Las personas migrantes partieron en autobuses hacia las ciudades de Monterrey, Hermosillo, Ciudad Juárez y Chihuahua.
Adriana Esthela Flores
Cargada con mochilas, cobijas, bolsos y carriolas, apurada, con ansias, la Caravana Migrante comenzó a abordar, después de las tres de la tarde, los autobuses que la llevarían a un nuevo destino.
Era el comienzo de una nueva travesía y también el fin de una familia que nació hace casi dos meses, cuando salieron de Tapachula. Fue una separación que vivieron entre lágrimas, fotografías, intercambio de teléfonos y abrazos, muchos abrazos.
“Quiero llorar, yo encontré amor bastante. Es una cosa que llevo muy adentro”, dice el hondureño Erlin Martínez, entre sollozos.
Lo mismo le pasó a José Luis Vanegas, quien lleva un oso de peluche atado a su mochila, como recuerdo de la caravana y de su familia.
“Se nos han rodado las lágrimas, se nos hace un nudo, porque nos hicimos hermanos y luchamos juntos; escuchábamos guerras, quejas, de todo, y nosotros estábamos ahí para ayudar a la gente, pues hoy muchos se van para otro lado, ya no nos vamos a ver”.
La despedida fue más difícil para las más de cien niñas y niños que experimentaron, de nuevo, una separación que aún no alcanzan a entender. Personal de derechos humanos y del gobierno local tuvieron que aplicar estrategias de contención emocional para que las y los menores puedan enfrentar este duelo, explicó Fabiola Ángeles, trabajadora del DIF Ciudad de México.
“Parte del acompañamiento es decirles ‘acuérdate de tu objetivo inicial, buen camino, todo lo que aquí aprendimos promuévelo con más niñas y niños, ¿te acuerdas de los cuentos que contábamos?, ahora los vas a platicar con ellos’ y ya se quedan más tranquilos, es un proceso de duelo que inicia”.
A cargar el equipaje
Poco después del mediodía, más de 400 personas integrantes de la caravana empezaron a recoger sus pertenencias, entregar camastros y preparar su equipaje en el que llevaban lo básico: documentos, cambio de ropa, artículos de higiene, teléfono, algo de dinero.
Israel Lazo, de Honduras, también cargó con su libreta de apuntes, pues empezó a escribir un libro sobre la travesía que se llamará “Una vida de migrante oscura y perseguida”. La despedida de Ciudad de México tendrá su capítulo.
“Se llama una nueva aventura hacia Chihuahua, me gustaría escribir todo lo que hace allá la gente de Chihuahua, sabemos que son muy alegres, muy fiesteros, como Juan Gabriel”.
Tienen acompañamiento
Andrea, una colaboradora, anunció las reglas para subir a los doce autobuses programados para salir a Monterrey, Hermosillo, Ciudad Juárez y Chihuahua. Las y los migrantes hicieron filas para cada viaje establecido: Monterrey 2, Sonora 5, Chihuahua 3. En cada autobús, va una persona de Migración y otra responsable por parte de la caravana. En la ruta, el contingente tendrá derecho a dos alimentos y el destino serán las oficinas migratorias de cada ciudad, donde continuarán el trámite para conseguir sus visas.
A las 14:25 horas, con 41 personas a bordo, partió el primer autobús hacia la capital de Nuevo León. Con el paso de las horas, fueron saliendo las demás unidades. Según cifras de Derechos Humanos y del gobierno capitalino, en los listados para el viaje había entre 430 y 490 personas, aunque hubo un grupo que decidió quedarse y no emprender la ruta después de diez días en la capital mexicana, una ciudad que, en palabras de la guatemalteca Liliana Batres, no les hizo sentir como extranjeros.
“Fue bonito porque conocimos a muchas personas de muy buen corazón, que nos apoyaron en muchas cosas; se nos demostró como si fuera nuestra casa, tuvimos una estancia bonita y, bendito sea Dios, todos nos vamos con eso de que no nos trataron mal”.
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