El estudio “Danzar en las brumas” retrata las historias de mujeres de América Latina sobre las desigualdades y violencias que enfrentan en sus diferentes entornos.
Aura García
La música y el baile ayudaron a tres mujeres de México, Ecuador y Brasil a confrontar las desigualdades de las que fueron víctimas durante su infancia y adolescencia.
Los testimonios de Elba, Jissel y Michelle utilizaron el son jarocho y el hip-hop para encontrar alternativas a sus entornos violentos. Estas historias están plasmadas en el estudio “Danzar en las brumas: género y juventudes en entornos desiguales de América Latina”
La primera historia es la de Elba. Ella es originaria de San Juan Chamula y migró a Estados Unidos junto su a padre cuando era menor, pese a las adversidades el son jarocho le permitió hacer comunidad y crear redes con otras mexicanas radicadas en esa ciudad.
De acuerdo con Elba, el ritmo le devolvió sus raíces y la ayudó a combatir la discriminación y el clasismo que en un país desconocido.
“Soy Tsotsil y migré con mi papá a California, pero el son jarocho pone nuestras notas diversas en un mismo pentagrama. La mayor parte de nosotras no tenemos papeles, en nuestra comunidad nos organizamos a quien la migra detiene”.
De acuerdo con el informe, las mujeres migrantes son aún más vulnerables que los hombres, pues están expuestas a violencia sexual y carecen de asesoría reproductiva.
Para la integrante del comité académico que gestionó este proyecto, Paola Aguilar, la contingencia sanitaria acentuó la brecha y los problemas preexistentes.
“La pandemia provocó cierre de fronteras, medidas de confinamiento, desabastecimiento y todo esto fue acrecentando las barreras geográficas, culturales, económicas y de salud”.
Las mujeres en América Latina
Otra de las historias es la de Jissell, una mujer de Ecuador, que durante su formación académica no tuvo acceso a una computadora ni otra tecnología.
Al igual que nueve de cada 10 mujeres, Jissell fue víctima de agresiones sexuales lo que dificultó su niñez. Sin embargo, la conexión con el break dance y la cultura del hip-hop la ayudó a procesar lo que padeció.
“Las heridas nos atravesaban el cuerpo, pero el baile nos enseñó a irlas expulsándolas a despegar los dolores de las cavidades de las entrañas”.
La última historia, es la de Michelle. Una mujer que encontró en el baile un espacio para alejar a las niñas de la violencia de la favela en Brasil.
Ella fue madre a temprana edad y aunque actualmente desempeña el rol de líder comunitaria, no todas las adolescentes con hijas e hijos alcanzan oportunidades dignas de trabajo en la vida adulta.
Finalmente, el estudio ejemplifica que el empoderamientde las mujeres potencia su papel en sociedad y los espacios seguros les permiten asumir liderazgos y recuperar su capacidad de elección.
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