En el norte de Sinaloa hay una colectiva de mujeres que ha encontrado más de 200 cuerpos en fosas clandestinas y ayudado a identificar a, por lo menos, 80 de ellos gracias a su método de sistematización de información y colección de detalles y secretos de las personas desaparecidas.
Marcos Vizcarra
Cuando una mujer pierde a su hija, esposo, hermana o cuñada suele portar una blusa de color blanco, símbolo de la promesa de buscar hasta encontrarle.
Esa blusa la usará todos los días y la cambiará por otra del mismo color. A veces tendrá la fotografía de su persona desaparecida y otras solo la leyenda “Te buscaré hasta encontrarte”.
Al cumplir esa promesa, cambiará de blusa.
En la radio local se escucha la noticia: “integrantes de Las Rastreadoras han encontrado los cuerpos de dos personas”. Es el 21 de mayo de 2020. El locutor se escucha serio, de corte fúnebre.
Se refiere a Las Rastreadoras de El Fuerte, una colectiva formada por más de 600 familias que buscan a personas desaparecidas en el norte de Sinaloa que encontraron los dos cuerpos gracias a la llamada de un informante anónimo que delató la ubicación a Mirna Nereyda Medina Quiñónez, fundadora de la organización.
Un par de horas después de ese hallazgo en Los Mochis, detrás de una zona conocida como La Cartonera, las mujeres encontraron el cuerpo de otra persona en otra fosa clandestina. Esta colectiva ha encontrado a 200 personas con el mismo método durante seis años: aceptar la colaboración de mensajeros anónimos.
Ese método, el de aceptar información de mensajeros anónimos, no serviría de nada si no hubieran creado antes una base de datos.
Es un archivo tan extenso y efectivo que cualquier agencia forense podría envidiar. En este guardan detalles, secretos y descripciones muy detalladas de personas desaparecidas que puedan ayudar a su identificación, como cicatrices, marcas de accidentes, tatuajes, lunares o cualquier marca de nacimiento. Cosas que hacen únicas a esas personas.
La información que han recopilado Las Rastreadoras es tan importante como lo son las búsquedas en campo, pues no sólo encuentras cuerpos, también han ayudado a identificarlos.
En territorio sinaloense hay al menos 4 mil 977 personas desaparecidas, según la Comisión Nacional de Búsqueda. El panorama es poco alentador: de 2018 a julio de 2020 se habían encontrado al menos 151 fosas clandestinas, de donde fueron desenterrados 253 cuerpos de personas.
Este estado es el quinto con el mayor número de casos por desaparición y el segundo en el registro de fosas clandestinas en México.
Entre 2010 y 2019 la fiscalía estatal registró la exhumación de 547 cuerpos y más 10 mil restos de huesos humanos.
La mayoría de esos hallazgos los hicieron grupos de familiares de personas desaparecidas que han tenido que aprender técnicas forenses como Las Rastreadoras de El Fuerte.
Los perpetradores, según dijo durante entrevista el Fiscal General del Estado, Juan José Ríos, son principalmente grupos criminales. Aunque un informe de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, basado en el análisis de 338 expedientes en el que 142 involucran en ese delito a policías municipales, estatales o miembros del Ejército, la Marina, la Policía Federal y hasta funcionarios de la SEP.
Por la reconocida falta de coordinación entre la fiscalía estatal y el Sistema Estatal de Seguridad producen pocos hallazgos. Mientras tanto las Rastreadoras del Fuerte —nombradas así por el periodista Javier Valdez— siguen en sus urgentes búsquedas por encontrar sus hijos e hijas desaparecidos. Solas, sin protección, han recorrido Ahome, Choix, Guasave y El Fuerte, en parajes donde operan grupos criminales dedicados a la producción y trasiego de drogas hacia Estados Unidos y Centroamérica con un saldo de 10 mil asesinatos en 10 años, el desplazamiento forzado de más de 34 mil personas, y casi 10 mil desaparecidos.
Desde su fundación en 2014, Las Rastreadoras comenzaron a recibir mensajes de voz o de texto, mapas hechos a mano o imágenes de celulares de fuentes anónimas que se condolían al verlas con picos y palos buscando cuerpos en los cerros les indican puntos y zonas geográficas donde podían encontrar entierros.
