cumes
El derecho a la propiedad de la tierra en muchas comunidades principalmente en Guerrero, Oaxaca o Chiapas, es algo que en los hechos se restringe a los hombres. Una herencia del sistema patriarcal que sigue prevaleciendo explica Araceli Calderón, investigadora del CONACYT.
“Lo que se ve es que es que las mujeres no tienen acceso a la tierra, sólo un 25 por ciento a nivel nacional es el porcentaje de mujeres que disponen de tierras, Lo cual es menor al 50% que uno esperaría si el acceso a la tierra fuera en igualdad de condiciones para hombres y para mujeres”. Araceli Calderón
Además de la diferencia cuantitativa que es importante, también hay una gran diferencia en términos de calidad de la tierra, les dejan las de más mala calidad.
La capacidad de las mujeres es más allá de la fuerza de trabajo
La agricultura campesina produce hasta el 80% del alimento en los países no industrializados, y son las mujeres quienes producen entre 60% y 80% del mismo. Además, las mujeres tienen un papel fundamental en la conservación de los bosques y la biodiversidad en nuestro planeta. A pesar de eso, en el mundo, sólo el 30% de las mujeres rurales poseen tierras agrícolas, y no tienen acceso a los medios de producción, señala un estudio de la antropóloga Carla Ramos Guillén.
Maricela Zurita Cruz, mujer indígena chatina y licenciada en Educación, señala que en el sistema patriarcal existe la visión de que las mujeres son menos capaces, además de indígenas y muchas veces no hablan español, con esos argumentos se les niegan derechos.
Las mujeres indígenas estamos por un lado defendiendo esos derechos individuales como tener una vida libre de violencia, pero también los derechos colectivos que es la defensa de la vida y el territorio. A las mujeres se nos ha negado la propiedad o la tenencia de la tierra y va repercutiendo en nuestro acceso a otros apoyos públicos o a decidir cómo emplear los recursos y atender nuestras necesidades básicas, individuales y colectivas. Maricela Zurita
Modernización contra derechos
Si la lucha por su propio territorio se remonta hasta la colonia, en 1992, con la reforma al artículo 27 constitucional, inició la transformación de la tenencia colectiva en México, con la que se privatiza la propiedad social y colectiva. En este proceso de modernización se reconoce principalmente a los hombres, apunta Mauricio Villaseñor
“Donde fundamentalmente se reconoce a los hombres como titulares de las tierras, primero en una concepción familiar de la tenencia de la tierra pero que ésta se ha venido restringiendo, eliminando con las reformas que intentan imponer la primacía del régimen de liberal de propiedad en los territorios indígenas y campesinos y que con estas tensiones las mujeres han visto minados sus derechos, sobre todo porque no se les reconoce como sujetos de derechos a la tierra”. Mauricio Villaseñor
La igualdad, solo en teoría
En la Ley Agraria, hombres y mujeres tienen en teoría, derecho en igualdad de condiciones a la tierra. Pero ya en los hechos eso no sucede, en ejidos y comunidades en los registros se puede hacer un rastreo, lo que se ve es que sólo 3 de cada 10 ejidatarios son mujeres.
Incluso dentro de las comunidades con formas de propiedad colectiva, existen estructuras patriarcales que muchas veces no reconocen el papel de las mujeres. Tampoco permiten la participación efectiva de las mujeres en la toma de decisiones a pesar de que ellas son protagonistas en las luchas por la defensa de sus tierras ante la entrada de proyectos ajenos.
“Las mujeres indígenas no podemos pensar únicamente como feministas, somos víctimas de una triple discriminación, por eso nuestra lucha política es un todo frente al capitalismo, frente al patriarcado y frente a la discriminación”, subraya Aura Cumes, nuestra realidad es un espacio múltiple que no ven los hombres delos movimientos indígenas ni las mujeres blancas del feminismo.
“La idea de que las mujeres indígenas no sólo somos seguidoras de los movimientos de género o de los movimientos feministas, sino somos al mismo tiempo muchas cosas y por lo tanto el sistema de dominación capitalista, colonial y patriarcal; cuando se enlazan sobre nuestra vida tienen mayores perjuicios, desde la desvalorización triple, es decir un triple despojo entrecruzado para convertirse en algo mucho peor”. Aura Cumes
Las Asambleas comunitarias, conformadas por quienes son ejidatarios, determinan muchas de las decisiones de la comunidad y se convierten también en una forma de exclusión.
