México y Estados Unidos enfrentan tensiones por el cumplimiento del Tratado de Aguas de 1944. La sequía del río Colorado amenaza el abasto en Baja California y obliga a replantear alternativas más sostenibles y económicas al uso de plantas desalinizadoras.
Patricia Ramírez
Los ríos no conocen de fronteras. Por la línea imaginaria que divide a México y Estados Unidos corren el Bravo y el Colorado, donde el agua ha sido motivo de disputa desde hace más de un siglo.
Para regular el reparto equitativo y evitar daños al sector agrícola, ambas naciones firmaron un tratado en 1944.
En este acuerdo se estableció que, cada cinco años, Estados Unidos debe entregar a México 1 millón 850 mil litros de agua al año provenientes del río Colorado, mientras que México debe enviar 2 millones 185 mil litros del río Bravo.
Tensiones por el cumplimiento del tratado
El próximo 24 de octubre concluye el plazo quinquenal del tratado. Sin embargo, desde abril surgieron tensiones cuando el entonces presidente estadounidense Donald Trump anunció que detendría el envío de agua debido al supuesto incumplimiento de México, que debía más del 50% del volumen acordado.
Como respuesta, la presidenta Claudia Sheinbam envió una propuesta integral, argumentando que los últimos tres años han sido de sequía prolongada, pero que México cumpliría con lo pactado.
En la conferencia matutina del 1 de octubre, Sheinbaum afirmó:
“Hubo varias reuniones a principios de año y se acordó un esquema de cómo se entregaría y cuándo se entregaría. No pensamos que haya algún problema para esa entrega, porque se espera todavía en esa zona del país lluvias importantes. De todas maneras, estamos en comunicación permanente, a través de CILA, con el gobierno de Estados Unidos”.
El estrés hídrico del río Colorado
Si bien la presión ha recaído en México, Estados Unidos también enfrenta problemas respecto al río Colorado.
Este afluente nace en las Montañas Rocosas, en Colorado, y recorre varios estados hasta llegar a Baja California y Sonora, donde abastece principalmente a las ciudades de Tijuana, Mexicali, Tecate, Rosarito y Ensenada, antes de desembocar en el Alto Golfo de California.
En la actualidad, el río Colorado atraviesa una sequía prolongada. Su caudal ha disminuido considerablemente en las últimas décadas.
Además, la calidad del agua se ha deteriorado debido a la contaminación, la sobreexplotación y el estrés hídrico acumulado.
Actas complementarias para enfrentar la crisis
Como respuesta a la crisis, México y Estados Unidos han establecido actas complementarias al Tratado de Aguas de 1944, las cuales funcionan como acuerdos bilaterales para adaptarse a las condiciones de estrés hídrico actuales.
El investigador Alfonso Andrés Cortez Lara, del Colegio de la Frontera Norte, quien ha estudiado la gestión del agua del río Colorado, lo explica de la siguiente manera:
“Se tienen al momento el Acta 319 de 2012, enfocada en la conservación del agua; el Acta 323 de 2017, que amplía las medidas del acuerdo anterior; y el Acta 330, firmada en marzo de 2024, que incorpora medidas de contingencia y reducciones obligatorias adicionales”.
En particular, el Acta 330, firmada el año pasado, reduce la asignación anual de agua para México y plantea recortes internos en los estados de la cuenca baja de Estados Unidos. Además, establece que los volúmenes de agua ahorrados no podrán utilizarse hasta el 1 de enero de 2027.
De acuerdo con Cortez, uno de los principales objetivos de esta medida es mantener los volúmenes de agua en la presa Hoover, ubicada en Estados Unidos, la cual se encuentra cerca de un nivel crítico que podría afectar la producción de energía eléctrica para gran parte del suroeste estadounidense.
Impacto en Baja California y el sector agrícola
En México, esta situación obliga a replantear cómo el sistema puede seguir garantizando el abastecimiento de agua, principalmente para Mexicali y Tijuana, ciudades que dependen casi por completo del río Colorado.
El sector más afectado es el agrícola, que utiliza entre 75% y 80% del agua recibida, según datos de la Comisión Estatal Ciudadana del Agua, perteneciente al Consejo Ciudadano de Baja California.
El coordinador de la comisión, Mario Zepeda Jacobo, explica que la prioridad son las zonas urbanas, donde se busca satisfacer primero las necesidades humanas.
“Las demás actividades pasan a un segundo término, incluyendo la agrícola”, señala. “Sin embargo, sí hay afectaciones generales cuando disminuye la disponibilidad del agua proveniente del río Colorado”.
Zepeda propone sustituir cultivos para que el sector agrícola se enfoque en aquellos que consuman menos agua o que sean susceptibles de tecnificación.
En las zonas urbanas, considera necesario mejorar el tratamiento del agua para que pueda reinyectarse en los mantos acuíferos y fortalecer el ciclo hídrico.
Alternativas más económicas que una planta desalinizadora
Por su parte, el investigador Alfonso Andrés Cortez Lara, del Colegio de la Frontera Norte, señala que si bien el agua tratada existe, su aprovechamiento es mínimo.
Además, subraya la urgencia de invertir en infraestructura hidráulica, ya que una parte importante del agua potable se pierde por fugas en las redes de distribución.
El especialista destaca que, incluso en un contexto de sequía prolongada y estrés hídrico, existen alternativas más viables y económicas que una planta desalinizadora.
Explica que hay opciones tres o cuatro veces más baratas, enfocadas en mejorar la eficiencia y la conservación del recurso.
La Planta Desalinizadora de Rosarito es un proyecto gubernamental que busca garantizar el suministro de agua potable en la zona costera de Baja California, especialmente en Tijuana y Playas de Rosarito.
Sin embargo, su implementación ha sido controversial por la falta de consulta ciudadana y por los señalamientos de impactos ambientales, como el riesgo de salinización de los ecosistemas marinos.
Un ejemplo de que no toda solución técnica garantiza una mejor gestión del agua.
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