La enemistad de Amalia con el mar, más que frenarla la impulsó, y hoy puede presumir sus logros en nueve países distintos.
Nayeli Valencia
La triatleta Amalia Sánchez teme nadar en el mar. Su miedo inició durante su primera competencia en aguas abiertas, a los 10 o 12 años.
Amalia recuerda que ese día nada resultó bien. Ella nadó de Roqueta a Caleta en Acapulco, Guerrero, entre algunas bolsas de plástico, una estatua en el fondo del mar, la picadura de medusas y el choque con una lancha.
“Sí, desde pequeña he nadado en alberca, ya estoy acostumbrada a ver el piso. Ahí eso es lo que me da miedo no ver el fondo, no ver el piso”.
Sin embargo, vencer su enemistad con el mar la llevó a nadar en Nueva Zelanda, Sudáfrica, Londres, Portugal, Alemania, Hungría, Estados Unidos, Suiza y Eslovaquia.
Además, en Samorin, Amalia se convirtió en la primera mexicana en ganar el campeonato The Challenge 2021 al llegar en tercer lugar.
“Era mi primera vez compitiendo en Europa, esperaba un top cinco de categoría, y sorpresa, fue top 3 y top 9 general”.
Tres años antes, Amalia Sánchez estuvo bajo la mira cuando obtuvo el primer lugar en la carrera de triatlón Ironman en la categoría 30 a 39 años, en la isla de Kona, Hawai.
Este resultado la clasificó al Campeonato Mundial de Iron Man en 2018. Amalia repitió la hazaña cuando compitió el Ironman de Cozumel dos años después.
Ahí clasificó para el Campeonato Mundial que retrasaron por cuestiones de la pandemia y reiniciará en octubre de este año.
¿Cómo es su rutina?
Mientras llega la fecha, la vida de Amalia está concentrada en seis actividades: nadar, correr, andar en bici, ir al gimnasio, descansar y trabajar en un despacho de arquitectura.
La rutina inicia a las seis de la mañana para ir a correr, después imparte clases de natación y de ahí va a la oficina.
Al salir, Amalia hace otra sesión de entrenamiento. Todo esto es la premisa de lo que puede conseguir: muchas medallas.
“Al terminar cuando ves el resultado siempre me doy una palmadita en la espalda como diciendo bien hecho. Ahí está todo el resultado”.
Amalia no lleva la cuenta del número de trofeos y medallas que ha ganado desde que tenía tres años, pero su casa ahora tiene más repisas. Otras medallas las ha regalado para que la niñez tenga una inspiración.
“He tenido varias oportunidades de convivir con niños y a ellos les regalo para que se motiven, sigan y no dejen ese sueño”.
La arquitectura su sustento económico
La triatleta hace lo que ama, aunque no de manera profesional. Económicamente, Amalia aún depende de su trabajo como arquitecta y al ser “parte del semillero” le resulta complicado conseguir recursos.
Por eso, antes de cada competencia organiza rifas, vende cosas o pide préstamos
“Si eres atleta olímpico te dan continuidad, si eres deportista que empieza, hasta que no llegues a panamericanos o competencias importantes, no recibes una beca fija”.
No obstante, espera que esas condiciones cambien este año, aunque le falta decisión.
Además de eso, ella ha encontrado otro obstáculo: tener más seguidores en redes sociodigitales como le exigen varias marcas.
Sin embargo, Amalia seguirá con el triatlón. No importa las barreras o miedos ella seguirá nadando en el mar.
“Amalia va a competir contra Amalia y sus monstruos mentales. No me importa nada más”.
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