Setenta mujeres indígenas de las Américas trabajan en una hoja de ruta para que los Estados cumplan con su obligación y garanticen el cumplimiento de sus derechos.
Escucha este trabajo especial.
Perla Miranda
Defender sus raíces no es fácil. En su trayecto, las mujeres indígenas de las Américas han enfrentado discriminación, racismo y violencia sexual; enfrentamientos con empresas trasnacionales que las quieren despojar de sus territorios.
Cada día buscan mecanismos para exigir una buena educación y un acceso digno a la salud. Aún no alcanzan los resultados deseados.
Por eso, repiten una y otra vez sus demandas, para que las nuevas generaciones de niñas y adolescentes indígenas gocen plenamente de sus derechos y sepan que cuando el Estado no cumple como garante, la organización será su mayor aliada para hacerse escuchar.
Así lo expresan Tina, Laura y Telma, mujeres indígenas de Paraguay, México y Brasil, que en carne propia han sufrido violencia y discriminación.
Tina: “Uno de los grandes desafíos es reconocerme con mis raíces indígenas ante una sociedad racista, clasista, discriminadora y colonizadora”.
Laura: “Al defender nuestros derechos protegemos nuestra vida, nuestra cultura, nuestra identidad”.
Telma: “Necesitamos la igualdad y la no discriminación para ejercer todos nuestros derechos”.
Cansadas del maltrato hacia ellas y a otras mujeres y niñas eligieron luchar por demostrar que las leyes no deben de quedarse en el papel, sino convertirse en una realidad.
El 19 y 20 de mayo, junto a otras setenta mujeres indígenas de las Américas, participaron en la consulta regional de la Recomendación General 39 del Comité CEDAW sobre derechos de mujeres y niñas indígenas.
El propósito es trazar una hoja de ruta para que los Estados cumplan con su obligación y garanticen el cumplimiento de sus derechos.
“Si nos logramos organizar y cada vez somos más, seguro podemos llegar a más espacios y poder transformar el racismo. Si nosotras logramos avanzar en este empoderamiento, podremos demandar acceso a la educación que es fundamental. Unámonos a todo el movimiento de mujeres y de pueblos indígenas del mundo”.
Dijo con fuerza María Zapeta, indígena del Pueblo maya Quiché, quien a los 11 años fue víctima del desplazamiento forzado por el conflicto armado interno en Guatemala.
En la capital de su país la discriminaron por pertenecer a una aldea, eso la motivó a alejarse de sus raíces y a centrar sus esfuerzos en la búsqueda de un desarrollo económico.
“Los desafíos como mujeres indígenas es el auto reconocernos como sujetos de derecho. Hay cantidad enorme de mujeres indígenas, niñas, jóvenes en nuestras comunidades que no se consideran sujetas de derecho, ni pasa por su mente que son personas portadoras de derecho. Hay una resignación de los siglos de explotación de decir ´esta es mi suerte´, ´así me tocó´, ´así es nuestra vida´, romper eso; para mí es uno de los desafíos más grandes, porque cuando lo haces abres los ojos y dices: esta realidad tiene que cambiar”.
En el mundo, hay 476.6 millones de indígenas, más de la mitad son mujeres y en la región de América Latina y el Caribe.
Los pueblos originarios constituyen más de 8.5% de la población, la proporción más elevada de todas las regiones del mundo, pero también son los que tienen a la mayor proporción de personas en situación de pobreza extrema de acuerdo con la OIT, siendo las mujeres las más vulnerables.
Las #MujeresIndígenas no solo hablan entre ellas, les hablan a los Estados, le hablan al mundo, ellas pueden mostrarnos el camino, para ello tenemos que hacer oir su voz, su fuerza, en todas partes, hay que abrir otras compuertas, otra política para hacer cambios: Gladys Acosta pic.twitter.com/7JNV5uw1aZ
— Inmujeres México (@inmujeres) May 19, 2022
Ante ese panorama, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la ONU (CEDAW), trabaja en elaborar una recomendación general sobre los derechos de las mujeres y las niñas indígenas.
“Todos nuestros derechos están incluidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Debería ser suficiente para que se cumplan, pero no es así, y a mayor precisión de derechos más condiciones de que el Estado cumpla con sus obligaciones. Esta es una hoja de ruta para las luchas, porque en el caso de las mujeres es clarísimo que si no hay luchas, no hay derechos. Es muy importante que se haga este reconocimiento de derechos”, enfatizó Gladys Acosta Vargas, presidenta del CEDAW.
Impartición de justicia, el mayor reto
Para María Noel Vaeza, directora general de ONU Mujeres, cuando no hay justicia están violando un derecho humano.
Lograr que las mujeres indígenas accedan a una buena impartición de justicia es la principal deuda que tienen los Estados con las mujeres indígenas.
“El principal reto es la impunidad en los sistemas de justicia. Es importante que el Poder Judicial pueda atender dentro de lo que es la cosmovisión que tienen las distintas poblaciones indígenas.El respeto que tienen que tener a su cultura para atender jurídicamente esos reclamos, en especial agresiones sexuales y la trata”.
Rosa Montaño viajó a Tlaxcala desde el resguardo de Guambia en Silvia Cauca, Colombia.
Su madre, quien es su cuidadora primaria, debido a que es una mujer con discapacidad, la acompañó y ambas alzaron la voz para exigir que su gobierno realmente defienda a las mujeres y niñas indígenas en situación de discapacidad.
