En dos siglos, el voto se ha transformado de una participación limitada y cooptada a la exigencia de representatividad y democracia.
Escucha este especial sobre la historia del voto en México.
Jennifer Olvera
El voto en México se remonta a la Guerra de Independencia de España frente a Napoleón. En las Cortes de Cádiz, un número importante de diputados en la Nueva España votaron para la promulgación de la Constitución de Cádiz el 19 de marzo de 1862.
Era un voto censitario y no universal, solo participaban con cierto nivel de propiedad. Así lo cuenta Jorge Javier Romero Vadillo, politólogo investigador de la Universidad Autónoma de México (UAM).
Para él, ese sistema electoral que continuó por muchos años fracasó en 1833, cuando el Congreso declaró nulo el triunfo electoral de Manuel Gómez Pedraza y Vicente Guerrero fue nombrado presidente de la República.
Romero Vadillo afirma que no hubo, desde entonces, elecciones libres y aceptadas en México hasta finales del siglo XX.
Casi 30 años después, en 1857, se estableció en la Constitución el voto universal masculino.
“No era tan universal porque la mitad de la población no tenía acceso al voto. Ya no es un voto censitario, ya no es un voto que tenga que ver con el nivel de renta. Todos los varones mayores de 21 años tenían derecho a ejercer sufragio.
Sin embargo, era un sistema indirecto de elección. Se votaba por electores y después esto se procesaba en juntas electorales y ahí se depuraba el voto. Se establecía quiénes eran los electores que, a su vez, iban a elegir diputados y al presidente de la República”.
Este sistema electoral, asegura, no era practicable en México, debido al control del voto rural por cacicazgos locales. Comenzó, entonces, la “institucionalización del fraude”.
“Lo que había era, por supuesto, control del voto rural, de las comunidades campesinas, indígenas, por sus caciques, que pactaban con ciertos caudillos. Como decía Emilio Rabaza: ¿Quién iba a ganar las elecciones? El que más fraudes hiciera.
Lo que empieza a hacer Juárez, Lerdo y después perfecciona Porfirio Díaz es institucionalizar el fraude centralizado. Es decir, un proceso en el cual, desde el centro, desde el propio poder, se define previamente quiénes van a ganar las elecciones y las elecciones se convierten en lo que François-Xavier Guerra llamó una ficción aceptada. Esta ficción aceptada se perfecciona durante el porfiriato, con lo que son las candidaturas oficiales”.
El nacimiento del voto directo
En el transcurso de 1916, se convocó a un Congreso Constituyente, órgano electo para redactar la Constitución de 1917. En ese entonces, el voto continuaba siendo indirecto; sin embargo, para atender la debilidad de la figura presidencial frente a ese Congreso, se estableció el voto directo.
“Durante los años 20, todavía son caudillos locales los que controlan el voto local. Es una competencia por quién hace más tranzas, la que define quiénes van a ser diputados, senadores, y la de presidencia se revuelve a balazos.
En 1927, cuando ya viene la sucesión de Calles, la solución que encuentran es la misma que había encontrado Porfirio Díaz: la reelección. Se aprueba la reforma a la Constitución para que se reelija Obregón. Los adversarios posibles son uno asesinado y otro fusilado. Y Obregón fue electo con el 98 por ciento de los votos. Era, evidentemente, una simulación”.
Después del asesinato de Álvaro Obregón, en 1928, y frente a una posible rebelión, surgió un gran pacto político por iniciativa de Plutarco Elías Calles. Además, creó el Partido Nacional Revolucionario (PNR), que después se transformaría en el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y, finalmente, en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 1946.
“Es un pacto que lo que quiere es restarle protagonismo a organizaciones obreras, quitarle las aristas más radicales al PRM y sacar a los generales de la disputa por la presidencia.
A partir de entonces, tenemos una nueva ficción aceptada. Elecciones que están definidas de antemano. De lo que se trata es ser candidato del PRI, no de competir en la elección, en todos los niveles”.
