Desde ahí urgieron a las autoridades mexicanas a tener registros certeros de decesos y personas privadas de la libertad, pues las irregularidades separan a las familias e impiden la pronta localización.
Aura García
La Caravana de Madres Migrantes Centroamericanas está por terminar su recorrido en México. Tras dos años de suspensión debido a la pandemia, este 2022 retomó la búsqueda de sus desaparecidos y la exigencia de justicia.
Quienes forman parte de esta edición denunciaron ayer en su visita a la Basílica de Guadalupe que el país tiene pobres registros de las y los centroamericanos presos o hallados sin vida, por lo que urgieron a las autoridades a documentar con eficacia las detenciones y decesos, de modo que las familias tengan acceso al paradero de sus seres queridos.
María Ramírez, por ejemplo, es una mujer hondureña que pasó tres años sin tener noticias de su hijo. Lo buscó por medio de contactos en hospitales, servicios médicos forenses y fosas comunes, hasta que finalmente le dijeron que estaba preso en Coatzacoalcos, Veracruz. Tras reunirse con él, implora que no les finquen delitos a inocentes y que México les ofrezca un trato digno a los migrantes.
“Yo le pido al Gobierno de López Obrador y las autoridades de los estados de México que hagan algo por los migrantes. Nuestros hijos no traen armas para asaltar a nadie, vienen pelados de sus pies porque anhelan llegar a Estados Unidos. También les pido a las autoridades que no los acusen de delitos que no han cometido y que puedan dar, si quiera, el nombre de cada ser humano que tienen preso en las cárceles, para que nosotras como madres los podamos encontrar y podamos dar con ellos. Porque nosotras anhelamos hallar a los hijos que están allí”.
Ella logró reencontrarse con Josué, alias con el que lo nombra por cuestiones de seguridad, desde 2019, pero este año viajó con la Caravana para verlo una vez más, ya que la contingencia sanitaria y la distancia se lo habían impedido. Aunque se siente tranquila tras la visita, acusa que a su hijo que le dictaron sentencia de 8 años por un delito que no cometió y que ahora pretenden extenderle la pena.
Por otro lado, hay otras historias como la de Ana, que lleva 20 años buscando a Rafael Alberto Roling sin que haya podido encontrarlo. Las únicas pistas que ha recabado la llevan también a las prisiones, donde dice hay un trato infrahumano.
“Nuestra gente está contra la espada y la pared por el hecho de ser migrante. Es un delito ser migrante e ir a parar a esas cárceles donde los torturan, los golpean, los obligan a firmar sentencias de crímenes que no han cometido. Les ponen acusaciones hasta ridículas. A muchos jóvenes le roban la vida. Pasan hasta 7, 8, 10 años o más sin que les dicten una sentencia. Esa es nuestra lucha. ¿Por qué acusar a los migrantes? ¿Por qué darles dos llamadas nada más y decirles o llamas al abogado o llamas a tu familia?”
Su hijo dejó El Salvador en 2002 para llegar a Estados Unidos, y de un día a otro se esfumó. Aunque han pasado décadas no pierde la esperanza de volver a verlo e incluso deposita su confianza en este nuevo Gobierno.
Las otras búsquedas
Por otro lado hay casos de centroamericanos que se instalaron en México y mantenían contacto con su familia, hasta que un día, de la nada, dejaron de hacerlo. La madre de Génesis Ramírez, hondureña, de nombre Corina Velázquez, es un ejemplo de ello.
En 2012 vivía en Nuevo León. Llevaba cinco años en dicho estado de la frontera y se comunicaba regularmente con sus hijos, tenía trabajo y se escuchaba plena. La sospecha es que su pareja la desapareció. Un día se negó a ponerla en el teléfono y desde entonces no se supo más. Hoy, Génesis, aunque apenas tiene 23 años recorre la República en busca de información que le explique lo ocurrido.
Un caso similar es el de Santiago Aguilar, quien vivía en Quintana Roo. A él lo busca su hermana Nicanora. Se dedicaba a la construcción en aquel estado y hasta donde tiene entendido no pretendía cruzar a los Estados Unidos. Trabajo dos meses con normalidad y después no volvió a escucharlo.
“Yo vengo del municipio de Huehuetenango, Guatemala. Mi hermano desapareció en Cancún el 29 de julio de 2017 y vengo a buscarlo y espero encontrarlo, o al menos tener noticia de él. Uno no puede dejar su familia así. Nuestro padre falleció hace años y él tuvo que salir a trabajar porque nos faltaba dinero. Él tenía que hacerlo por nosotras, para apoyar a la familia, Todos queremos encontrar a nuestro hermano. Somos siete hermanos”.
Las madres y hermanas aseguran que sus familiares se vieron obligados a dejar sus lugares de origen y día a día siguen pistas e informes con la idea de hallarlos con vida. La Caravana permanece en la Ciudad de México hasta el próximo 10 de mayo, tras participar en la marcha partirán a Juchitán Oaxaca, a su última parada, previo regreso a Centroamérica.
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