Nayeli, Mara y Gisela compartieron a IMER Noticias cómo es su vida después de la prisión, cómo perciben la sociedad y cómo se perciben a sí mismas.
Escucha este trabajo especial, con producción de Jorge Jaramillo.
Georgina Hernández
Nayeli esperó seis años para salir de la cárcel. El 5 de octubre de 2018 por fin pudo hacerlo. Ese día bajó por las escalinatas de Santa Martha Acatitla y se reencontró con su familia, pero poco después un sentimiento la invadió: extrañaba la prisión.
“Yo lloraba, yo me paraba afuera de Santa Martha e iba a gritarle a las chavas porque es difícil. Hoy más que nada yo les brindo el apoyo a todas las que salen y les digo ‘si quieres platicar, vamos a platicar’ porque no es fácil volver a adaptarte a otra vida porque no es tu vida, eso ya fue, el tiempo que hayas estado se quedó allá adentro y se quedó atrás. Ahora las cosas cambiaron, los sobrinos crecieron, la familia cambió, ya no es lo mismo. Hasta el sistema es diferente, todo es diferente”.
En ese Centro de Reinserción Social ubicado en la alcaldía Iztapalapa de Ciudad de México, la mujer originaria del Barrio de Tepito cumplió su condena por el delito de extorsión.
Sin embargo, parecía que lo más difícil estaba por venir. ¿Qué hay después de la cárcel?, ¿cómo percibe la sociedad y cómo se perciben a sí misma una mujer que ha estado privada de su libertad?
¿Cómo retomar la vida tras años en prisión? Estas fueron preguntas a las que se enfrentaron Nayeli, Gisela y Mara después de recuperar su libertad.
Mara, un sentimiento de persecución
Mara recuerda que al salir de prisión un sentimiento de inseguridad la perseguía. Ella permaneció cinco años y cuatro meses en prisión por el delito de robo agravado.
Sin embargo, el pasado 2 de agosto, cuando cumplía apenas la mitad de su condena, ella pudo salir de prisión gracias a que el Instituto de la Defensoría Pública tomó su caso como parte de un convenio firmado entre el Gobierno de Ciudad de México y el Poder Judicial.
“No pude dormir la verdad, la primera noche me costó un poco de trabajo. La verdad se escucha un poco mal, pero el tiempo que uno está adentro de Santa Martha, a veces se acostumbra a la rutina de ahí. Yo extrañaba hasta mi colchón, las esponjas. No podía dormir, me sentía desesperada, me quedaba en shock”.
“Salgo a la calle y es algo impactante que ves a la gente y yo dije ‘me mal miran, me ven’, porque me subieron a muchas redes sociales. Yo decía ‘la gente ya está viendo su teléfono, ya me está viendo y qué van a decir de mí’. Como esa parte me daba miedo salir a la calle”.
Pese a esto, lo que más entusiasmaba a Mara era ver de nuevo a su bebé, a quien dejó de ver cuando apenas tenía un año.
Ahora, ya es un niño de cuatro años y vive con sus abuelos porque su papá también está privado de la libertad en el Reclusorio Norte.
“Fue algo muy extraño porque el 2 de marzo de 2019 él cumple años. Mi pareja cumple años el 5 de marzo y nos agarran el 11 e ingreso al reclusorio el 14 de marzo. No me conoce mi bebé. Iré por él los fines de semana para poder tratar a mi bebé y que él también me pueda tratar y me conozca”.
Gisela, reencontrando a su familia
Una situación similar vive Gisela, quien obtuvo su libertad gracias a la Ley de Amnistía impulsada por el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Pese a que no lo esperaba, su salida del penal ocurrió un día emblemático para ella: el 10 de mayo.
Después de tres años y 10 meses de estar en prisión por el delito de introducción de drogas al país en su modalidad de daños contra la salud, el Día de las Madres regresó con sus dos hijos: una niña de 5 años y un niño de 8 años.
Antes de su detención, Gisela ya tenía un fuerte vínculo con su hijo, pero con su hija vive un proceso para volverla a conocer.
“Con mi hija ha sido un poco más complicado, se puede decir que ella sí me conoció un poco, pero sí le costó un poco acoplarse a mí porque ella me decía ‘mamá es que quiero hacer esto’ y yo le decía ‘mami, es que no te puedes salir’ y se ponía a llorar y me decía ‘ay mamá, ya no te quiero’”.
Los retos para encontrar un empleo
Nayeli, Mara y Gisela también han enfrentado complicaciones para retomar su vida laboral. Por ejemplo, Nayeli tuvo problemas para conseguir un puesto porque las empresas solicitaban la hoja de antecedentes no penales.
Además, cuando la aceptaban en algún lugar, hubo personas que le hacían comentarios estigmatizantes como el que podría “traer mañas”, por el simple hecho de haber estado en prisión.
Para ella, estar afuera de la cárcel era un proceso de iniciar una y otra vez su vida y la estabilidad a largo plazo parecía casi imposible.
“Yo cuando salí, a la semana, yo me puse a trabajar en un mercado. Ahí una chica que desafortunadamente se enteró y empezó a platicarlo entre los que venden ahí y entonces en una ocasión. Me dijeron que yo era un peligro para ellos porque venía saliendo de la cárcel y que cómo podía ser posible que estuviera trabajando ahí”.
Pese a las dificultades, Mara, Nayeli y Gisela tienen planes visualizados a cinco e incluso 10 años. Para las tres, la familia es lo más importante.
Todas coinciden en que el haber estado en prisión les dejó varios aprendizajes, pero el más importante fue valorar a sus seres queridos.
Mara quiere estudiar Belleza. En la reinserción que recibió en Santa Martha Acatitla aprendió a poner uñas y a cortar el cabello. Ahora ese conocimiento lo quiere desarrollar con un negocio propio que le genere ganancias para ella, pero, sobre todo, para su hijo.
Nayeli pertenece al colectivo Musas Sonideras, y aunque nunca había tenido interés en esta actividad, pese a que su padre es sonidero desde hace más de 40 años, ahora su plan es tener su propio sonido.
A Mara su reinserción en Santa Martha Acatitla le marcó el camino para hacerse cargo de la concesión del audio.
De esta manera, comenzó a animar reuniones al interior del penal. Una vez afuera, se dio a conocer en Radio Tepito, una estación online en la que transmitió lo que llamó “Especial Santa Martheño”.
En tanto, Gisela está en búsqueda de un trabajo que le dé solvencia para mantener a sus hijos y poder viajar con ellos.
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