El voto femenino
Desde la Revolución mexicana, en 1910, las mujeres que participaron en ella lucharon por el derecho a votar y ser votadas. Su incorporación al esquema partidario posrevolucionario daba una fuerza importante a este reclamo, de manera que, en 1853, lograron este objetivo.
Gisela Zaremberg, doctora en Investigación en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), nos explica:
“Consiguen que las cámaras de Diputados, Senadores, de la época aprueben el derecho a votar y ser votadas en 1937. Conocemos que las mujeres mexicanas lo obtienen en 1953, pero hay que saber que lo obtienen en 1937.
Pero pasa algo curioso: empieza a crecer en la opinión pública un candidato de la oposición, de lo que serían los antecedentes del Partido Acción Nacional que se llamó Almazán, y los políticos del partido en el gobierno, con Cárdenas a la cabeza, empiezan a temer que esta oposición crezca de la mano con la iglesia. Deducen que las mujeres son las que más van a las iglesias, son más religiosas y van a inclinarse por este partido de oposición.
Entonces retroceden, habiendo ya votado el proyecto de ley, y para detenerlo y que no voten en las siguientes elecciones, no lo publican en el Diario Oficial de la Federación. Para que veamos las dificultades que enfrentaban las mujeres, el temor que producía esta ampliación del electorado y el temor que generaba que pudiera cambiar el mapa electoral”.
Zaremberg señala que, en la década de los 50, con Adolfo Ruiz Cortines como presidente del país, se había tranquilizado el andamiaje del partido en el poder y tenía más garantizado su control. En ese contexto político se reconoció el derecho de las mujeres al sufragio.
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Transición democrática
Antes de las elecciones legislativas de 1997, el partido hegemónico, el PRI, ocupaba alrededor de dos terceras partes de los escaños en los congresos federal y estatales. Karolina Gilas, del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explica que esto le permitía aprobar todo tipo de legislaciones o cambiar la Constitución.
“Durante una buena parte de la historia de México, el voto no tuvo el mismo significado que tiene hoy porque no servía realmente para cambiar de gobernantes, para poder libremente elegir a las personas que queríamos tener como nuestras, representantes o gobernantes.
Esos cambios que llamamos la transición mexicana, transición a la democracia, fueron los que permitieron resignificar el voto, porque permitieron que la manera en la que las personas marquen la boleta en la jornada electoral se convierta en el único determinante de quiénes van a estar ocupando cargos públicos”.
Pero en 1997, por primera vez, el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Karolina Gilas afirma que ese año cambió el significado del voto.
“Son esas fechas clave para decir que en México ha cambiado el régimen político, que llegó la democracia, si quieren electoral, procedimental, con muchas fallas, con ciertas deficiencias; una democracia que todavía no ha logrado resolver ciertos problemas, en particular, la inseguridad, la desigualdad y la pobreza. Pero eso no quiere decir que deja de ser esto una democracia.
En ese periodo hemos tenido a diferentes partidos políticos a cargo de las mayorías en los congresos federal, estatales, a cargo de las diversas gubernaturas y, por supuesto, también en la presidencia”.
En el 2000, el PRI, que llevaba 71 años en el poder, le relevó la presidencia al Partido Acción Nacional (PAN), que permaneció dos sexenios. En 2012 regresó, pero seis años después asumió el cargo el partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).
Gilas comenta que, a pesar de estos cambios y de la institucionalización del voto, se necesitaron mecanismos especiales para, por ejemplo, avanzar en el incremento de la presencia de mujeres en cargos públicos.
A esto se han sumado otros mecanismos para garantizar el derecho al voto de personas que han sido excluidas de la participación política, como personas migrantes, con discapacidad, privadas de su libertad y la población LGBT.
En la década de 1970, sostiene Zaremberg, se abrió el espacio para que movimientos sociales demandaran sus derechos políticos y civiles. Uno de ellos fue el movimiento feminista, que visibilizó los obstáculos para que las mujeres ejercieran su derecho a ser votadas u ocupar cargos de elección popular.
