En múltiples ocasiones, empresas recurrieron al plagio de diseños de particulares y de comunidades para vender sus productos, sin consecuencias.
Jessica Martínez
Un día, el ilustrador gráfico Guffo Caballero acudió a una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO). Lo que debía ser una agradable experiencia de apreciación artística, se convirtió en el inicio de una batalla por el plagio de su obra intelectual.
“Me di cuenta porque fui a MARCO porque era una exposición nueva de una escultora, MARCO es el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey. Y pues al acabar del recorrido, fuimos a la tienda mi esposa y yo. Y mi esposa estaba viendo ahí algunos souvenirs. Agarro un calendario y me dice: ‘Oye, ¿esto no lo dibujaste tú?’.
Y pues veo y sí, había un calendario y unas agendas con unos dibujos que se me hicieron conocidos, que eran míos obviamente, y pues me dio coraje”.
De una obra única que Guffo había vendido a un cliente, la empresa Velvet Design Shop calcó elementos gráficos con fines de lucro, haciéndolos pasar por ideas originales que se comercializaban en el lugar menos oportuno, considerando el culto que se debe a la originalidad del arte.
Al conocer el caso, el Museo retiró los productos involucrados en el plagio. Mientras que la empresa, que se describe como “un estudio de diseño y taller creativo dedicado a las artes gráficas”, dijo desconocer la autoría de la obra, ofreciendo un acercamiento con el ilustrador, al cual no accedió dadas las condiciones.
“Lo más gracioso es que si me hubieran contactado y me hubieran dicho: “Oye, Guffo, nos gusta mucho este dibujo, ¿cómo ves?, ¿nos dejas usarlo? o ¿cuánto nos lo cobras?’, les hubiera dicho que se lo regalaba, o sea, que lo usaran sin problema.
La cosa es que ni siquiera se toman la molestia, se lo roban. O sea, es la intención. Y luego ni siquiera lo aceptan y pues obviamente, me pidieron disculpas según ellos porque los descubrimos, si no los hubiera descubierto, ahí seguirían”.
Obtener reconocimiento o ganancias económicas a costa de las ideas ajenas, así es el plagio. Sin importar cuál sea el ámbito, además de ser una práctica anti-ética, tiene impactos económicos, culturales y legales.
El plagio se vale de diferentes presentaciones, desde la piratería y la falsificación de obras hasta el robo total o parcial de ideas intelectuales, afecta a industrias creativas, comunidades e inclusive a la academia.
Protección del autor y sus obras
El director general del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), Santiago Nieto Castillo, señaló que la gravedad del plagio se determina en función de la finalidad bajo la que se cometa.
“El plagio consiste en reproducir total o parcialmente una obra, idea o incluso texto, sin atribuirle el reconocimiento a la persona creadora. Esto es una violación a la Ley Federal de Derechos del Autor, pero cuando además hay ánimo de lucro y dolo, entonces puede ser un ilícito penal, un delito.
Se afecta de manera directa porque evidentemente al plagiar una obra, una artesanía, un libro, no recibe de manera directa los recursos la persona creadora, pero también de manera indirecta porque generalmente estos juicios o litigios provocan gastos a la persona que está defendiendo sus derechos y eso es una pérdida también de naturaleza indirecta”.
El funcionario federal destacó la importancia de proteger las obras intelectuales. En el caso de diseños industriales, patentes o marcas, se acude al IMPI. Y para expresiones artísticas, culturales o literarias, deben recurrir al Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor).
Si bien, acotó, existe la posibilidad de defender toda obra intelectual no registrada, se vuelve más complicado.
Pese a la existencia de recursos legales para proteger las obras intelectuales, la directora del Seminario de Patentes y Marcas de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Carmen Arteaga, apeló al principio de protección automática del derecho de autor.
“Conforme a este principio, que es un principio que deriva de tratados internacionales, la obra no requiere estar registrada para estar protegida.
A diferencia de otros derechos de propiedad intelectual, particularmente los de propiedad industrial, donde requerimos un documento que acredite, después de haberse hecho un examen, que la persona que reclamó la titularidad de derechos la paternidad sobre esa creación, es el autor, es el creador. En este caso, no: la obra está protegida aún sin haberse registrado”.
La académica puntualizó que, bajo este principio, la ausencia de un registro no es un limitante para que el autor intelectual proceda de manera legal contra quien cometió plagio.
Es decir, la obra está protegida desde que se crea, siempre y cuando se trate de una idea original.
