En seis años, el PRI pasó de gobernar 16 estados a sólo dos: Coahuila y el Estado de México. Sin confianza en su presidente Alejandro Moreno, el partido buscará retener las gubernaturas en 2023.
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Aura García
En seis años, el PRI perdió territorio, el apoyo de sus gobernadores, la confianza de liderazgo y militantes, así como su capacidad operativa.
Para distintos especialistas, esto deja al partido sin armas rumbo a las próximas elecciones del 2023.
Además, de que la dirigencia de Alejandro Moreno en el PRI pende de un hilo por las derrotas acumuladas y los escándalos que lo rodean.
La caída en picada del partido tricolor inició en las elecciones de junio del 2021. En ese momento, perdió ocho gubernaturas: Sinaloa, Colima, Sonora, Zacatecas, Guerrero, Tlaxcala, San Luis Potosí y Campeche.
Esta última, de gran relevancia para el líder del PRI, pues en 2015 ganó la gubernatura. Sin embargo, la abandonó cuatro años después para asumir la presidencia del partido.
Hasta mayo del 2016, el PRI mantenía su poderío político con el control de 20 estados. No obstante, los hechos de corrupción que marcaron a sus gobernadores influyeron para que perdiera 18 estados. Ahora Morena y sus aliados gobiernan en 22 entidades.
En otras palabras, el PRI pasó de gobernar 62.2 millones de habitantes a 20 millones en seis años. De los cuales el 85 por ciento corresponden al Estado de México, su principal bastión.
El Estado de México es la entidad más grande del país con 13.5 por ciento de la población del país y nunca ha visto otros colores que no sean los del PRI.
Por ello, analistas coinciden que en caso de perder la gubernatura el próximo año significaría la estocada final del partido.
Sin operadores para el 24
Para el investigador de la División de Estudios Políticos del CIDE, Javier Aparicio, una consecuencia directa de la crisis que enfrenta el PRI es su debilitamiento de cara a la carrera presidencial.
De cara al 2024, advierte que el PRI ha perdido sus bases y sus líderes han migrado a Morena, un fenómeno que ha causado la derrota del priismo en varios municipios.
“Y ojo, en 2018, el PRI estaba sumamente débil. Lo que le pasó al PRI con Peña Nieto sí fue notable, de por sí tenía la fama de partido corrupto y demás y con Peña se fue al récord. Entonces, terminó muy débil en 2018 y le debería costar trabajo reinventarse. Pero lo que yo estoy viendo que ocurre en la clase política priista es que la salida o la supervivencia la encuentran con ‘mira me paso a Morena y no pasa nada. Nomás me pongo otra playera’. Hay un pragmatismo, sobre todo a nivel local de ‘si me acomodo con el nuevo partido en el poder, todo va a estar bien’”.
Otro de los obstáculos en la carrera presidencial es su dirigencia nacional.
De acuerdo con el Doctor Emilio Vizarretea, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, la presidencia del PRI es muy endeble y con poca autoridad en el bloque opositor.
Esto le resta al partido margen de maniobra.
“Desde luego que la fortaleza de los dirigentes para negociar futuras posiciones o elementos que podrían estar en la discusión pues disminuyen. La credibilidad, la confianza y la legitimidad que podrían tener se está socavando. Un buen dirigente necesita tener una buena organización y una buena estructura entre sus sectores. Si no lo tienen los liderazgos van a quedar muy socados, lastimados y realmente no le van a servir ni a su partido ni a la organización ni a los militantes que tenga”.
Traición interna
Expertos y políticos también recalcan que la lealtad de los gobernadores del PRI está en venta y, muestra de ello, fueron las elecciones del 5 de junio pasado.
Durante el proceso electoral, Jesús Zambrano, dirigente del PRD y aliado del PRI en “Va Por México”, acusó a los gobernadores de Hidalgo, Omar Fayad, y de Oaxaca, Alejandro Murat, de entregar el estado a Morena.
Sin embargo, el análisis político y las expulsiones del propio tricolor indican que no serían los primeros en hacerlo.
El PRI siempre fue un partido de mucha disciplina al que su militancia guardaba obediencia, pero el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en 2018 causó un reacomodo de fuerzas.
En palabras de la Doctora en Ciencia Política, Rosa María Mirón, la actitud de los gobernadores indica que le apuestan a cuidar de ellos mismos, antes que de su partido.
