La maestra María Fernanda Varela explica cómo la escuela también es casa para niñas y niños afectados por la migración.
Karen Ávila
La maestra María Fernanda Varela, docente de segundo grado de preescolar en el estado de Puebla, explicó que la migración ha transformado las dinámicas dentro de las aulas, incluso en comunidades alejadas de la frontera.
“La escuela también es casa; debe ser un espacio de contención y acompañamiento para quienes viven la migración desde lejos.”
Varela detalló que muchos menores crecen bajo el cuidado de abuelos u otros familiares, lo que genera cambios emocionales y sociales que la escuela debe atender con sensibilidad.
Para mantener los vínculos familiares, las y los docentes han impulsado proyectos que permiten a los niños expresar sus sentimientos hacia los padres que migran.
“Hemos hecho proyectos para enviar pensamientos de los niños a sus padres migrantes, para que sepan que su comunidad los recuerda”, compartió la maestra.
Autonomía docente: enseñar desde la realidad de la comunidad
La Nueva Escuela Mexicana reconoce la autonomía profesional como eje central del quehacer educativo. Varela explicó que esta libertad pedagógica permite adaptar los contenidos a las condiciones de cada grupo escolar.
“La autonomía nos abre puertas para la acción: podemos decidir cómo abordar los contenidos y hacerlos más cercanos a las realidades de nuestras comunidades.”
Esa capacidad de decisión, agregó, es clave para responder a contextos sociales complejos, como el de la migración infantil, y para fortalecer la identidad cultural de las comunidades.
“Si solo ofrecemos lo que viene en los libros, nos alejamos de las necesidades reales de nuestros grupos escolares.”
Educación con identidad: proyectos desde la comunidad
Como ejemplo, la maestra compartió el proyecto “La vida en mi comunidad”, realizado con niñas y niños de su jardín de niños, donde aprendieron sobre la historia local, las tradiciones y el lenguaje náhuatl.
El trabajo incluyó la creación de un pequeño fanzine con recetas tradicionales, dibujos, relatos de abuelos y frases en lengua originaria, lo que fortaleció el sentido de pertenencia y el aprendizaje significativo.
La autonomía como ejercicio colectivo
Varela insistió en que la autonomía no es un acto individual, sino una práctica comunitaria:
“La autonomía no es individual, se construye colectivamente. Todos participamos, compartimos y ejercemos nuestro derecho a la palabra.”
Para la docente, esta visión transforma la relación entre escuela y comunidad, y permite que el aula sea un espacio donde se enseña desde la empatía, la cultura y la realidad local.
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