“Se generan, a partir de ahí, muchas innovaciones, uno de ellos tiene que ver con las cuotas, que fueron fundamentales. Sin cuotas no se hubiera podido saldar esta desigualdad política, porque los obstáculos para acceder a puestos de toma de decisiones, de poder, son innumerables. Tienen que ver con procesos históricos, en donde las mujeres se las asocia como un rol de cuidado doméstico y no estar en el espacio público, productivo, sino en el reproductivo.
Esto va asociado a muchos otros procesos que tienen que ver con prejuicios asentados en la cultura, como que no se ve bien que una mujer participe de estos espacios políticos que son considerados ‘sucios’.
Participación ciudadana
Según la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI) 2020, del INEGI en colaboración con el Instituto Nacional Electoral (INE), a nivel nacional 10.3 por ciento de la población de 15 años y más considera que el acto de votar describe mejor a un ciudadano y el 65.2 por ciento considera que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno.
El estudio muestral sobre la participación ciudadana en las elecciones federales de 2018, de la Comisión de Organización Electoral del INE, muestra que 63.1 por ciento del electorado votó, es decir, 56.3 millones de personas. De esta cifra 34.8 por ciento de mujeres y 28.3 por ciento de hombres.
Karolina Gilas piensa que el voto de las mujeres podría definir las elecciones del próximo 2 de junio.
“Estamos viendo una enorme presencia de las mujeres en los cargos públicos, especialmente legislativos. Tenemos rezagos todavía a nivel del Poder Ejecutivo, la presidencia, que todo parece indicar, podríamos estar prácticamente seguros que ese techo se va a romper y que una mujer será presidenta de México.
Somos un poco más de la mitad del padrón electoral. Si lo pensamos en esa lógica, las mujeres, y en particular las jóvenes, podríamos inclinar la balanza a favor de algunas de las dos propuestas. Podríamos incidir, determinar esta elección que viene”.
¿Cuáles son las razones por las que la ciudadanía decide no votar?
Gilas identifica tres factores:
- No encuentra opciones políticas que considere viables.
- No piensa que su voto realmente puede cambiar algo.
- No siente la necesidad de involucrarse de manera directa para encaminar la política en otra dirección porque está conforme.
“El gobierno actualmente se autoidentifica con la izquierda, pero cuyas políticas sociales han sido profundamente neoliberales en este sexenio y el avance en los derechos no lo hemos visto al nivel que se esperaba. Al contrario, hemos visto retrocesos en los derechos, en particular, de las mujeres.
Hay ciertas preocupaciones cuando miramos experiencias de otros países de la región, del mundo, donde han llegado democráticamente al poder ciertas fuerzas que, al conquistar el poder, buscaron mecanismos que dificultan la competencia por el poder y que también ha utilizado mecanismos institucionales no para ampliar y fortalecer derechos, sino para restringirlos”.
Zaremberg señala que el hecho de que haya dos candidatas presidenciales es algo que se debe festejar por su impacto cultural y simbólico.
“Ampliando un poco la mirada, el contexto es amenazante en un sentido: hay regresiones conservadoras antigénero, incluso hay grupos políticos explícitamente articulados religiosamente. Tenemos varios ejemplos de regresiones conservadoras autoritarias, especialmente la derecha pero también de izquierda. Bolsonaro, Milei.
Yo creo que México es una plaza muy atractiva para estos grupos. Están intentando invertir en la conformación de una opción electoral de ultraderecha profundamente antigénero.
Han estado ensayando estas fórmulas en otros países. Hay una articulación internacional importante. Eso te da un escenario que no creo que sea tan fácil para una presidenta mujer. Vamos a ver qué pasa. Creo que lo van a intentar y, en ese sentido, constituya una oportunidad de intentar deslegitimar aún más, con una mujer en el poder”.
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