Con voces de colegas periodistas, compañeros de trabajo y amigos, El Andamio hace un reconocimiento a su conductor y reportero Juan Carlos Valdés, incansable periodista cultural, que falleció el 8 de enero a los 53 años de edad.
El Andamio
El corazón de Juan Carlos dejó de latir este sábado 8 de enero. Su ritmo lleno de bolero, son cubano, son montuno, Joaquín Sabina y José Alfredo Jimenez se detuvo, pero no su bonhomía, su trabajo, su pasión, su vida.
Hablar de Juan Carlos, es hablar de un hombre comprometido con su trabajo, con la promoción de la cultura. Cultura, es esa palabra que engloba tantas cosas y que confunde, porque cultura es todo.
Sus escuchas vivieron junto con él las más diversas aventuras. Sus coberturas en la FIL Guadalajara, el Cervantino, las entrevistas con tantos personajes. Autores como Leonardo Padura, Edgat Kerét, Lidia Jorge, Luis Jorge Boone, John Lee Anderson, José Emilio Pacheco, Yves Boneffua, Ignacio Padilla y Fernando del Paso. Pero no solo eso, también sus viajes al interior del país y en Canadá y España.
Veintidós años de trabajo nos dejan la misma cantidad de aventuras en los encuentros culturales. Desde 2001 comenzamos a cubrir la FIL Guadalajara juntos, fue un ir y venir entre los pasillos, donde corrimos cientos de kilómetros para compartir la información.
Juan fue un gran compañero, un amigo, un caballero, pero sobre todo un gran periodista, un amante de Sabina, de la poesía, de la palabra y el lenguaje.
Siempre decía: “la nota es la nota, no hay vuelta”.
Llegó al Imer para realizar su servicio social y nunca lo terminó, por qué su labor perdurará en las ondas hertzianas.
Fue un defensor de los espacios culturales, siempre con la necesidad de llegar a más personas, para promover el trabajo de los apasionados, de los locos, de los tercos.
Un buen bailador a pesar de que no le gustaba, un amante de las tertulias, de su esposa Claudia y de sus hijos, tanto que en sus correos puso los nombres: el papá de Sebastián y el papá de Iker.
Son miles las aventuras que el periodismo le brindó. Viajó, escuchó, conoció, miró y transmitió lo mejor de la cultura en casi 30 años.
De cada FIL de Guadalajara regresaba con decenas de libros que leía vorazmente, con anécdotas de reuniones, de entrevistas, de nuevos contactos para la agenda.
Cada FIC decía que si se quedaba con dos o tres puestas en la mente, valía la pena la semana en Guanajuato.
Como conductor, buscó contagiar de la buena lectura, la buena música, pero sobre todo la charla amena, aguda y audaz, como sí estuvieras en el café de la esquina.
Programas como El placer del ocio, La Feria, Carrusel y el Andamio en el Instituto Mexicano de la Radio fueron donde su voz empezó a ser reconocida como la del “Señor Cultura”.
Hoy despedimos a un compañero de andanzas, a un amante del Quijote y de la poesía de Luis García Montero, a quien cito para despedir al amigo Juan Carlos.
Nunca sé despedirme de ti, siempre me quedo
con el frío de alguna palabra que no he dicho,
con un malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia
que a veces, gota a gota, se convierte
en desesperación.
Nunca sé despedirme de ti, porque no soy
el viajero que cruza por la gente,
el que va de aeropuerto en aeropuerto
o el que mira los coches, en dirección contraria,
corriendo a la ciudad
en la que acabas de quedarte.
Nunca sé despedirme, porque soy
un ciego que tantea por el túnel
de tu mano y tus labios cuando dicen adiós,
un ciego que tropieza con los malentendidos
y con esas palabras
que no saben pronunciar.
Extrañado de amor,
nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe inexistencia,
me voy de mí
camino a la nada.
Yace aquí el Hidalgo fuerte
Que a tanto extremo llegó
De valiente, que se advierte
Que la muerte no triunfó
De su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco;
Fue el espantajo y el coco
Del mundo, en tal coyuntura,
Que acreditó su ventura,
Morir cuerdo y vivir loco.
Carolina López Hidalgo