“El machismo es muy fuerte, y eso es lo que más perjudica. El maltrato, abuso y violencia, las violaciones y muchas mujeres se quedan calladas por miedo. Hay feminicidios que están impunes, mujeres líderes que han sido asesinadas. Madres y niñas que han sido violadas y eso se queda allí. No se hacen investigaciones diferentes. Pasan años y años y las familias sin saber qué hacer y es triste y doloroso”.
Para Tina Alvarenga, mujer indígena de Paraguay, la Recomendación 39 de la CEDAW será un parteaguas en la defensa de sus derechos humanos.
Por primera vez, recogerán sus voces para conocer las realidades que enfrentan. Además, vigilará que los Estados cumplan con su obligatoriedad en la garantía de los derechos de las mujeres y niñas indígenas.
“Nuestra capacidad de incidencia se va a ver en realmente incorporar estas recomendaciones en las políticas públicas. Es que a veces las instituciones no saben qué hacer cuando aparecen violaciones y vulneraciones de derechos en caso de niñas indígenas y mujeres indígenas. Se lavan las manos para no hacer nada. Ese creo es un aspecto muy importante en nuestro aporte”.
La violencia ambiental existe y hay que erradicarla
Para conectar con la madre tierra, Telma Taurepang, mujer indígena de la Amazonía Brasileña ofreció un canto para sus compañeras de 22 países.
Ella pidió que cada una deje de sufrir violencia y encuentre un espíritu de lucha que le ayude a soltar el miedo y hablar firme para reclamar sus derechos.
La mujer de 48 años terminó su canto y relató que en Brasil, las mujeres viven una violencia muy fuerte por defender sus territorios.
Lamentó que en su país el gobierno no respete la vida de las mujeres indígenas y no haya acceso a la educación, a la salud, ni a una vida digna. Por eso cobra relevancia la recomendación de la CEDAW, que podría publicarse en octubre próximo.
“Es importante porque nos garantiza la vida dentro de Brasil, dentro de nuestros territorios. Este presidente actual que está en Brasil, Bolsonaro, viola los derechos no solo de las mujeres, de las niñas, los jóvenes y ancianos, sino de toda la población indígena. Hoy el gran desafío es hacer cumplir la constitución”.
Andrea Valencia vive en una reserva Yaqui en Tucson, Arizona a pesar de la lejanía con Brasil coincidió en que uno de los principales retos es la violencia ambiental.
“Se habla de frenar todas las formas de discriminación y violencia contra la mujer, pero no hablan de la violencia ambiental. Tenemos la misma lucha por nuestras tierras. Por preservar, proteger nuestras culturas. Por tener reconocimiento de los Estados. Para mí, probablemente lo más importante es la lucha del agua, la declaración del presidente Cárdenas dice que la mitad del agua en el río Yaqui es de los Yaquis, pero luego construyeron una gran empresa y ya no hay río”.
Los derechos no son un regalo
Laura Hernández se autodescribe como una mujer indígena del pueblo Nahua, en México. A sus 37 años está convencida de que los derechos humanos no son una dádiva, ni un obsequio de los gobiernos en turno. El que existan marcos jurídicos para protegerlos es insuficiente si no se ponen en práctica.
“Atender las violencias a mujeres está en el marco legal, pero cómo se hace aplicable, sobre todo con las mujeres indígenas. Los avances más significativos que ha tenido la población indígena, ha sido a partir de la lucha organizada, de las propias comunidades y pueblos indígenas. No es algo que el Estado haya querido dar, todo se ha generado a partir de la exigencia”.
El representante de la oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Guillermo Fernández, concordó con Laura.
Por ello, resaltó la importancia de escuchar su necesidades para construir una Recomendación que haga realidad el ejercicio pleno de sus derechos.
“Las leyes son instrumentos, no objetivo. El reconocimiento de los derechos en una constitución no es un ejercicio entre cuatro abogados, es la respuesta de demandas sociales. Lo que se busca con esta recomendación es que estos derechos que están reconocidos, pero en la realidad no son disfrutados. Es dar herramientas para que actúe el Estado y cierre la brecha entre lo que teóricamente tienen como derecho las mujeres indígenas y lo que viven”.
Durante dos días, las más de 70 mujeres que representaron a 42 pueblos indígenas de la región de las Américas debatieron sobre los mayores desafíos que enfrentan en materia de derechos humanos.
Pero, también aprovecharon la reunión para resaltar la importancia de levantar la voz y convertirse en líderes que luchan no para un beneficio propio, sino siempre, para la comunidad.
Tarcila Rivera es activista Quechua de Ayacucho, en Perú. Por más de 30 años ha dedicado su vida a defender y a buscar el reconocimiento de las culturas y pueblos indígenas de su país.
Ella no se considera como una líder, pero desde los 10 años aprendió a enfrentar la vida y los distintos rostros de discriminación y violencia para forjarla como una luchadora social.
Al cierre de la reunión regional para elaborar la Recomendación 39 de la CEDAW, la mujer que coordina el enlace continental de mujeres indígenas de las Américas invitó a todas las mujeres a pensar en colectivo porque solo así se logrará que cada país del mundo respete a las comunidades.
“Los Estados tienen el compromiso de lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible al 2030. Estamos en el 22, en ocho años ¿será realista lograr la igualdad de género y desde la interseccionalidad de las mujeres indígenas? No lo sabemos. Lo que tenemos que hacer es no cansarnos de hablar en voz alta. No cansarnos de proponer, de hacer aportes, porque para eso sirve todo esto. Pero tenemos que lograr incidir para que los decisores de política se den cuenta de que tienen que erradicar las injusticias”.
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