Baruch Sangines, geógrafo de la UNAM, explica en que consiste el ambiente obesogénico y cómo el etiquetado claro de los productos es una manera de combatirlo.
La combinación de un ambiente obesogénico y pobreza resulta en obesidad y enfermedades derivadas para la población. Este problema de salud pública intenta ser combatido por el Gobierno mexicano con una ley de etiquetado claro en los productos.
En entrevista para la Tercera Emisión de IMER Noticias, el geógrafo de la UNAM Baruch Sangines definió el ambiente obesogénico como un entorno donde se promueve el alto consumo de alimentos nocivos para la salud.
Se caracteriza por la alta presencia de promoción, publicidad y venta a bajo costo de productos industrializados con alto contenido en carbohidratos, azúcar y sodio. Otra particularidad es que los productos tienen etiquetas incomprensibles para la población.
En el ambiente obesogénico se vende comida chatarra en las escuelas. La principal preocupación de los especialistas son las instituciones educativas a nivel básico, porque los niños tienen acceso a productos nocivos para la salud.
Aunque a nivel individual se pueden tomar medidas para combatir este entorno, no tienen efecto social si el Gobierno y la industria alimentaria no pone de su parte, explicó Sangines.
En el caso gubernamental, se requieren elaborar políticas públicas. Ejemplo de ello es el etiquetado claro, el cual se debe colocar al frente del empaquetado y alerta a los consumidores si el producto es alto en azúcar, sodio o grasas. En México, esta ley entra en vigor el 1 de octubre y las empresas tendrán como límite para acatarlo hasta el marzo del 2021.
Para el geógrafo de la UNAM, dos ejemplos dan resultados positivos de la implementación del etiquetado claro. El primero es el estudio “Prediciendo la reducción de obesidad después de la implementación de etiquetado claro”, cuyas conclusiones son que cinco años después de la puesta en marcha esta norma se redujo la obesidad en 1.3 millones de personas y se ahorraron 1.8 miles de millones de pesos en atención a enfermedades relacionadas.
El segundo ejemplo es el caso de Chile, donde se aplicó el etiquetado claro desde 2016. La documentación hasta ahora indica que se han dejado de consumir ciertos productos y no se detectó afectación a las empresas que elaboran alimentos industrializados.