“Esto rompe con muchas de las ideas que tenemos en nuestro sistema jurídico en general donde necesitamos un papelito para que acredite nuestro derecho. En el caso del derecho de autor, no”.
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Comunidades tradicionales víctimas de plagio
Pese a las legislaciones en materia de protección a los derechos de autor y a la propiedad intelectual, el plagio se comete de igual manera contra particulares y comunidades completas.
La gran diversidad de la cultura mexicana, las artesanías y las expresiones culturales propias de los pueblos originarios –entre diseños textiles, bordados, artesanías y tejidos– han sufrido plagio sin que haya mayores consecuencias.
En 2019, la empresa Carolina Herrera incluyó en su colección RESORT 2020 elementos que plagió de los bordados de las comunidades de Tenango de Doria, Hidalgo, y del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, así como del sarape de Saltillo, Coahuila.
En julio de 2023, la Secretaría de Cultura envió una carta a la empresa china SHEIN para pronunciarse en contra de la apropiación cultural indebida de elementos distintivos y característicos de la cultura e identidad del pueblo nahua de San Gabriel Chilac, en Puebla.
Días después, la tienda de moda dejó de vender la blusa con bordados propios de la localidad. Sin embargo, no hubo ninguna compensación económica por parte de la empresa que tiene presencia en más de 150 países.
Recientemente, en agosto de 2025, representantes de la empresa de artículos deportivos Adidas tuvieron que pedir disculpas al pueblo zapoteco de Villa Hidalgo Yalalag por el plagio del diseño de su huarache, que promocionaban bajo el nombre de “Oaxaca slip-on“.
Se trata de productos que, bajo el amparo del prestigio de la marca, se comercializan en gran escala, eliminando la esencia del trabajo artesanal de las comunidades originarias.
En todos estos casos, se externan condenas por parte de instituciones y disculpas públicas por el plagio, pero no va más allá.
Cada obra puede representar a una comunidad
El director general del IMPI agregó que, para las expresiones culturales de los pueblos originarios, ayuda indicar la denominación de origen o geográfica para la protección de plagios.
“Por ejemplo, tenemos las catrinas de Capula como indicación geográfica del estado de Michoacán, y si alguien las falsificara y dijera que está haciendo catrinas de Capula chinas, el IMPI tendría facultad de generar el procedimiento y sancionar. Ahorita mismo que trabajamos con la muñeca Lele y la muñeca Dönxu del municipio de Amealco en Tolimán, son ejemplos de indicaciones geográficas vinculadas a un pueblo y comunidad indígena.
Nosotros podríamos, si se presenta una queja, proteger para que solamente los creadores de ambas muñecas puedan ser quienes obtengan las regalías a partir de la comercialización de una imagen que, además, ya le dio la vuelta al mundo”.
Si bien, no hay estimaciones sobre las pérdidas que provoca el plagio, la académica de la UNAM reconoció que perdemos como sociedad.
“La afectación es personalísima, porque también al no haber sido mencionado su nombre o sustituido por el de la persona que trata de ostentarse como autor, eso también le lleva a una afectación en el plano personalísimo en sus derechos morales. Si fuera posible proyectar esto a nivel social, pues la sociedad pierde mucho. En primer lugar, porque somos engañados, porque somos de alguna manera víctimas del engaño de las personas que tratan de presentar una obra que no les pertenece.
Si acaso logran vender esas reproducciones, colocar esas reproducciones y obtener beneficios económicos, ahí viene una serie de afectaciones también para el propio autor que deja de percibir esos beneficios económicos que le corresponderían si no hubiera sido indebidamente copiada su obra”.
Mientras tanto, el ilustrador Guffo comentó que, aunque implique tiempo y dinero, ya inició un proceso de asesoría legal debido al plagio de su obra. Esto, con la esperanza de marcar un precedente en el combate contra este ilícito.
“Yo creo que muchas veces lo difícil es el dinero. O sea, no le entras porque pues dices: ‘No, hombre, pues meterle un litigio ahí, ¿cuánto me va a costar? y tal vez sí voy a ganar en dos años, no sé, 300 mil pesos, pero mientras, ¿cómo le pago los abogados en lo que van llevando el caso?’. También es desgastante, te desenfocas de lo realmente importante que es crear.
Meterte en una bronca y estar yendo a juzgados o a firmar o lo otro, como que no, también dices qué desgastante, no me va a quedar cabeza para lo mío, que es la creación artística. Es la desventaja, pero también dices: ‘Híjole, pues es que si no lo hago lo van a seguir haciendo”.
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