En Chile comenzó el denominado canto nuevo, música que servía a las y los artistas para quejarse de injusticias que vivían en el país.
Carolina López Hidalgo
En las canciones podemos encontrar la esencia de los pueblos, sus amores, su naturaleza, sus miedos, torturas, su vida y su muerte.
En ella, muchos artistas hallaron un camino para levantar la voz de los que no tenían el micrófono. Como juglares narraron los horrores de las dictaduras, de los sueños aplastados y de las diferencias económicas, educativas y sociales de las comunidades.
En Chile, antes del Golpe Militar encabezado por Augusto Pinochet, comenzó el denominado canto nuevo con Violeta Parra, quien, junto a su hermano Nicanor, se quejó de las injusticias que vivían en torno a la desigualdad; pero también fortalecían su identidad cultural, como lo destacó Jorge Coulón, director de Inti Illimani.
“Tenía que ver con el canto popular y con el alto nivel de organización sindical que teníamos en Chile. Fue un país que siempre luchó contra las injusticias sociales. Naturalmente, los artistas formaban parte del movimiento. Pero tuvo una confluencia: no era solamente esta protesta contra un sistema injusto, sino también la idea de rescatar una identidad latinoamericana en nuestra música”.
A la par, Víctor Jara tomó el timón para continuar con ese canto que creyó no se podría apagar jamás. Sin embargo, Jara fue torturado y asesinado. No fue el único: cientos de artistas fueron enterrados dos veces. Por un lado, fueron asesinados, y por el otro ocultaron su obra.
Música y poesía: alicientes ante la tortura
El Golpe de Estado contra Salvador Allende dejó más de 40 mil víctimas, entre asesinados, desaparecidos, exiliados y quienes padecieron violaciones a sus derechos humanos.
Padres y madres de familia, jóvenes universitarios, campesinos, cocineras nombres y apellidos como Farías, Donoso, Rojas, Poblete, Pino, Carvajal, Toro, Bustos, Quezada padecieron por los fusiles y los garrotazos.
En la represión encontramos el nombre de Ángel Parra, quién fue torturado en el Estadio Nacional y enviado a un campo de concentración en Chacabuco, un lugar en el que la música y la palabra fueron los alicientes ante las torturas y la falta de libertad.
Ángel Parra, desde su trinchera, grabó un concierto en el campo de concentración y, junto con otros presos, creó un espacio entre lecturas de poesía y música para olvidar el horror que vivieron.
Asesinatos por la Caravana de la Muerte
No importaba el género que se tocara, interpretara o dirigiera. Jorge Peña Hen, músico clásico que formó orquestas con jóvenes de barrios populares, quien fue asesinado por la Caravana de la Muerte, como lo recuerda el músico Eduardo Carrasco director de Quilapayún:
“Jorge Peña es un caso terrible porque era un gran director de orquesta. Formó una orquesta juvenil de muy alta calidad, con la cual trabajó hasta su muerte. Lo tomaron prisionero y lo mataron. Son cosas horribles que pasaron sin ninguna justificación porque no era una persona que tuviera un cargo. Era simplemente un músico”.
En esas fechas, la agrupación Inti Illimani se encontraba en en una pequeña gira europea. Así recuerda Jorge Coulón sus primeras reacciones al enterarse del Golpe Militar de Pinochet.
“Teníamos concierto ese día en la tarde. Estábamos en la cúpula de la basílica de San Pedro cuando un muchacho subió corriendo los 800 escalones para contarnos que había un golpe militar. Los chilenos no teníamos experiencia con un golpe de estas características. La primera reacción fue de estupor, también por enterarnos de que fue encabezado por Pinochet, quien se había jurado amigo leal de Allende”.
Los integrantes de Quilapayún también se encontraban de gira, por lo que Carrasco ―quien permaneció en el exilio por 15 años― recuerda que la música y Salvador Allende les salvó de vivir la guerra.
“El embajador de México nos llamó para que nosotros fuéramos el regalo de Salvador Allende en una fiesta que estaba organizando en su casa. Fue en julio de 1973 ese concierto que dimos y fue Allende quien nos salvó, quien nos invitó a esa gira. Por eso nos encontrábamos fuera cuando vino el golpe militar”.
El pueblo unido jamás será vencido, canto social
En el exilio, los Quilapayú lograron hacer de su canción “El pueblo unido jamás será vencido” un canto social, que hasta la fecha sigue representando a multitudes. Un himno de lucha que ha sido traducido al ruso, al coreano, al portugués, al inglés y que fue utilizado en conflictos sociales como la Guerra Civil española, la Guerra de los claveles en Portugal o los movimientos sociales en Rusia, Irlanda. Y qué decir de América Latina.
Otros pensadores, creadores y artistas que fueron enemigos permanentes para Pinochet lograron salir del país que se desmoronaba, como Isabel Allende, Patricio Manns, Gitano Rodríguez, los Amerindios, Tiempo Nuevo y otros.
No sólo fueron asesinados o torturados. Todo lo que hiciera pensar o entender la realidad fue enterrado. Es por eso que los militares cambiaron nombres de calles, avenidas, eliminaron los murales, desaparecieron libros e intentaron borrar lo que sonara o se viera como protesta.
Los espacios radiofónicos se llenaron de los cantos de la música marcial o grupos que promovieron canciones patrióticas y portadoras de valores oligarcas, como la agrupación Huasos Quincheros.
Al cumplirse 50 años del Golpe de Estado en Chile se recuerda a quienes no pudieron salir, a quienes fueron silenciados, enterrados o desaparecidos. Como sello de su existencia y lucha, sus nombres permanecen en un gran mural que evoca tiempos difíciles.
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