Entre las contribuciones que hizo Ruy Pérez Tamayo a la ciencia se encuentran la descripción por primera vez en México de la neumonitis reumática, la amibiasis cutánea, el enfisema bronquiolar.
Carolina López Hidalgo
Considerado uno de los científicos más reconocidos del país, Ruy Pérez Tamayo fue profesor emérito de la UNAM, miembro del Colegio Nacional y la Academia Mexicana de la Lengua.
Nacido en Tampico, Tamaulipas, en 924, Pérez Tamayo estudió medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México y se especializó en patología.
Pérez Tamayo nunca creyó en la vocación, como lo explicó en una conferencia en la UNAM
“Cuando los niños de la familia quisimos estudiar la profesión de mi padre, como era natural, queríamos ser músicos. Mi padre y mi madre se opusieron dijeron -no, queremos una vida mejor para ustedes, queremos que sean médicos- y entonces mi hermano mayor, que me llevaba año y medio, cuando llegó el momento se inscribió en la Escuela de Medicina.
Al año siguiente, yo también me escribí, no tanto porque tuviera vocación, no creo en las vocaciones, yo quería ser como mi hermano mayor.
Había otra razón para que yo lo siguiera y es que como éramos una familia muy pobre y los libros para estudiar medicina eran unos libros grandotes, todos en francés y muy caros, si yo estudiaba lo mismo que mi hermano, ya no era necesario comprar los libros.”
Ruy Pérez Tamayo fundó y dirigió durante quince años la Unidad de Patología de la Facultad de Medicina de la UNAM en el Hospital General de México, y durante diez años el Departamento de Patología del Instituto Nacional de la Nutrición, siempre sostuvo que “trabajó en la investigación de los problemas biomédicos, cuyo grado de complejidad es muchas veces superior al de los simples y descarnados hechos físicos”.
Fue profesor en la Facultad de Medicina de la UNAM durante más de 50 años. Jefe del Departamento de Medicina Experimental y profesor visitante en las Universidades de Harvard, John Hopkins, Minnesota, Galveston, Yale, Tel Aviv, Madrid y Lisboa.
Entre sus contribuciones están la descripción del efecto de la metionina en la cicatrización de las heridas; describió por primera vez en México la neumonitis reumática, la amibiasis cutánea, el enfisema bronquiolar, y señaló las características propias de nuestro medio de la aterosclerosis, los tumores del corazón, el carcinoma primario del hígado, la tuberculosis, la cirrosis intersticial difusa, entre muchas más
Obtuvo diversos reconocimientos entre ellos el premio Nacional de Ciencias, el Premio Nacional de Historia y Filosofía de la Medicina, la Presea José María Luis Mora y recibió el doctor Honoris Causa por varias universidades mexicanas.
Perteneció a 48 sociedades científicas nacionales y extranjeras; fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Colegio Nacional.
Adolfo Martínez Palomo, presidente en turno de El Colegio Nacional recordó sus aportaciones a la medicina y la docencia de la misma.
“El doctor Pérez Tamayo fue una de las grandes figuras de la medicina en la segunda mitad del siglo pasado. Se le recordará como un gran patólogo, como el maestro extraordinario que cambió los rumbos no solamente de su especialidad la patología, sino cambió los rumbos mismos de la medicina al hacerla más científica.
Es verdaderamente lamentable el que figuras como las del doctor Pérez Tamayo ya no estén con nosotros.
Además de su extraordinaria y actividad como maestro, como profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, el doctor Pérez Tamayo realizó una intensa labor como escritor en un sinnúmero de temas, en los que también lamentaremos profundamente su ausencia. Descansa en paz, mi estimado maestro.
Escribió más de una centena de artículos y cerca de setenta libros científicos y de divulgación, entre ellos: El concepto de enfermedad: su evolución a través de la historia, en 1988; Principios de Patología, en 1990; Ciencia, paciencia y conciencia, en 1991; El viejo alquimista, en 1993; La profesión de Burke y Hare y otras historias, en 1996; Avances recientes en amibiasis, en 1997; Microbios y enfermedades, en 2000; Ética médica laica, en 2002; Algunos aspectos de los problemas éticos generados por el Programa Internacional del Genoma Humano, en 2004; Historia general de la ciencia en México en el siglo XX, en 2005; Nada resiste la acción corrosiva del trabajo, en 2005; Cinco experiencias académicas y dos apéndices, en 2006; Salud y enfermedad, en 2007; Principios de Patología, este último en coautoría con López Corella E., en 2007; Diez razones para ser científico, en 2013.
Recibió diversos galardones, entre los que cabe citar: Premio Nacional de Ciencias y Artes, 1974; Premio Luis Elizondo y el Miguel Otero, 1979; Premio Nacional de Historia y Filosofía de la Medicina, 1995; la Presea José María Luis Mora, 2001; Premio Universidad Nacional, 2006; Premio Juan Crisóstomo Doria a las Humanidades, 2016 y Premio Internacional Menéndez Pelayo, 2021. Doctor honoris causa por las universidades autónomas de Yucatán, Puebla, Colima, Tamaulipas, Estado de México y Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua.