Música como la banda sinaloense lucha contra el desplazamiento de la identidad sonora por la gentrificación y el turismo.
Escucha este trabajo especial con producción de Uriel Gámez.
Julián Vásquez
Ernesto Coppel se convirtió a finales de marzo en el principal hotelero en alzar la voz en contra de las bandas sinaloenses y el ruido que hacen.
La gota que derramó el vaso fue cuando varios turistas se reunieron a escuchar un recital de música acústica en el hotel DoubleTree by Hilton en Mazatlán, Sinaloa, que quedó interrumpido por las tamboras y tubas de música regional.
“A mí me gusta la música de banda, pero son un escándalo, son un desastre en las playas mazatecas. Yo tengo muchas quejas de cientos de turistas americanos que me dicen “no vuelvo a Mazatlán por el escándalo y el ruido que provoca que tengan una proyección de destino turístico, chafa”.
Esta situación no es nueva, de hecho tiene décadas enfrentando a los hoteleros con las bandas, de acuerdo con David Lizárraga, líder de la banda Puro Mazatlán.
“A mí me invitaban compañeros de otra agrupaciones. (…) Ya los hoteleros de la zona dorada, lo que se llama zona dorada en Mazatlán, no nos dejaban arrimarnos frente al hotel, en espacios que no eran de ellos, porque la playa es pública. No había apoyo del Gobierno en ese entonces y nos hacían lo que que ellos querían, no nos dejaban trabajar, nos echaban a la policía.
En Mazatlán, el 90% de las bandas que tocamos en la playa son a clientes que se hospedan en los hoteles. No creas que es algo que nosotros vamos y de manera abusiva nos metemos a los hoteles, sólamente hacemos el trabajo y eso es lo que queremos, trabajar”.
Silencio como forma de violencia acústica
Hay ciertos sonidos que son dañinos y eso no se discute.
Según la empresa de audio DB Electronics, una banda de música genera alrededor de 100 decibeles, 20 puntos por debajo del umbral del dolor. Pero para la antropóloga del sonido Ana Lidia Domínguez Ruíz, el ruido se puede entender de otro modo.
El disgusto por la música sinaloense se podría explicar no por ser ruidosa, como todos creemos, más bien, es incómoda para ciertos grupos, ya que esta expresión cultural no le es cercana.
“Es ruido cuando uno no está invitado a la fiesta. Si tú eres parte de ese ruido, entonces el ruido es una expresión sonora, es mi fiesta, ¿no? Pero si uno no está adentro, si uno no es parte de esa manifestación que está sonando y esa manifestación irrumpe como un intruso lo que yo hago, intentar trabajar o dormir, la valorización de ese sonido se transforma”.
La primera banda sinaloense registrada fueron Los Tacuichamona, en 1888, y desde entonces este género no ha hecho más que crecer:
Banda MS, El Recodo, La Arrolladora Banda el Limón y Puro Mazatlán de David Lizárraga, vienen de una tradición mayor a los 37 años del hotel Pueblo Bonito o el siglo de los hoteles Hilton. Sitios que, para David, han intentado modificar las dinámicas sociales del puerto.
“Mazatlan siempre ha tenido una actividad muy importante en cuestión de la música que ya se convirtió en algo cultural.
Mazatlán siempre se caracteriza por eso, por la música de banda. Los músicos más importantes del regional mexicano son de Mazatlán, entonces, que llegue alguien, un empresario porque unos extranjeros se quejaron de que hay mucho ruido, bueno, eso es Mazatlán, esa es su cultura, su música”.
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Ana Lidia Dmonínguez Ruíz, doctora en Ciencias Antropológicas por la UAM-Iztapalapa, dice que, al igual que el ruido, el silencio también puede ser una forma de violencia.
“El silencio se convierte en violencia acústica cuando se vuelve silenciamiento, cuando alguien utiliza el silencio como una impostura para hacer callar a otra persona para someterla, no dejarla hablar, no dejarla expresarse. Son expresiones que, dependiendo de cómo uno las use, se pueden convertir potencialmente en fenómenos de ejercicios de violencia.
Para la antropóloga del sonido, cuando los reclamos vienen de personas ajenas al contexto y cultura, en este caso, Mazatlán, el problema se vuelve más grande.
“Querer extraer ese elemento que forma parte de ese paisaje, querer hacer una suerte de asepsia sonora, limpiar el espacio para que otros puedan descansar es lo que suscita el agravio o la ofensa.