“Es muy curioso porque estos Gobernadores que pierden sus estados caen para arriba. Porque se supone que es una derrota para el partido, una derrota del Gobernador priista y, bueno, resultan recompensados. Claramente que esto da mucho que pensar. Y además, en el PRI eran mucho más alineados con la línea del Presidente del partido y ahora es obvio esto no implica ningún freno. Jalan por su lado.”
“Y la verdad es que buscan que no los molesten en el séptimo y octavo año de sus sexenios”.
Aunque no está claro cómo inició esta traición al partido, uno de los primeros en expresar su favoritismo por el presidente López Obrador fue el exgobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, en 2019 con estas palabras:
“Nos sentimos muy contentos todos los sinaloenses de tener aquí a un gran amigo, y sobre todo al mejor aliado: al presidente Andrés Manuel López Obrador. Aquí en Sinaloa se le quiere, se le respeta, se le aprecia y sabe que con usted ¡nos va a ir a toda madre! El Presidente ha sido un hombre que lo que dice lo cumple, lo que promete lo hace y eso es lo que estamos sintiendo las y los sinaloenses. Así que un aplauso fuerte al Presidente”.
De inmediato, el presidente le abrió la puerta.
“Quiero adelantarles a los sinaloenses que voy a invitar a participar en el Gobierno que represento el gobernador Quirino Ordaz. Lo voy a invitar a que trabaje con nosotros, esto porque ha hecho una buena labor en Sinaloa, es un profesional, es un hombre de trabajo, tiene experiencia y se va a unir, a sumar, a nuestro equipo para seguir transformando nuestro país.”
La seducción del poder rindió sus frutos y este año, el presidente nombró a Quirino Ordaz como embajador de México en España.
Eso sí, sin librarse de las consecuencias de su partido, pues tres semanas después de asumir el cargo, el PRI lo expulsó.
De la misma manera, otros dos gobernadores que perdieron el estado frente a Morena recibieron una invitación exclusiva del gobierno federal:
- Claudia Pavlovich, exmandataria de Sonora, recibió el Consulado en Barcelona.
- Carlos Miguel Aysa González, exgobernador de Campeche, recibió la Embajada de República Dominicana, luego de darle la espalda al PRI y votar a favor de la reforma eléctrica.
Para Rosa Mirón, académica de la UNAM, “estas traiciones” no dependen totalmente del dirigente del partido, Alejandro Moreno, y su liderazgo.
En muchas ocasiones, el gobierno federal busca desarmar a opositores con jugosas propuestas.
“¿Habla de poco liderazgo o mal liderazgo? Pues es que tiene enfrente las ofertas. Él no puede ofrecer Embajadas ni consulados, pero tampoco creo que esté negociando con iguales. Al menos contra López Obrador no puede competir y mucho menos con un aparato de Morena, apoyado por el Gobierno federal con todo lo que da, como lo vimos en la revocación de mandato”.
Sin embargo, no todos piensan igual. Mucho menos después de los resultados de este año, lo que ha desatado quejas y comparativos entre Moreno y otros líderes.
El quiebre de militancia
Frente a este nuevo reacomodo, la militancia y las voces experimentadas del partido han mostrado descontento desde diversos frentes y han solicitado la renuncia de Alejandro Moreno.
En los primeros días de junio pasado, una decena de expresidentes del partido sentó al dirigente en el banquillo de los acusados.
En una reunión a puerta cerrada, exigieron su salida y discutieron cómo hacer frente a la crisis del tricolor.
Además, el coordinador de la bancada en el Senado, Miguel Ángel Osorio Chong, ya marcó distancia. En más de una ocasión ha hecho público su rechazo a que permanezca a la cabeza del PRI.
Pero las quejas contra “Alito” no paran ahí. Tres corrientes internas del partido: Plataforma PRI, Movimiento Líder y Alianza Generacional exigen su expulsión y la de la Secretaria General, Carolina Viggiano.
Hoy Alejandro Moreno está acorralado por el rechazo de varios sectores de su partido, la filtración de audios que exhiben dinero escondido en paraísos fiscales y críticas a sus iniciativas para armar a la ciudadanía.
Para Emilio Vizarretea, el PRI juega, ahora más que nunca, en contra de la democracia.
“El PRI ha entrado en una faceta de deslegitimidad al interior de su propia organización, con sus militantes y obviamente con muchos de sus dirigentes. Ese viejo modelo de la prebenda, del comprar conciencias que ha estado detrás de muchas de las organizaciones no es el mejor mensaje para construir ciudadanía. Ni mucho menos fortalece democracias”.
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