La artista visual Lizbeth de la Cruz Santana busca concientizar a la sociedad sobre las emociones que van más allá de las cifras de deportación.
Carolina López Hidalgo
A través de rostros pintados en gran formato, creados ex profeso para los muros que dividen la frontera entre México y Estados Unidos, la artista visual Lizbeth de la Cruz Santana busca concientizar a la sociedad sobre las emociones que van más allá de las cifras de deportación.
El gobierno de Estados Unidos expulsó de ese país durante el año fiscal 2023 a 142 mil 580 migrantes. El doble que los deportados en el período fiscal anterior, según el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas.
Por eso, el proyecto ‘Humanizando la deportación’ desde el 2019 busca empatizar y hacer partícipe a la sociedad de lo que viven las personas.
“Con este mural, no solamente plasmar sus historias o sus nombre, si no también sus rostros, que creo que ayuda bastante a humanizar el tema de la deportación o el vivir como migrante irregular, o no ciudadano en los Estados Unidos, pero también de colocar códigos QR para que las personas que interactúen puedan escuchar sus voces.
De una forma es como volver a ese punto inicial en el 2016 cuando llegué a la frontera y quería saber más y buscar formas de cómo apoyarles.
Creo que tener acceso a sus historias, con su propia voz, y con su archivo personal con foto, ayuda a las personas a relacionarse con sus historias, y permite a la sociedad abogar por ellos.”
Los rostros van acompañados de un QR con el que la gente, además de mirar la cara de quien sufre la pérdida de su casa y familia, pueda conocer más de cerca la historia y dejar de pensar que has sido extraídos del país por ser malas personas.
¿A quienes están deportando?
Las historias que más se repiten son las de hombres y mujeres que pierden su espacio, su familia y sus sueños, las cuales fueron plasmadas por decenas de estudiantes.
Hasta diciembre del 2023 existían más de 530 mil beneficiarios activos del proyecto de ley “Dream Act”. De ellos, unos 429 mil son mexicanos que provienen de hogares de estatus mixto, incluidos ciudadanos estadounidenses, residentes permanentes legales o familiares migrantes.
“La mayoría de las personas con las que yo colaboro llegaron en la infancia a los Estados Unidos,conocidos como dreamers o los que tienen el amparo bajo el programa DACA, o personas que nunca calificaron para este programa porque no existía cuando fueron deportados.Estas personas llegaron desde bebés, fueron a la escuela en Estados Unidos, aprendieron el idioma.
Muchas veces, tristemente, solo hablan el inglés, y cuando son forzados a regresar como un país a México, sienten este choque cultural, ya sea por el idioma o por no tener los documentos apropiados para empezar una nueva vida. También navegar la separación familiar, que creo que para muchos de ellos, es muy triste que llegan a un país desde niños, y ya siendo adultos tienen que empezar en otro país.
Son las historias que para mi son muy importantes señalar, para que entendamos un poco más a quien estamos deportando.”
Lizbeth de la Cruz Santana trabaja con los que sufren la pérdida de una patria, les mira tener entre los brazos los álbumes familiares que les evoca el pasado que tuvieron detrás del muro. Cada vez hay más conciencia de las historias que se desvanecen y que son plasmadas por los artistas en los muros. La idea es que vayan desapareciendo como muestra de la actitud de los mismos ciudadanos que olvidan.
El proyecto sigue creciendo
Por ahora, los muros de Tijuana y Ciudad Juárez son el inicio de un proyecto que educa, que invita a pensar en el otro, a sensibilizar a las poblaciones y a entender que, más que números, son seres humanos que han perdido más que un lugar donde vivir. Con ello, Lizbeth de la Cruz desde su trinchera y su oficio muestra la importancia del arte.
“Creo que el arte ayuda, no solamente a educar a las personas que tal vez nunca han tomado el tiempo para perderse en la deportación o meterse en las historias individualmente, si no también las personas que pintan su propio retrato, o ya sea estudiantes aprendiendo sobre el tema, ayuda a sembrar semillas de esperanza, es decir, para buscar formas ellos mismos de dar voz a historias silenciadas.
También el arte ayuda a sanar, que creo que es muy importante, escojo trabajar en la frontera para sanar estos espacios que, desafortunadamente han sido testigos de mucha violencia, y también cargan mensajes muy negativos sobre las personas migrantes, y creo que con el arte, poco a poco, se va, de una forma, educando al público de lo triste que se ha vuelto este muro fronterizo, y de recordar que, al final de cuentas, está afectando a la vida humana.”
Los murales y las historias se pueden apreciar también en las redes sociodigitales de ‘Humanizando la deportación’ y de Lizbeth de la Cruz. El proyecto sigue recaudando anécdotas y rostros de la deportación y de la migración por lo que, además de Tijuana y Ciudad Juárez, su mirada vuela a la frontera sur de México y a la de otros países.
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