La elección del Estado de México, entidad codiciada por su cantidad de electores, podría modificar la estrategia electoral de 2024, advierten especialistas.
Aura García
La renovación de la gubernatura en el Estado de México está a días de concretarse y, así, la próxima gobernadora tendrá a su cargo no sólo la entidad con mayor población del país, sino también con la segunda economía más importante: aportó 9.3 por ciento del total del Producto Interno Bruto nacional hasta finales del 2022 y, junto con la Ciudad de México, forma el mercado de consumo más grande, con 26 millones de personas.
Eso, entre otros datos, es lo que convierte al Edomex en el estado más codiciado por los partidos políticos y lo que, precisamente, los orilló a aliarse en dos grandes bloques para disputar la preferencia electoral de sus ciudadanos.
Pero la población no es lo único que vuelve atractivo al Estado de México, sino también el monto del Fondo de Participaciones de la Federación que recibe a consecuencia de cantidad de habitantes: cerca de 126 mil millones de pesos que equivalen al 14 por ciento de los millones que reparte el Gobierno federal entre las 32 entidades del país.
A eso se suma que en captación de inversión extranjera ocupa el tercer lugar a nivel nacional, la cual ascendió entre 2017 y 2022 a 11 mil 288 millones de dólares, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
En palabras del doctor Abraham Lira, especialista en Ciencia Política y partidos, el Estado de México es para muchos “un botín, en la extensión de la palabra”.
Elecciones pueden alterar la estrategia electoral de 2024
Sin embargo, más allá de los números y las mediciones estatales, la elección de este 4 de junio puede alterar sustancialmente la estrategia electoral rumbo al 2024, ya sea del partido en el poder o de la oposición. Todo va a depender —advierten los expertos— de qué coalición resulte ganadora, la que encabeza Delfina Gómez o la que lidera Alejandra del Moral.
Para Emilio Vizarretea, investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, hay dos escenarios que dependen de la diferencia de votos entre una y otra candidata. En el primero, la distancia porcentual es menor a cinco puntos y significaría rechazo al proyecto de Andrés Manuel López Obrador; en el segundo, la brecha es considerable y tiene repercusiones importantes para ambos bandos.
Si Morena se queda con la victoria y es mucha la diferencia de votos, la aspiración de Claudia Sheinbaum por la candidatura presidencial encontraría el eco necesario para consolidarse, valora Vizarretea; pero si no es así, se abre la puerta a que otro actor político tome el puesto.
“El resultado para ambos grupos nos va a llevar a que los escenarios se puedan modificar. Si gana Morena con un porcentaje mayor al 5 por ciento, su tendencia para seleccionar candidato podría beneficiar a la jefa de Gobierno. Es decir, tendría certeza para moverse en esta posibilidad de triunfo. Si pierde Morena tendrían que modificar de alguna u otra manera las estrategias y ya no sería tan seguro que la candidata fuera ella. Podría ser cualquier otro con una posibilidad de tendencia a mayor crecimiento”.
Diferencias entre campañas estatales y federal
Pero, para Vizarretea, en un escenario donde la alianza Va por México sale victoriosa, la competitividad adquirida rumbo a la sucesión presidencial obligaría a los partidos opositores a manejar más abiertamente sus acuerdos y parámetros para la selección de la o el candidato.
Además, de que —desde su punto de vista— cada triunfo develaría la aprobación hacia los proyectos de los que emanan las candidatas. Así lo explica:
“Una derrota de Morena en el Estado de México ratificaría la actitud o el gobierno del propio Del Mazo e implicaría también el rechazo a Morena por segunda ocasión. Por el contrario, una victoria de Morena en el estado le daría un posicionamiento importante al propio presidente, quien impone las características de ese partido”.
Ahora bien, aunque la contienda local podría tener algunas similitudes con la federal y servir de ensayo rumbo a la pelea macro, el doctor en Ciencia Política, Abraham Lira, detecta algunas diferencias como el factor del hartazgo social, que se concentró precisamente en esta elección en las dos entidades que nunca han experimentado la alternancia política: Coahuila y el Estado de México.
El especialista valora que este hartazgo será difícil hallarlo con la misma intensidad en el proceso presidencial o cuando menos no al mismo nivel, revira.
“La campaña en el Estado de México tiene particularidades que van a ser de diferente manera en las campañas presidenciales. En el estado, las problemáticas sociales y el hartazgo me parece que son más agudos, y esto se suma tanto a la permanencia del PRI durante tantas décadas, como a su manejo político en una especie de aristocracia surgida del grupo Atlacomulco. A nivel nacional ha habido una transición democrática que a lo mejor no ha sido tan deseable como debería, pero sí más fluida”.
Dos de tres caídas
Por otro lado, de manera individual el partido que podría recibir el mayor castigo es el Revolucionario Institucional, porque de perder la elección terminaría como fuerza subalterna y, más allá de lo político, el golpe también sería económico.
Los especialistas Emilio Vizarretea y Abraham Lira concuerdan en que se trata de un escenario caótico para el PRI, ya que reducir sus recursos no sólo impactaría la estructura capaz de movilizarse en campaña sino sus actividades proselitistas o de afiliación regulares.
“La derrota para el PRI sería muy costosa y esto lo dejaría en una posición difícil para el siguiente proceso. Le quita ocho millones de electores y eso conlleva una impronta muy fuerte en términos del peso electoral. Los ingresos por el número de votantes son fundamentales para las estructuras de un partido en términos de sus labores de proselitismo, de organización y de generación de apoyos y respaldos por la vía partidaria”.
En contraposición, Morena y sus aliados saldrían beneficiados de una nueva crisis que puede escalar hasta el rompimiento de la alianza Va por México. Puede ofrecer una oportunidad para que el partido guinda consolide su voto duro y el próximo año arranque más fuerte, insiste Lira.
El 2024 no puede entenderse sin el 2023, porque esta contienda local marcará los ejes y las pautas del proceso electoral más grande y complejo de la historia. Eso no sólo lo observan los expertos, sino que también lo dictan los números y las preferencias.
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