México enfrenta la amenaza del maíz transgénico importado. Conoce su impacto en la salud, el medioambiente y la soberanía alimentaria nacional.
Escucha el especial con la producción de René Garza
Natalia Matamoros
A pesar de que México dispone de 64 variedades de maíz con diferentes texturas, sabores y colores que van desde el amarillo convencional hasta azules, morados, rojos y negros, su consumo ha sido acechado por el ingreso del transgénico proveniente de los Estados Unidos.
Aunque su consumo humano está prohibido y solo se destina al forraje animal, la falta de controles estrictos facilita la mezcla con maíz blanco en la cadena llena de producción de alimentos como tortillas y masa.
Maíz transgénico en México
El maíz transgénico ha logrado penetrar en varias entidades del territorio nacional gracias a la importación. Según Mercedes López, representante común de la demanda colectiva del maíz, México adquiere a Estados Unidos 17 millones de toneladas de maíz al año.
El 90 por ciento de este maíz está genéticamente modificado y más del 70 por ciento se usa para la alimentación porcina y, aun cuando no es apto para consumo humano, puede dispersarse en un 5 por ciento.
Por vía férrea y marítima, este alimento ha logrado dispersarse en diversas zonas del país, lo cual quedó demostrado en estudios científicos realizado por Conacyt y Sibiogen.
“De los 23 estados, estas secuencias transgénicas se encontrarán sobre todo en Puebla, Hidalgo, Morelos, Estado de México, Guanajuato, Jalisco, tanto en grano como semilla y en harina fue en Oaxaca y en Yucatán.
Y en cuanto a los residuos de herbicidas del glifosato y otros herbicidas, ¿no? Que es muy grave.
Se detectaron trazas en un porcentaje de 39% del total de muestras y 34% fueron de residuos de glifosato y 5% de glufocina”.
La especialista señaló que existen reportes de cultivos ilegales de maíz transgénico en estados como Sinaloa, Tamaulipas y la comarca lagunera.
Por ello, desde hace más de 30 años se han creado movimientos para frenar su entrada debido a una serie de implicaciones que ocasionan los cultivos de esta especie y que comprometen la integridad genética del maíz mexicano.
Además, el uso de herbicidas que requieren los cultivos de esta especie ha sido vinculado a problemas de salud y trastornos endocrinos. Así como dependencia económica hacia grandes corporaciones para su suministro, lo cual se traduce en un aumento de costos y reduce la autonomía alimentaria.
La defensa del maíz nativo
López recordó que en el año 2013 fue presentada una acción colectiva civil para que se prohibiera la siembra piloto experimental del maíz transgénico en México por parte de empresas transnacionales.
Esto fue secundado por otras acciones destinadas a la defensa de las siembras del maíz criollo.
“Y en septiembre de ese mismo año de 2013 se nos otorgó una medida cautelar, una medida precautoria basada en toda una serie de instrumentos internacionales como el protocolo de Cartagena, que defiende los centros de origen, y logramos detener esa siembra. 12 años deteniendo la siembra comercial de maíz transgénico y luchando, 52 personas, 22 organizaciones civiles”.
Años más tarde, las medidas fueron respaldadas por dos decretos presidenciales. El primero fue publicado el 31 de diciembre de 2020 y el segundo el 13 de febrero de 2023.
En ambos documentos se prohíbe el uso de las semillas de maíz para cultivos agrícolas y su reducción gradual en otros alimentos y forrajes.
Sin embargo, estas decisiones generaron inconformidad en los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, que las consideraron como una violación a las disposiciones del acuerdo trilateral Temex. Lo cual llevó a la activación de un panel de controversias que decidió sobre la continuidad de las importaciones de esta especie de maíz.
El maíz transgénico puede ocasionar daños a la salud
En diciembre de 2024, el panel falló a favor de Canadá y Estados Unidos, al considerar que no existen evidencias científicas que demuestren que este tipo de maíz puede ocasionar daños a la salud.
En respuesta y como parte de esa resistencia por la preservación del maíz nativo, la salud y la soberanía alimentaria, la presidenta Claudia Sheinbaum ordenó la modificación de los artículos constitucionales en los que prohíbe el uso del cereal genéticamente modificado en el país.
La resistencia férrea contra el transgénico no solo ha sido ejercida en el ámbito legal, sino también en el campo. Los productores han tomado conciencia de la importancia del cereal criollo, por lo que se han esforzado para preservar la milpa y las formas tradicionales de cultivo. Así lo explica Laura Flores, agricultora de San Miguel Xicalco en Tlalpan.
“Ahora creo que sí hemos entrado en un momento en el que los campesinos de la Ciudad de México están bombardeados de información y tan rodeados de este tema de la importancia de las semillas nativas que se les ha dado un valor no solo económico, sino ahora entendiendo que las semillas nativas van más allá del valor económico, tienen un valor cultural, alimentario, tienen un valor respecto a la ecología, al equilibrio ecológico”.
El impacto del transgénico
Según diversas investigaciones, el uso de herbicidas ligado al maíz transgénico está asociado a enfermedades endocrinas y cáncer en humanos. También afecta al estómago de los polinizadores.
Para Emmanuel Gómez, académico e investigador de especies nativas de la Universidad Autónoma de Chapingo, los efectos contra los insectos y otras especies silvestres son letales.
“Afecta a microorganismos, a insectos, animales silvestres que andan alrededor de la milpa o de las parcelas de maíz y pues, con esos tóxicos pues se mueren. Además de afectar esos animales silvestres o o también insectos, también hay microorganismos del suelo que no estamos protegiendo”.
La dispersión del maíz transgénico es un fenómeno complejo. No basta con prohibir su cultivo a cielo abierto.
La contaminación ocurre por múltiples vías: mezclas accidentales en silos, cadenas logísticas compartidas, importaciones e intrabilidad y, sobre todo, falta de vigilancia y monitoreo real en los territorios. Explicó Juan Manuel Torres, investigador del Centro Transdisciplinar Universitario para la Sustentabilidad de la Universidad Iberoamericana.
“Las casetas de inspección fitosanitaria, pues se han olvidado, ya no existen, ¿verdad? Todo eso lo hemos olvidado, todo nuestro esquema de inspección fitosanitaria prácticamente se ha perdido y pues con esto tenemos un libre tránsito de muchos productos, no necesariamente transgénicos, sino productos que no deberían de moverse de una región a otra región”.
Hoy la protección del maíz se ha vuelto un símbolo de resistencia, resistencia de comunidades campesinas que conservan semillas en bancos vivos, de organizaciones que luchan por la prohibición del cultivo transgénico a cielo abierto, de académicos que documentan los efectos de la contaminación genética.
Pero esa resistencia necesita más que voluntad, necesita leyes, vigilancia, educación, recursos y, sobre todo, una sociedad consciente de que lo que está en juego no es una semilla. Sino la posibilidad de alcanzar la autosuficiencia alimentaria y mantener intacto un poderoso símbolo de identidad nacional.
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