Usuarios de la línea dorada comparten su opinión y cuentan cómo el accidente en la estación Olivos modificó sus rutas y qué harían si el servicio de las 20 estaciones se reanudara.
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Perla Miranda
Entre cascajo y terracería, Alma camina hacia avenida Tláhuac, el tramo es corto; aún así un par de mototaxistas le ofrecen sus servicios, ella se niega y aprieta el paso.
A sus espaldas se alcanzan a ver las escaleras para entrar al metro Tlaltenco –estación más cercana a su hogar–, pero que desde hace un año está inhabilitada, como toda la línea dorada tras el colapso del tramo elevado en la estación Olivos.
En su andar pisa una prenda femenina y niega con la cabeza, aunque cuenta que es común encontrar zapatos y ropa de mujer en ese trayecto que no supera los 500 metros.
Así luce el camino a metro Tlaltenco, desde Avenida Tláhuac. Foto: Perla Miranda
En avenida Tláhuac espera que los automovilistas le cedan el paso. Reconoce que con la Línea 12, llegar a distintos puntos de la Ciudad de México era más rápido. Transportaba a miles de personas al día –más de 363 mil según Semovi– pero es muy clara en que eso no debería ser lo más importante a la hora de exigir una movilidad digna.
“De que se reducían los tiempos por supuesto, eso no lo podemos negar, pero eso tiene costos ambientales en nuestra localidad. Lo usé porque no había de otra, porque ya habían afectado la avenida Tláhuac y es diferente hacer las cosas por necesidad, que por placer. A las 6 de la tarde me salí varias veces porque me dio miedo que me fueran a aplastar”.
La mujer de 36 años afirma que antes de la Línea 12, en la que se invirtieron 26 mil millones de pesos, los habitantes de Tlaltenco, Nopalera, Zapotitlán entre otras comunidades del sureste de la CDMX llegaban a sus destinos sin problema.
A pesar de que los trayectos eran largos, en avenida Tláhuac el tránsito era fluido, pero tras el colapso de un vagón de metro en la estación Olivos, la movilidad se vio fuertemente afectada.
“Mis años de escuela siempre me pude trasladar con el RTP de 2 pesos que pasaba a una cuadra de mi casa en el centro de Tlaltenco. Se ahí me iba hasta CU, directo, sin transbordar también había microbuses que van a Taxqueña. Hay gente que espera que se arregle la línea 12. No es viable y no podemos ignorar eso nada más porque yo quiero llegar en cinco minutos al Zócalo. Lo mejor sería buscar opciones de transporte menos agresivo con el territorio y menos riesgoso”.
Alma se sube a un micro que no tiene letrero de destino, paga cinco pesos y se sienta. Entre música banda a todo volúmen y charlas de otros pasajeros, se anima a contar que antes de la pandemia decidió recuperar la tradición familiar de sembrar maíz y frijol; también da talleres de barro.
Eso le permite generar recursos y transportarse en bicicleta; cuando debe ir al centro o sur de la Ciudad de México, opta por microbuses o por el Trolebús.
Alma prefiere transportarse en microbuses o Trolebus, considera que la Línea 12 no debe reanudar su servicio. Foto: Perla Miranda
Próxima estación: Nopalera
A la altura de la estación Nopalera, avenida Tláhuac luce semivacía en ambos sentidos, debajo del tramo elevado de la línea dorada, unas escaleras rosas y algunos letreros señalan que ahí hace parada el autobús con destino a las estaciones de metro y metrobús Coyuya.
En el andén improvisado Grecia espera el metrobús, la joven trabaja en un restaurante de comida rápida y su entrada es a las 15:00 horas. Para ella, el servicio emergente Tláhuac – Coyuya es la mejor opción para no perder mucho tiempo en el transporte público.
“Trabajo en Parque Tezontle, cuando no había metro tomaba un microbús a Ermita y de ahí otro que llega a la plaza, eran más de dos horas, aunque no fuera hora pico, con el metro fue mucho más fácil, caminaba a Nopalera, de ahí a Coyuya y me subía al metrobús que va a Tepalcates, gastaba solo un peso más que en los micros, pero me sentía más segura y de dos horas, hacía de 30 a 40 minutos”.
Grecia recuerda que el 3 de mayo del año pasado le tocó descansar, cree que de haber trabajado hubiera sido víctima del colapso en la estación Olivos.