“Nosotras no sabemos quiénes son los que nos hablan, pero nos imaginamos que muchas personas son los que se llevaron a nuestros hijos, pienso que hasta policías hay involucrados”, señaló Mirna Nereyda Medina Quiñónez, quien buscó durante tres años a su hijo Roberto Corrales Medina, y lo encontró en 2017 gracias a uno de esos informes.
-¿Y si esas personas son las agresoras?, se le preguntó a la fundadora de Las Rastreadoras de El Fuerte.
“A lo mejor eso pasa y ya no pueden con la conciencia, no están tranquilos ¿y nosotras qué vamos a hacer?, no somos la policía y lo que queremos es encontrar a nuestros tesoros desaparecidos”, responde sentada frente a un escritorio en el que ha colocado una docena de expedientes con fotografías, números de teléfono y los nombres de personas que fueron arrebatadas de sus familias. Mujeres como Reyna Isabel Rodríguez Peñuelas, madre de Eduardo González Rodríguez -desaparecido con su cuñada Zumiko Lizbeth Félix Ortega el 9 de febrero de 2016 en Guasave- sospechan por la inacción de las autoridades no buscan.
“Al gobierno no le interesa, no le importa buscar a nuestros desaparecidos y pues nosotras somos las más interesadas, (de que aparezcan) de una u otra manera, pero que aparezcan”.
Reina Isabel Rodríguez, integrante de las Rastreadoras
La inacción de las autoridades empujó a que este grupo de mujeres hiciera dos tipos de búsquedas: en campo y en oficina. En 2016 rentaron un local en una plaza comercial de Los Mochis como bodega donde almacenar herramientas, después se dieron cuenta que podía tener otro uso.
En la entrada un cartel indica: “Derechos Humanos”. Las ventanas están tapizadas con papeles de color blanco, fichas de búsqueda, decenas de fotografías donde se alcanza a leer: “¿Has visto a?” y seguido de un memorial improvisado donde se leen estos nombres: José Francisco Ramírez García, desaparecido el 10 de junio de 2017. Jesús Izaguirre Valenzuela, la última vez que se le vio fue el 3 de mayo de 2015, en Sonora. Antonio Alan Rubio Escalante, de Choix. Pedro Ventura Medina Quevedo, de Culiacán.“Decidimos hacer un banner donde estuvieran las personas que habían sido localizadas. En este caso en esta pared al fondo están las fotos de los que hemos encontrado”, cuenta Mirna mientras toma una carpeta de color beige. Su hijo Roberto está entre esos retratos.
En esa oficina Mirna muestra carpetas apiladas en su escritorio. Las tiene clasificadas por año, por sexo y por municipio. Algunos casos son investigados por la Fiscalía local y otros por la Fiscalía General de la República.
De una caja toma unas libretas: contiene anotaciones sobre hechos importantes. Se alcanza a leer una lista: “llamar a los familiares para que les hagan exámenes forenses”; otra: “pedir más información sobre la desaparición”.
En los archivos anotan cada actividad donde intervienen abogadas, fiscales, psicólogas, trabajadoras sociales y funcionarias de las comisiones de búsqueda y de víctimas, y registran cada uno de sus rastreos de fosas y llevan un diario de campo.
Coleccionan fotos, videos y audios de cada hallazgo.
Michelle García Parra, una joven voluntaria de 21 años, graduada en 2019 como Licenciada en Mercadotecnia, es la encargada de alimentar el archivo. Ella también debe estar atenta para cuando Las Rastreadoras le hablen para preguntarle características de las personas desaparecidas.
“Lo que hago son las fichas de los desaparecidos, todo el proceso que fue cómo desapareció una persona”, describe la joven al abrir una de estas carpetas que tiene digitalizada y que clasifica en columnas en tablas de excel.
“Se le pregunta la fecha de nacimiento, la fecha de desaparición, las características principales como si llevaba placas, si tiene brackets, si tiene tatuajes, que es principalmente con lo que se le identifica. Algunos (familiares) vienen personalmente a hacer su denuncia aquí, otros simplemente es por el contacto por internet, por celular”.
Michelle García Parra, integrante de las Rastreadoras
Lee el reportaje completo en la página de A dónde van lo desaparecidos.