En la Ciudad de México, la movilización por la violencia contra las mujeres estuvo marcada por actos simbólicos, consignas y performance.
Escucha las voces de la manifestación por el #25N en la Ciudad de México.
Aura García y Bianca Cerreto
“¿Por qué decidiste no denunciar? No me sentía cómoda con hacerlo público porque era mi cónyuge”. Esa respuesta pende de un tendedero en la Glorieta de las Mujeres que Luchan. Las papeletas en color naranja y rosa retratan las historias de mujeres que sufrieron violencia, pero que han encontrado obstáculos para denunciar y aún más para encontrar justicia.
Este 25 de noviembre, Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer, la figura de la niña con el puño izquierdo alzado resguarda esas historias: las de autoridades que han fallado en su tarea de garantizar acceso a la justicia, las de violencias que quedan relegadas al hogar, las de mujeres que gritan los nombres de sus hijas asesinadas por el solo hecho de ser mujer. Así ocurre con Rocío que acude a la marcha con una fotografía de Zyanya.
“Zyanya era mi hija, era una joven médico de apenas 26 años egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México, que se encontraba en la Ciudad de Puebla haciendo su especialidad en pediatría, cursando ya el segundo año, pero el 15 de mayo del 2018 recibo la letal llamada de que mi hija se encontraba sin vida”
Las fallas casi siempre están en las instituciones de justicia. Odette, una profesora de derecho que no participó en la marcha pero apoya las movilizaciones feministas, reconoce que hace falta que los juzgadores hagan su trabajo con perspectiva de género, donde lo principal sea no revictimizar a las mujeres. En esto coincide Andrea Villalobos, cofundadora de Redige.
“En la mayoría de los casos no proceden las denuncias porque eran pareja, o porque ella decidió ir con él, o porque iba vestida de una manera, o porque no había pruebas. La mayoría de las razones que se ofrecen son fuera de una perspectiva de género y eso es, un poco, lo que queremos cambiar, que se generen reglamentos con esta perspectiva para ser usado al momento de juzgar casos de violencia”.
Además de evidenciar las fallas en el sistema de justicia, que se refleja en que 96 por ciento de los crímenes contra las mujeres queden impunes, las asistentes a la marcha encuentran distintas formas de expresarse: algunas gritan, algunas hacen pintas en el mobiliario urbano y otras más escriben sus testimonios en pequeños papeles que quedan ocultos bajo un vestido de novia.
Así lo explica Norma Silva. Hace 21 años, usó ese vestido con una idea del amor, hoy es un signo de supervivencia.
“Es un vestido que recolecta fragmentos de historias. Estos fragmentos de historias y estas historias son fragmentos de mujeres violentadas. El vestido se compone de dos crinolinas: una crinolina blanca que simboliza la pureza, pero también está una crinolina roja que está oculta, que es donde se colocan todas estas historias que callamos. A través de estos fragmentos intentamos articular una suerte de gran historia.”
Su plan es llevar el vestido a Canadá, Francia y otros países de Europa con la finalidad de hacer “una archiva” de la violencia que todos los días enfrentan las mujeres alrededor del mundo y que en la mayoría de los casos queda en silencio.
#25N || Las colectivas feministas llegaron a Eje Central y pasaron por Bellas Artes, para detenerse en el Banco de México.
Sigue la transmisión minuto a minuto: https://t.co/QeUZyxS4MU pic.twitter.com/miAJ1UIvSL
— IMER Noticias (@IMER_Noticias) November 25, 2021
Entre esas violencias está la económica, que hoy también encuentra eco. Entre las colectivas, se incorpora la patrulla feminista. Diana Vázquez conduce el auto que se abre paso con los nombres y rostros de presuntos deudores alimentarios, quienes se han valido de estrategias para no cumplir con sus obligaciones familiares.
“Con esta patrulla recorremos centros de trabajo y casas de deudores, recordándoles que tienen sentencias y que tienen pagos y adeudos con sus hijas e hijos. Tenemos páginas en siete estados de la república. Estamos tratando que haya más patrullas feministas y que más mujeres se organicen y busquen a estos señores. Hay señores que cambian de trabajo, hay señores que no acuden a las audiencias.”
En ese mismo tono, el Zócalo fue testigo de otra acción colectiva: algunas manifestantes montaron una “mercadita feminista” y autogestiva, con el objetivo de utilizar las ganancias para asesorar a víctimas de abuso o acompañar abortos seguros.
Así, la jornada estuvo marcada por las tradicionales consignas, cientos de pancartas, y contingentes repletos de jóvenes entusiastas, pero también fue posible hallar a mujeres organizadas en torno a una misma causa y que desde los distintos frentes, utilizan su arte, conocimiento e ingenio para demostrar que las cosas han cambiado.
“Yo llevo ya como un año marchando, pero es la primera vez que mi mamá me acompaña, creo que también es su primera marcha. Yo marcho porque abusaron de mí cuando tenía seis años, justamente por eso mi cartel dice “las niñas no se tocan”. Es un tema que nunca había hablado en mi vida, hasta que cumplí los 18, pero parte de mi proceso de sanación es hablarlo con todos y que se haga público, que mi familia lo sepa, que todos los sepan y en eso ando. Todavía duele mucho”.
Hannia, a quien acabamos de oír, y Araceli, su madre, son testigas de esta transformación y con pegatinas se encargan de demostrarlo. Pese a la diferencia generacional y los prejuicios que cargaba Araceli sobre las manifestaciones, hoy pueden estrechar lazos, al tiempo que decoran el asta bandera.
“Te deseo el valor de irte a la primera“, “Que se nos proteja como a los monumentos” y “Nunca tendrán la comodidad de nuestro silencio” son algunas frases que colocaron en el mástil, para dejar huella de su digna rabia.
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