Al siguiente día lo primero que vio en las noticias fue que las filas para subir a alguna de las 490 unidades de transporte habilitadas.
Para dar servicio provisional eran inmensas, por lo que salió de su casa dos horas antes de lo usual, pero llegó 40 minutos tarde a su empleo.
A la madre de familia, la inhabilitación de la línea dorada le robó la calidad de vida que ganó en los últimos ocho años, el miedo de ser asaltada en los microbuses y las veces que fue “tocada” por hombres en los RTP y en la línea 8 del metro, le robaron la tranquilidad. Buscó más de tres rutas para llegar a su trabajo, pero ninguna le convencía.
Cuando se anunció el servicio exprés de metrobús Coyuya – Tláhuac fue feliz; el recorrido a su trabajo es el mismo que hace doce meses y en un transporte de su agrado.
“Dos veces me asaltaron y en los RTP para Tláhuac eran dos horas parada y sien el metro también, una vez en Atlalilco jalé la palanca, pero no pasó nada. Ahora el metrobús es rápido, está limpio, cuando llegó a Coyuya ya para irme a casa no está tan lleno, solo con las lluvias. Hasta preferiría que se quede ya así, si abren la línea 12, la verdad no sé si me daría confianza usarla, uno queda siscado”.
Grecia llega a Coyuya a las 22:40, se da cuenta de que la tormenta eléctrica que sorprendió a los capitalinos afectó el servicio porque la fila para entrar al andén parece no tener fin. Eso la motiva a entrar al metro para bajarse en Atlalilco y de ahí tomar el transporte a Tláhuac.
Llegando a Atlalilco; transbordo con línea 8 Garibaldi / Constitución de 1917
Octavio camina con calma en el transborde de Bellas Artes de la línea 2 a la línea 8, no es el único que hace para llegar a Atlalilco desde Polanco, primero transborda de Tacuba de la línea naranja a la azul.
Cuando por fin sale del metro, toma un camión que lo acerca a la estación Periférico Oriente, a unos pasos de su casa.
Tiene 36 años y casi la mitad de estos ha laborado en la zona de Polanco. En 2020 se mudó cerca de la línea dorada, aunque maneja automóvil, su padre le recomendó usar el metro por ser más rápido y económico.
Como el accidente en Olivos ocurrió en medio de la pandemia por Covid-19, Octavio no se vio afectado en cuanto a movilidad, pero hace un par de meses trabaja de forma híbrida. Sus mejores opciones son mudarse o que la línea 12 reanude su servicio.
“Anteriormente me dirigía a Mixcoac, de ahí tomaba la línea naranja, de Mixcoac hacia Auditorio y en total hacía como una hora, a lo mejor una hora veinte. En la actualidad tengo que ir a metro Bellas Artes, voy a Tacuba, e ir hacia Auditorio, en total dos transbordos, como un total de 2 horas. He venido en auto también, ya sea por periférico o circuito está muy cargado, pero de regreso he llegado a hacer hasta 3 horas y media”.
A un año del colapso de la línea 12, datos del gobierno de la Ciudad de México señalan que las distintas rutas emergentes han trasladado a 33 millones de usuarios.
A pesar de que Octavio tiene manera de llegar a su empleo, confiesa que extraña el servicio de la línea dorada, no solo por la rapidez con la que llegaba, sino porque no había vendedores y siempre estaba muy limpia. Reconoce que en temporada de lluvias, el retorno a casa era más lento, pero aún así, era su mejor opción para transportarse.
“Honestamente no sé si continúe viviendo ahí, pero si llegan a aperturar la línea, yo sí sería usuario. Entiendo que habría quien quizá me quiera persuadir de no usarlo, pero no me generaría conflicto, no me da miedo. También creo que sería un desperdicio muy grande de recursos que la línea se cancelará definitivamente. Creo que es deber del gobierno generar un medio de transporte, porque digamos, es una línea de metro. No es que hayan deshabilitado un carril de metrobús, es toda una infraestructura”.
El tiempo para Octavio se agota, debido a que México transita de una fase endémica por Covid-19 y que no habrá semáforo epidemiológico, el adiós al home office es inevitable.
Lo único que tiene certeza es que no quiere vivir más de cuatro horas en un transporte público que no le garantiza un traslado digno.
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