El científico mexicano fue condecorado con el Premio Nobel de Química en 1995 y murió el año pasado, en un día como hoy.
IMER Noticias
Hoy se cumple el primer aniversario luctuoso de Mario Molina, el científico mexicano ganador del Premio Nobel de Química en 1995.
El 7 de octubre del año pasado, la comunidad científica lamentaba su partida, luego de que la UNAM, su alma mater, diera a conocer la noticia de su fallecimiento a los 77 años de edad.
Para recordarlo, te contamos seis datos sobre su vida, obra y memoria.
Un niño interesado en la ciencia
Desde que era niño, Mario Molina se interesó por la ciencia. En una entrevista recordó cómo fue su primer descubrimiento:
“Me acuerdo de un microscopio que me regalaron para poner cosas para verlas, pero lo más espectacular fue que puse una lechuga en agua y lo dejé que se pudriera, prácticamente, y cuando puse una gotita de esa agua en el microscopio y vi toda la cantidad de vida -de paramecios, amibas- que no se ve a simple vista, para mí ese fue un descubrimiento muy importante. Así fue como empezó mi atracción”.
Amplios estudios y numerosos reconocimientos
José Mario Molina Pasquel y Henríquez, nacido el 19 de marzo de 1943 en la Ciudad de México, realizó estudios de Ingeniería Química en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y cursó posgrados en la Universidad de Friburgo, Alemania (1967), y en la Universidad de Berkeley, California, en Estados Unidos (1972), donde recibió un doctorado en Fisicoquímica.
Fue profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) entre 1989 y 2004 y profesor-investigador de la Universidad Irvine, de California, (1975-1979) y de la UNAM entre 1967 y 1968. Miembro de numerosas academias científicas del mundo se le confirieron múltiples reconocimientos y galardones, entre otros, 40 doctorados Honoris Causa.
Pionero de los estudios atmosféricos
Mario Molina es y será siempre recordado por ser la voz que generó conciencia sobre los efectos de los clorofluorocarbonos a la capa de ozono, que es la principal defensa que tenemos ante los rayos ultravioleta B, dañinos para la vida en el planeta.
La historia de su investigación inicia en 1974, en la Universidad de Irvine, California, cuando junto con Sherwood Rowland publicó un artículo en la revista Nature sobre los efectos que generan los clorofluorocarbonos a la capa de ozono y que, no obstante, eran ampliamente utilizados en la refrigeración y los aires acondicionados, lo que representaba un peligro para el futuro.
El Premio Nobel de Química
Esa publicación no sólo lo hizo acreedor al Premio Nobel de Química en 1995, sino que también impulsó a la Organización de las Naciones Unidas a instrumentar el Protocolo de Montreal, el primer tratado internacional orientado al cuidado de la capa de ozono, con un enfoque antropocéntrico, es decir, a reconocer el impacto de la actividad humana en la emisión de gases contaminantes.
Un centro de investigación que lleva su nombre
La UNAM es sede de un centro de investigación que lleva el nombre de Mario Molina y que se ha encargado de consolidar el trabajo al que este científico dedicó toda la vida: el estudio del medio ambiente, el uso de la energía y la prevención del cambio climático.
Una vida dedicada a la protección del medio ambiente
Su vida la dedicó al estudio de alternativas para la protección ambiental. En 2005, a través del Centro Mario Molina impulsó la realización de estudios en materia de energía y medio ambiente, enfocados a prevenir el cambio climático y preservar la calidad del aire, que, dijo alguna vez, es responsabilidad de toda la sociedad.
“Los científicos pueden plantear los problemas que afectarán al medio ambiente con base en la evidencia disponible, pero la solución no es responsabilidad de los científicos, es de toda la sociedad”.
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