Esta información fue originalmente publicada en The Conversation por Antonio José Caruz Arcos, catedrático de Universidad de Genética, Universidad de Jaén
Me ocurre muchas veces. Amigos, familiares o alumnos me envían por redes sociales o WhatsApp tanto noticias como vídeos sobre los beneficios de nuevas y revolucionarias terapias o descubrimientos sorprendentes, que son sistemáticamente silenciados por “El Sistema”. Siempre hay un supuesto experto internacional en el campo que las avala y al que siempre quieren acallar. Todo ello aliñado de palabras aparentemente técnicas y sugestivas: ortomolecular, bioenergética, biomagnética, y un largo etcétera.
Estos falsos expertos hablan con una seguridad y un aplomo propios de Sócrates frente al ágora ateniense. Algunos cuentan incluso con miles de seguidores que pueden dar lugar a confusión.
Me propongo intentar desvelar cómo se caza a estos falsos científicos que inundan con bulos las redes y cuyo único fin es hacer caja gracias a la ingenuidad o buena voluntad de la gente (sigue la pista del dinero, amigo mío).
El largo camino del científico
Todos sabemos cuál es la formación que recibe un médico especialista, ya sea un pediatra o un neurocirujano. En primer lugar, seis años de medicina, luego la preparación del MIR y posteriormente la especialidad, que tiene una duración media de 4 años. Es decir, su periodo formativo consta de aproximadamente unos 11 años.
¿Pero qué pasa con los científicos? Para empezar, en su formación deben superar los estudios universitarios de grado y un año de máster de especialización. Durante ese tiempo, el alumno estudia y aprende lo que otros han creado, inventado o descubierto.
A partir de ese momento, empieza el doctorado. El alumno debe realizar aportaciones intelectuales nuevas que incrementen el conocimiento. Esto debe de materializarse en forma de publicaciones originales en revistas técnicas internacionales o patentes.
En la carrera científica convencional, el doctorado se realiza con un contrato de formación de personal investigador. Conseguir uno de estos contratos predoctorales es muy difícil y exige superar un proceso selectivo altamente competitivo.
La mayoría de los doctores se forman en las universidades públicas, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Hospitales y otros centros de investigación de la administración autonómica. Existe también la posibilidad de realizar un doctorado industrial investigando en una empresa.
El doctorado dura unos 4 años de media, aunque es normal que muchos doctorandos necesiten 5 o más años. Además de aprender a investigar, a realizar experimentos y a dominar las técnicas específicas, el candidato a doctor debe realizar estancias de varios meses al año en otras universidades, asistir a congresos, conferencias y participar en las actividades académicas.
Y lo más importante, debe conseguir difundir sus descubrimientos en revistas de impacto. No valen YouTube, Tik-Tok, Facebook ni timo-libros. Sus resultados deben ser reconocidos o validados por otros laboratorios independientes.
Los programas de doctorado son exigentes con esto y es necesario tener al menos una o dos publicaciones de impacto para poder defender la tesis doctoral.
Si hacemos la cuenta, hasta acabar el doctorado ya llevaríamos 10 años de media de formación académica. Pero la cosa no acaba aquí. Ahora viene la estancia postdoctoral en un laboratorio de prestigio, mejor si es fuera de España.
La fase de “postdoc” suele durar entre 2 y 4 años, aunque muchos investigadores pasan más tiempo en el extranjero antes de poder retornar a España con algún contrato de reincorporación. Para ser investigador postdoctoral es necesario tener también publicaciones de impacto y que estas supongan un avance real del conocimiento. Al final, todo el sistema se basa en la transmisión de los resultados.
Una trayectoria repleta de publicaciones
Como vemos, si alguien es doctor y un experto ha jugado muchos partidos y metido algunos goles. Eso se traduce en que debe tener bastantes artículos originales sobre su especialidad. Porque toda la vida profesional se basa en que sus experimentos ¡se puedan replicar!
Si la línea de investigación es en el campo de las ciencias naturales o medicina, lo que un investigador ha publicado lo podemos encontrar en la base de datos de la Biblioteca Nacional de Medicina del Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos. Podemos buscar por autor, temática, palabras clave, etc.
Otra base de datos más especializada es Web of Science, que incluye una herramienta denominada Journal of Citation Reports, que recoge las publicaciones técnicas especializadas reconocidas por la comunidad científica, está disponible a través de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología.
También disponemos del Google Académico. Este es menos estricto y puede incluir también capítulos de libros, tesis y otro tipo de documentos. Pero nos informa de cuántas veces ha sido citado un trabajo de un autor por parte de otros. Asimismo, disponemos de la herramienta gratuita Google Patents, en la que podemos encontrar inventos e inventores.
Todas estas herramientas permiten descubrir si el perfil de un supuesto investigador es real. Si un autor no está en Pubmed ni en google académico, es prácticamente seguro que es un falso experto.
Con estas pocas, pero poderosas armas podemos fácilmente cazar a esos fantasmas que nos acechan por las redes.
Te recomendamos: