Se estima que hasta 100 mil afganos podrían buscar refugio en Estados Unidos y otros intentarán salir hacia otros países.
Escucha a especialistas que analizan el impacto de las solicitudes de asilo por parte de afganos.
Kayleigh Bistrain Alcázar
En Kabul, capital de Afganistán, una multitud desesperada irrumpe en las pistas del aeropuerto tratando de subir a los aviones para abandonar el país.
Son miles de afganos intentando huir de los talibanes, que el 15 de agosto tomaron la capital y se hicieron con el poder.
Solo algunos de los más de 38 millones de habitantes lo intentarán y lograrán. Durante 20 años, alrededor de 20 mil afganos trabajaron para Estados Unidos en el combate a los talibanes y ahora temen por las represalias del grupo islamista.
Se estima que hasta 100 mil afganos podrían buscar refugio en Estados Unidos y otro tanto intentará salir vía los países de la OTAN para los que trabajaron.
De hecho, el pasado 30 de julio las primeras familias afganas llegaron a territorio estadounidense, como beneficiarias del Programa de Visas Especiales de Inmigrantes con el que el gobierno busca proteger a sus antiguos colaboradores.
Los refugiados serán acogidos temporalmente en la base militar Fort Lee, en el estado de Virginia.
Sin embargo, su futuro es incierto debido a que muchos de los impuestos para los programas de asilo están suspendidos, explica el doctor Federico Saracho López, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
“Se cerraron muchos de los tributos de asilo en la época de Donald Trump, quedaría ver si hay una política especial del Gobierno de Joe Biden para Afganistán. De no ser así, sería un camino tortuoso para estas personas encontrar asilo”.
El Talibán y los derechos humanos
La primera llegada de los talibanes al gobierno, a mediados de la década de 1990, significó un recorte de las libertades para varios sectores de la población, especialmente para las mujeres, además de instaurar los castigos corporales en casos de adulterio o robo.
Tras declarar el fin de la guerra con Estados Unidos el 16 de agosto de 2021, los insurgentes prometieron respetar los derechos de las mujeres y proteger tanto a afganos como a extranjeros.
Sin embargo, Saracho López considera que el gobierno talibán puede traducirse en un retroceso de los derechos humanos.
“En Afganistán, después de la victoria de los talibanes, se empezó a ver que los derechos de la mujer, libertad de expresión, incluso al debido proceso en juicios comenzaron a desaparecer en favor de un régimen mucho más agresivo. Hablar de una reconstrucción de ese gobierno es un problema muy grave para todas las personas que viven en Afganistán”.
Gilberto Conde, profesor-investigador del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México, explica que este posible retroceso en derechos humanos no se debe a una cuestión cultural, sino a la interpretación esquemática del islam por parte de los talibanes.
“Tienen una interpretación de los derechos bastante básica, de la población en general y de algunos sectores en particular. No es porque sea una cuestión cultural, sino que es una cierta interpretación de esa cultura. Van a haber muchas mujeres que la van a sufrir”.
Estados Unidos: dos décadas de intervención para deslindarse
Estados Unidos invadió Afganistán un mes después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Dos meses después, el gobierno talibán cayó, pero sus combatientes se dispersaron.
Por casi 20 años, las tropas estadounidenses y sus aliados lucharon para contrarrestar la fuerza de los insurgentes, sin lograr acabar enteramente con ellos. En 2018, la BBC reportó la presencia de activos en alrededor del 70 por ciento de Afganistán.
En octubre de 2019, Estados Unidos retiró sus tropas del noreste de Siria, donde combatió a ISIS. Esa retirada permitió que las tropas turcas invadieran una zona donde también civiles colaboraron activamente con los estadounidenses.
Para Gilberto Conde se trata de dos casos distintos, porque en Siria abandonaron a sus aliados.
“En la época de Trump, cuando consideraron que habían derrotado lo suficiente a ISIS, se fueron y abandonaron a los aliados. Después volvieron porque los aliados les dijeron que si les interesaba el petróleo. Pero fue una traición”.
El acuerdo de paz entre Estados Unidos y los talibanes finalmente llegó en 2020. Incluía la salida total del ejército estadounidense de Afganistán en un año, respetar las instituciones civiles, no volver a hacer un levantamiento militar y un intercambio de prisioneros de guerra.
Aunque la reciente avanzada de los talibanes es una violación a esos acuerdos, Estados Unidos se ha mantenido firme en su compromiso de retirarse.
En un mensaje a la nación, el presidente Joe Biden aseguró que no enviaría más tropas a pelear “en una guerra que las fuerzas especiales afganas no están dispuestas a combatir”.
“Nuestra misión en Afganistán nunca supuso la construcción de una nación, nunca se trató de crear una democracia unificada y centralizada. El único interés vital de nuestra nación en Afganistán sigue siendo hoy lo que siempre ha sido: prevenir un ataque terrorista en territorio estadounidense”.
Para Gilberto Conde, esta decisión también es un reflejo de cómo ha cambiado el poder de Estados Unidos en el mundo.
“Estados Unidos cuando realiza intervenciones en otros países piensa muy poco en este tipo de consecuencias. Una vez que entran es muy difícil salir, pero el día en que salen, las consecuencias para sus aliados locamente pueden ser terribles. Este es el caso. También nos habla de la reducción del poderío estadounidense a nivel mundial”.
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