De sufrir prohibiciones para jugar, las organizaciones femeniles han logrado conquistas que van desde la paridad salarial hasta el castigo de violadores.
Mauricio Romero
Mujeres con el puño en alto. Organizadas, sindicalizadas. Mujeres con consciencia de gremio, de clase. Mujeres que se acompañan, que combaten en grupo. Mujeres que levantan la voz, pasan a la acción y luchan por sus derechos.
En los últimos años, las mujeres deportistas han hecho huelgas, han renunciado a competir en campeonatos mundiales, han demandado judicialmente a federaciones, asociaciones, empresas, entrenadores y dirigentes. En los últimos años el deporte femenil ha tirado del carro de la dignidad.
“Hincados en el banquillo de la selección española de fútbol femenino. Quince jugadoras han comunicado recientemente su renuncia a la selección nacional si la Real Federación Española de Fútbol no revierte su decisión de mantener al actual entrenador”.
“Otoño de 2021. Las jugadoras de la liga estadunidense se plantan en el minuto seis del partido. Llevan seis años denunciando abusos sexuales y nadie hace nada”.
“Saquemos la tarjeta roja a los feminicidios en México. Pongamos una barrera a la violencia de género. Ni una más ni una menos, así no se juega. Así no se juega”.
El fútbol femenil en el siglo XX
El camino para las deportistas no sólo ha sido largo, sino más empedrado que el recorrido por los jugadores profesionales, quienes, por ejemplo, no tuvieron que lidiar con explícitas prohibiciones, como la instaurada en 1921 por la Asociación de Futbol del imperio británico que sin rubor consideraba el juego como “totalmente inadecuado para las mujeres”, por lo que no debía fomentarse en las incipientes futbolistas.
Por supuesto, las jugadoras no obedecieron, por lo que los caballeros de la Asociación volvieron a embestir en 1946 con el siguiente exhorto a sus también varones miembros:
“Impedimos enérgicamente que los clubes arrienden sus campos de juego o creen de alguna manera oportunidades para que se jueguen partidos irregulares de futbol a cargo de participantes del sexo femenino.”
Eso ocurrió en el futbol inglés. Pero en cada continente, y en distintas disciplinas, por propia mano las atletas han derrumbado los muros década a década, ladrillo a ladrillo en pos de sus derechos como mujeres, como personas… como trabajadoras.
“Somos iguales que tú. Somos trabajadoras y hoy las futbolistas decimos basta. Esta lucha es por las que estuvieron, por las que estamos y por las que estarán algún día en nuestro lugar. Por un salario mínimo, vacaciones, una jornada laboral digna y el derecho a ser madre. Porque podamos hacer compatible nuestra vida y nuestro trabajo. Ahora es el momento de que se nos reconozca como trabajadoras y de que se tengan en cuenta nuestros derechos como en cualquier otra profesión. Es nuestra hora, es hora de hacer historia”.
El fútbol femenil en el siglo XXI
Hoy, las deportistas organizadas han logrado conquistas como la paridad salarial, el contrato colectivo, permisos de maternidad y menstruación, renuncias de directivos, encarcelamiento de violadores. Aunque como ha ocurrido en la historia de las luchas obreras y feministas, dichos logros se han alcanzado en Europa o Estados Unidos, mientras que en países como México las palabras sindicato o huelga siguen siendo tabú, por lo que la indefensión de las atletas sigue vigente.
Entonces, casos de acoso o falta de derechos elementales de las deportistas mexicanas siguen pendientes, aunque en otras partes del mundo la voz de sus compañeras ya se ha escuchado y su puño retumbado.
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