Cuando le agregas el elemento de “unos extranjeros llegaron a querernos decir qué puede sonar y que no puede sonar” ,aunque a mí no me guste la banda, lo que está en juego son identidades y sensibilidades colectivas. Quién es la persona que tiene derecho de venirme a decir a mí país qué puedo o qué no puedo escuchar”.
Gentrificación contra la identidad sonora
La crisis de identidad cultural amenazada por personas fuera de estos grupos sociales se ha hecho más evidente con el fenómeno de la gentrificación.
“La gentrificación entendida como la colonización de un espacio, implica que alguien que no estaba ahí, de repente empieza a llegar y empieza a acomodarse en un lugar.
Es un proceso de expulsión de población, pero lo primero que ocurre es una reconfiguración de los modos de vida. O sea, las cosas aquí se hacían así, y poco a poco se empiezan a hacer de otra manera a partir de injerencias de población que no era de ahí”.
David Lizárraga coincide con la antropóloga en que la gentrificación también desplaza la cultura musical de un lugar.
“Empiezan a comprar todo, empiezan a sacar a la gente de ahí para meter el turismo extranjero y ese turismo extranjero es el que viene y se queja por el ruido. Si estás viniendo tú a un país, no puedes deshacer la cultura de ese país. Estás llegando a un país que no es tuyo. En específico los americanos son con los que siempre he tenido problemas y los empresarios siempre han defendido más al extranjero que al mexicano”.
En 2022, 20 mil familias fueron obligadas a salir de la Ciudad de México por el aumento de precios que trajo la llegada de migrantes con más dinero que ellas, de acuerdo con el Proyecto del Programa General de Ordenamiento Territorial de la capital mexicana.
La imposición de reglas de los que más tienen inicia con disgusto por el ruido, pero pueden ascender a problemas más grandes para los pobladores como el cierre de espacios públicos.
Turistifación
Mariano Pesin es un historiador y guía turístico argentino que desde 2002 vive en Barcelona, España, y ha visto cómo esta ciudad ha cambiado por este fenómeno.
“Tú vives en una finca, en un edificio donde antes tenías a todos tus vecinos, los conocías. Ahora el propietario expulsó al vecino porque le conviene cobrarle más a un turista que por una semana le paga lo mismo que le pagaba el otro por un mes. Esos barrios populares van levantando los precios del suelo y se van mudando a otra nueva periferia.
Tan solo en 2023, la capital catalana recibió más de 15 millones de turistas, cifra que rebasa por mucho los 1.6 millones de sus habitantes y su capacidad para hospedarlos.
Mariano Pesín explica que la explosión del turismo con aplicaciones de hospedaje detonó en Barcelona la llegada de los apartamentos turísticos, lo que subió la renta de la vivienda y la priorización del visitante sobre las personas de casa.
En la ciudad catalana, este cambio llegó en 2003 a raíz de una política de apertura liberal. Más gentrificación, o en este caso, turistificación, genera más desigualdad y pérdida de identidad.
“La gente se pone a consumir la ciudad como si estuviera consumiendo tinder, es un lugar donde todo se descentraliza.
Teníamos Barcelona de lunes a lunes con un lleno total. Tú te vas a barrios periféricos y veías turistas y uno pensaba ¿cómo llegó el turista aquí, quién quiere alquilar un piso turístico en este barrio que se cae a pedazos?, pero había tanta oferta que la gente prefería dejar su departamento, aunque viviera en una zona no muy agradable a favor de que un turista lo podía pagar.
Y el primero que lo sufre aparte es el turismo, porque lo empiezan a estafar en precios, baja calidad de servicio y baja calidad gastronómica”.
Con la lucha por su ruido y el derecho a hacerlo, los músicos sinaloenses no sólo buscan asegurar una fuente de trabajo segura, también, expresar las tradiciones locales. No olvidar de dónde vienen y dónde quieren quedarse, concluye David Lizárraga.
“Otorgaron un permiso hasta las 10 de la noche en el área de playa y nos habilitaron un lugar, un predio que es del municipio. Entonces sí, si hubo un diálogo por ese lado y sí concretamos algo por el apoyo de las personas. Porque muchas personas, no nada más los músicos nos manifestamos, también gente que le gusta la banda, taxistas, camioneros, todos nos apoyaron”.
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