Historia de despojos
Tener un título de ejidataria o comunera provee la oportunidad de presidir a los órganos que rigen las decisiones de organización que se toman sobre la tierra. Sin embargo, de los 14.6 mil ejidos y comunidades con órganos de representantes, sólo 7.4% fue presidido por una mujer en 2019 apunta Claudia Ramos Guillén.
Mauricio Arellano señala que en el ámbito comunitario las nociones de justicia no se desentienden del carácter patriarcal y cuando hay tensiones los hombres desconocen ese carácter comunitario de la posesión de la tierra como individuos. Cuando los hombres emigran, las mujeres son las que trabajan las tierras, pero no se les reconocen derechos sobre ellas, aun si los dueños no regresan, se enfrentan con situaciones de despojo por parte de los propios familiares, asambleas o vecinos.
“Normalmente los despojos de la tierra ocurren cuando hay una idea de que las mujeres están solas, de qué no hay un hombre en la familia. Incluso las despojan hijos varones en o algún otro familiar, entonces es una es una cuestión muy tensa, normalmente estos casos se resuelven quitándole un pedazo de tierra a las mujeres” Mauricio Arellano.
Rumbo a la masa crítica
Araceli Calderón Catedrática del Conacyt, en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, señala que este proyecto no sólo es académico, sino político y social porque se trata de un proceso de acompañamiento y de apoyo a los derechos de las mujeres en colaboración con el Centro de Derechos de la Mujer de Chiapas.
Ante la dificultad de incidir en términos legales, el trabajo se ha centrado en incidir en el terreno.
“La dificultad de hacer incidencia por la vía oficial y legislativa, por lo menos en este proyecto se ha optado por estas corrientes autonómicas y de construir desde abajo. Como equipo de trabajo como movimiento de las mujeres con los que participamos, se decidió que la vía era tratar de incidir más en términos comunitarios, hacer una incidencia más regional, más local. para ir cambiando, ir picando piedra desde nivel comunitario”. Araceli Calderón
Como en muchos campos, la batalla feminista es ir a contracorriente, es un mundo patriarcal y cualquier ´proceso que se intenta en sentido contrario, la valoración de conocimientos tradicionales, el derecho de las mujeres a la tenencia, detener el saqueo de los recursos económicos, todo eso implica siempre trabajar a contracorriente.
Son procesos tan complicados y los logros parecen pequeños que un cambio radical en poco tiempo es difícil pero se trata de hacer pequeñas grietas al sistema y en eso importan mucho los jóvenes.
“Ahora soy un poco optimista en el sentido de que veo mucha participación por ejemplo de las jóvenes indígenas. Ya ellas mismas desde su territorio están posicionándose, demandando, y yo creo que van siendo cambios cualitativos que seguramente van a alcanzar un umbral de masa crítica que va a poder ver un cambio a nivel comunitario en este caso”. Araceli Calderón
La justicia que no alcanza a las mujeres
Es un asunto muy estructural, son territorios atravesados por distintos sentidos de justicia, derecho positivo, derecho indígena, justicia autónoma zapatista y mucha tensión y violencia histórica, además de una creciente presencia del crimen organizado; en todo esto, el reclamo de derecho a la propiedad de las mujeres se ve limitado.
Las concepciones de justicia que actualmente se aplican en las comunidades no resuelven las problemáticas de las mujeres y entra el concepto de autonomía y autodeterminación de los pueblos, apunta Araceli Calderón.
En su estudio, la agro-ecóloga Claudia Ramos Guillén especialista en procesos de defensa de bosques y biodiversidad, en comunidades indígenas y campesinas en el Sur de México, concluye que el derecho a la tierra comienza con no permitir el avance de un modelo privatizador e implica la garantía del derecho de las mujeres a la plena participación en la vida social, política y económica, la garantía de acceso al agua, las semillas y las condiciones de producción y comercialización con autonomía y libertad.
La lucha por la vida está vinculada al territorio, insiste Aura Cumes, es la tierra, es la vida de los indígenas y de las mujeres la que es violentada.
“Entonces la defensa del territorio va siempre con la defensa de la vida de las comunidades y de los pueblos indígenas y una vida que no se establece solo para reconocer a los seres humanos, sino para reconocer y existe en la tierra y todo lo que la contiene”. Aura Cumes