14 mujeres forman parte de la Caravana por la Dignidad y la Conciencia Wixárika para exigir al Estado que les restituya las tierras que les pertenecen. En su camino, le demuestran a su comunidad que tienen las mismas capacidades que un hombre para pelear por sus derechos.
*Imagen de Perla Miranda
Perla Miranda
Luciana y Sitlali aguardan a que el sol se oculte para ofrendar el dolor de sus pies a la Madre Tierra. Durante los 32 días que han andado a pie le han pedido que las ayude en su misión de recuperar las más de 11 mil hectáreas que les fueron arrebatadas, aún cuando poseen títulos virreinales. Ellas forman parte de la Caravana por la Dignidad y la Conciencia Wixárika
Para ambas, caminar a lado de más de 100 hombres es reflejo de que las mujeres van ganando terreno en la defensa de sus derechos. También es una invitación para aquellas a las que todavía les cuesta levantar la voz. Afirman que lo único que le dejarán a las nuevas generaciones es el ejemplo de lucha y resistencia.
“Somos 14 mujeres que venimos en la caravana de los 130 que somos en total. Yo siempre les digo que participen, que nunca se queden calladas. Creo que para poder avanzar necesitamos decir lo que nos duele, lo que no nos parece, dentro de este contexto de participación comunitaria. Como lo mencioné muchas veces, algunas prácticas han violado nuestros derechos como mujeres y creo que debemos erradicar esas prácticas, pero juntos. Levantando la voz y diciendo lo que no nos parece”.
Es Sitlali Chino, la primera mujer en presidir la Comisión de Diálogo Agrario para las comunidades de San Sebastián y Tuxpan de Bolaños, de donde salieron el 25 de abril con rumbo a la Ciudad de México. Tienen la intención de reunirse con el presidente Andrés Manuel López Obrador y pedir que les restituya sus tierras que son sitios sagrados wixárika.
Los obstáculos
Mientras soba sus pies cansados por caminar más de 900 kilómetros, la joven reconoce que lo más difícil de sumarse a la caravana es estar lejos de su hija de 4 años. Sin embargo, está convencida de que pelear por lo que es suyo, es el mejor ejemplo que le puede dar no solo a su hija, sino a las mujeres de su comunidad.
“Hay violencia por razón de género, discriminación hacia la mujer, existe el patriarcado y prácticas que muchas veces violentan a las mujeres dentro de la comunidad. El hecho de estar aquí reivindica que las mujeres podamos tomar cargos tradicionales, porque todavía existe muy poca participación, hay muchas mujeres que no le entienden al tema agrario, hay desinterés, pero viendo que nos sumamos más mujeres, quizá sea un avance para las siguientes luchas que vengan”.
Luciana Vázquez escucha a Sitlali y aplaude, le emocionan sus palabras y que llame a otras mujeres a participar políticamente en la comunidad. Le recuerda a ella cuando era joven. También asegura que hoy, a sus 52 años, mantiene su espíritu de lucha para hacer valer las sentencias que el tribunal agrario de Guadalajara dictó en favor de su pueblo.
“Ella invita a las mujeres a que no nada más estemos en la cocina y a atender a la familia. También podemos ayudar a las autoridades a luchar por los terrenos. Es una mujer participativa, así que nos invita a ser igual. Lo que quiere es que se cumpla a lo que venimos, que no sea en vano la caminata que hicimos, que se resuelva para irnos a la casa. Le alegra que el lunes nos va a recibir el presidente y ojalá nos dé buenos resultados”.
Así lo expresó Feliciana González, otra mujer wixaritari que participa en la caravana y apoya con la traducción al español.
Este viernes, la caravana se prepara para visitar la Basílica de Guadalupe y colocar una ofrenda al Sol y a la Madre Tierra. Después avanzarán a Palacio Nacional. Es la sexta vez que Luciana pisará el Zócalo, pero la primera que lo hará con sus pies agrietados por caminar durante un mes. Sin embargo, ya no siente cansancio ni le apura que el presidente los reciba. Confía en que regresarán a su comunidad con una solución al conflicto agrario. Hoy su mayor satisfacción es mostrar que al igual que los hombres, las mujeres saben alzar la voz. Hacerse escuchas para exigir al Estado que garantice sus derechos.
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