El profesor Patricio Sepúlveda se aisló en la embajada de México en Chile, tras el golpe de Estado a Salvador Allende. Días después partió a territorio mexicano.
Alberto Najar
La mañana del 11 de septiembre de 1973 el profesor Patricio Sepúlveda se preparó para una larga jornada.
Ya tenía tiempo con esa rutina. En julio de ese año en Chile un grupo de militares atacó el Palacio de la Moneda, sede del gobierno del presidente Salvador Allende.
Fue un intento de Golpe de Estado sofocado por el mismo Ejército. La rebelión, conocida como “El Tanquetazo”, empeoró la crisis que vivía el país. Para el maestro Sepúlveda la inquietud social representaba estar más alerta.
“Fueron años difíciles. Difíciles porque desde el principio, desde el mismo momento en que Allende resultó con la primera mayoría en la elección del 70 para presidente, fue orquestado una oposición bastante belicosa contra el presidente Allende.
Eso se traducía, pienso, por ejemplo, en amigos que pensaban diferente y que de una u otra forma, antes de que empezara este fenómeno de la polarización o de la manipulación o de exacerbar las acciones de la unidad popular, había una cierta comprensión y tolerancia, pero después llegó al enfrentamiento, se dividieron familias, se perdieron amistades, llegaban a los golpes en las calles”.
La tensa-calma previo al golpe
Patricio Sepúlveda militaba en Unidad Popular, alianza de partidos que impulsó al presidente. De hecho, era parte de un grupo del movimiento cuyo propósito era cuidar la vida de Salvador Allende.
En 1973 la situación era cada vez más difícil en Chile. Además de la rebelión militar, había desabasto de alimentos, huelgas y ataques terroristas.
Una crisis que magnificaba la mayoría de los medios. Las versiones sobre un eventual ataque al presidente eran cada vez más comunes.
“Y eso se vive ya a finales del 72 y principios del 73, todos hablábamos de la posibilidad de un golpe. Se va a hacer cotidiano esta situación, los paros de los camioneros, el boicot a la producción, la escasez artificialmente establecida pues va a hacer que el ánimo de las personas que no tienen o no tenían ninguna razón de estar en contra del gobierno de Allende vayan volcándose paulatinamente al malestar”.
El poeta Pablo Neruda llamó a esos meses “un Vietnam silencioso”, definición adecuada por el contexto internacional.
El mundo vivía el período más intenso de la Guerra Fría, y una de sus trincheras era Chile. Pero en ese entonces, los chilenos no lo sabían.
“Teníamos una visión un poco, si no débil de la situación, romántica. No creíamos que fuéramos tan importantes un país pequeño con una población escasa, y colocado en una parte muy alejada del planeta. Después de Chile no hay nada, está el universo”.
El día del golpe
Aunque el Golpe de Estado parecía inminente, el ataque al Palacio de la Moneda del 11 de septiembre sorprendió a Chile.
Muchos creían que el Ejército era leal al presidente Allende. No fue así. Patricio Sepúlveda y sus compañeros hicieron lo que se pudo.
“Es como mi deber, tratar de defender el gobierno, mi gobierno, el gobierno Salvador Allende y sí, sí, traté de estar en la resistencia, en participar de la poca resistencia que hubo pero fue ese día, ese día, sí, yo estuve armado, mal entrenado, pero no podíamos usar un arma.
Bueno cumplir mi deber pero no… no poder actuar porque no era posible enfrentar a un ejército un ejército que no sufrió mayores quebrantos en términos de disidencia dentro de él”.
Casi al anochecer les atrapó la realidad.
“Yo me enteré de la muerte de Allende en la tarde, como era, las 5 o 6 de la tarde pero nos enteramos de que Allende había muerto y nos enteramos también de que no teníamos ninguna organización los partidos estaban organizados no para enfrentar un golpe de Estado, estaban organizados para participar en elecciones estábamos organizados para contar votos, estábamos organizados para llamar a la ciudadanía a votar por nosotros, no a morir por nosotros y tampoco los militantes pues, estábamos preparados para morir por un gobierno, ni para enfrentar por la fuerza a la fuerza”.
El exilio a México
Lo que siguió fue sobrevivir. El profesor Sepúlveda fue detenido por violar el toque de queda, pero fue liberado por un capitán que quería desocupar la cárcel donde se encontraba.
Semanas después estuvo a punto de ser arrestado de nuevo, pero los policías que fueron a por él lo citaron en la prisión para entregarse.
Nunca fue a la cita. Lo que hizo fue asilarse en la embajada de México, de donde partió a este país a finales de 1973.
Cincuenta años después de aquellos días, esto dice Patricio Sepúlveda.
“Que quiere que te diga de la vida en México el ha sido fue lo mejor que me ha pasado en mi vida para mi mujer y para mí para mis hijas para mis nietos hicimos una una vida increíble no, no, no, no voy a decir que no se extrañaba Chile somos somos plantas somos árboles no somos árboles las raíces por ser que hay lo hicimos nos fuimos no nos quedamos en el aire hicimos raíces echamos raíces pero no de una vez sino a lo largo del tiempo”.
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